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Neuroimplantes: de la ciencia ficción a la práctica clínica

Su desarrollo plantea retos éticos, legales y de privacidad. El mercado global de neurotecnología superará los 2.000 millones de dólares en 2030

La próxima década marcará un punto de inflexión para las interfaces cerebro-máquina, con avances notables como el chip de Neuralink, que permite mover un cursor con la mente; el dispositivo de BrainGate orientado a restaurar funciones motoras en personas con parálisis, o las soluciones menos invasivas de Synchron y NextMind. Lo que antes parecía ciencia ficción, hoy es una realidad en desarrollo.

La industria de los implantes cerebrales y las interfaces cerebro-computadora está en plena expansión. Según Global Growth Insights, el mercado de implantes alcanzó los 7.657 millones de dólares en 2024 y podría duplicarse para 2033, con un crecimiento anual del 8,97%. Las interfaces cerebro-computadora siguen una trayectoria similar: en 2025 generaron 1.270 millones y se estima que superarán los 2.110 millones en 2030.

Las posibilidades parecen infinitas para estas interfaces que podrían revolucionar tanto la medicina como la forma en la que interactuamos con la tecnología. Aunque se espera que las primeras soluciones comerciales podrían llegar antes de 2035, su adopción masiva dependerá del modo en que se superen diversas barreras éticas, legales y técnicas.

“La restauración funcional, particularmente en el tratamiento de trastornos neurológicos como el párkinson, la epilepsia y el ictus, serán los primeros usos clínicos aprobados de forma masiva. Estas aplicaciones tienen un fuerte respaldo científico, necesidad médica no cubierta y un marco ético muy claro”, expone Carolina Aguilar, CEO de la startup española Inbrain Neuroelectronics.

Los dispositivos tecnológicos en el cerebro ya permiten a pacientes controlar brazos robóticos o sintetizar voz

“Los neuroimplantes son una realidad y se están aplicando en la práctica clínica. Algunos permiten a tetrapléjicos controlar brazos robotizados; en otros casos controlar exoesqueletos para poder andar, y otros incluso permiten usar sintetizadores de voz para poder articular palabras en personas sin capacidad de habla”, explica Juan Lerma Gómez, profesor de Investigación en el Instituto de Neurociencia CSIC-UMH (Alicante).

El paso de los neuroimplantes con fines terapéuticos hacia otros usos de mejora opcional (como aumento de memoria, concentración o visión ampliada en personas sanas) plantea un dilema ético, social y legal cada vez más urgente. Acceder a funciones cognitivas superiores como emociones o deseos mediante estas tecnologías entraña riesgos para la privacidad de nuestros datos neuronales.

Los primeros usos médicos probados de forma masiva son para tratar el párkinson, la epilepsia o el ictus

“Si los implantes cerebrales se vuelven una realidad cotidiana, como algunos anticipan para la próxima década, nos enfrentaremos a desafíos sin precedentes. El primero será el de la privacidad mental: no hablamos ya de proteger nuestros datos personales, sino de proteger nuestras ideas, emociones, recuerdos. Como ya advierten varios neurojuristas, entramos en la era de la neurovigilancia, donde las fronteras entre lo íntimo y lo público podrían diluirse peligrosamente si no se regula con firmeza”, sostiene Juan Moisés de la Serna, doctor en Psicología y divulgador científico.

Interacción con la IA

La combinación de interfaces cerebro-computadora con la inteligencia artificial (IA) abre un horizonte fascinante y todavía difícil de imaginar en toda su magnitud, anticipan los expertos. “La integración con IA puede revolucionar múltiples campos: en medicina permitiría diagnósticos en tiempo real, neurorrehabilitación personalizada y tratamientos predictivos”, asevera Aguilar.

“La inteligencia artificial permitirá una decodificación mucho más rápida de la actividad cerebral. Esto ya ha supuesto grandes avances, por ejemplo, en la decodificación del lenguaje a través de los comandos motores del habla en pacientes con ictus cerebral”, asegura Mavi Sánchez-Vives, jefa del grupo de investigación en neurociencia de sistemas del Institut d’Investigacions Biomèdiques August Pi i Sunyer (IDIBAPS) del Hospital Clínic de Barcelona.

“El cerebro no solo se conecta con la máquina: la IA puede convertirse en un espejo inteligente de nuestros procesos mentales, siempre que respetemos los límites éticos y preservemos la intimidad del pensamiento”, concluye Juan Moisés de la Serna.

Sin cirugía craneal

Synchron. Su dispositivo Stemtrode se implanta a través de la vena yugular sin necesidad de abrir el cráneo. Llega al cerebro como un stent y se expande en una vena cerebral para captar señales neuronales. Permite a personas con parálisis controlar dispositivos digitales con la mente. Ha sido probado en pacientes de EE UU y Australia.

Neurable. Sus auriculares inalámbricos Enten detectan las ondas cerebrales mediante sensores EEG integrados en una diadema colocada junto al cuero cabelludo. Miden el nivel de concentración del usuario en tiempo real. Aunque no es un implante interno, permite controlar videojuegos o soft­ware sin cirugía. 

NextMind. Ha desarrollado un dispositivo que se coloca sobre la piel en la parte posterior del cráneo y detecta señales visuales del córtex occipital para controlar interfaces digitales. Detecta en tiempo real el objeto visual al que se presta atención y lo traduce en comandos digitales. Controla interfaces de realidad virtual, videojuegos o dispositivos electrónicos solo con la atención visual e intención mental. 

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