España logra controlar los precios y se sitúa entre los países de la OCDE con la inflación subyacente más moderada
Con una tasa del 2,8%, el país se sitúa entre los 15 miembros de la organización con el nivel más bajo
Hace meses que la mayoría de economías desarrolladas dejaron atrás lo peor la crisis inflacionista desatada por la recuperación de la pandemia y la guerra de Ucrania. La cuenta en los supermercados no baja, pero se mantiene más estable, la gasolina y la luz son más baratas que dos años atrás, y las familias empiezan a recuperar las rentas salariales. Fruto de ello, la inflación en el conjunto de países que componen ...
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Hace meses que la mayoría de economías desarrolladas dejaron atrás lo peor la crisis inflacionista desatada por la recuperación de la pandemia y la guerra de Ucrania. La cuenta en los supermercados no baja, pero se mantiene más estable, la gasolina y la luz son más baratas que dos años atrás, y las familias empiezan a recuperar las rentas salariales. Fruto de ello, la inflación en el conjunto de países que componen la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) bajó en junio al 5,6%, la tasa más baja desde octubre de 2021. En ese panorama, España se sitúa por debajo del promedio con un 3,4%. Pero hay que tener en cuenta que Turquía condiciona el porcentaje general, ya que mantiene la variación de precios disparada por encima del 70%, y que hay 30 economías con el IPC más bajo. Sin embargo, la economía española muestra un mejor comportamiento que la mayoría de países en la inflación subyacente, que excluye los alimentos frescos y los productos energéticos por ser los más volátiles: con un 2,8%, se sitúa entre las 15 tasas más moderadas de la OCDE.
El indicador, que difiere dos décimas respecto a los datos publicados por el INE porque también excluye los alimentos elaborados, es un dato clave que para los analistas corrobora dos cosas: que las políticas en la materia han sido correctas y que el país se encamina a cumplir en el medio plazo el objetivo inflacionario del 2% marcado por el Banco Central Europeo (BCE).
“Si el país tiene una tasa de inflación general más alta que otros países europeos y de la OCDE es porque la energía y los alimentos son relativamente altos. Sin embargo, cuando se eliminan estos dos factores se observa que España se encuentra en una posición relativamente moderada y que no hay grandes problemas de sobrecalentamiento de la economía y que la demanda tampoco es una preocupación”, explica Ángel Talavera, economista jefe para Europa de Oxford Economics.
En efecto, hay diferencias muy marcadas respecto a cómo han impactado ambos componentes en cada país. En Estados Unidos, por ejemplo, los costes energéticos han sido más moderados que en Europa gracias a las grandes reservas de gas que tiene. De hecho, en 2022, cuando afectaba de lleno la crisis inflacionaria, se convirtió en el primer suministrador de gas natural a España. En poco más de una década, el gigante norteamericano ha pasado de ser uno de los mayores importadores de gas natural del mundo a convertirse en una potencia energética comparable con Rusia y Arabia Saudí, y con capacidad tanto de abastecer su vasto mercado interno como de exportar al resto del mundo.
Para Miguel Cardoso, economista jefe para España de BBVA Research, otro punto que explica la brecha entre el índice general y la subyacente es la política monetaria adoptada por las distintas regiones que componen la OCDE, y las medidas implementadas por los distintos gobiernos para lidiar con el aumento en el precio de la electricidad y el gas. “Si a ello se suma que la sequía ha impactado de lleno en los alimentos sin elaboración, afectando a productos clave para los hogares nacionales como el aceite de oliva, entonces se entiende que la inflación general esté por encima del 2,5% registrado en junio en la eurozona. No obstante, cuando se refiere solo a la subyacente vemos que es prácticamente igual”, explica.
El peso del aceite de oliva en el índice nacional también es clave para Manuel Hidalgo, profesor en la Universidad Pablo de Olavide. El economista detalla que solo este producto aporta entre cuatro y cinco décimas al IPC debido a la importancia que tiene en la dieta mediterránea. “Esto no implica que en el resto de Europa no haya aumentado de valor, pero no impacta tanto en su índice”, aclara.
En cuanto a las oscilaciones del IPC general, que en los últimos meses ha mostrado tanto ligeras subidas como bajadas, Hidalgo las achaca al llamado efecto base. En este caso, las ayudas implementadas por el Gobierno para paliar los efectos de la crisis inflacionaria —entre las que destacan las rebajas del IVA— y la excepción ibérica que permitió a España desligar su mercado eléctrico del gas en los meses más crudos de la crisis energética, dieron como resultado que el país rebajara sus precios mucho antes que sus vecinos europeos, lo que ahora se traduce en un efecto contrario. Es decir, que “a poco que suban los valores en términos reales, su impacto en el índice es más notorio”. Pese a ello, enfatiza que a día de hoy las cifras nacionales están en consonancia con las europeas, por lo que un sobresalto puntual no es motivo de preocupación.
Un mundo dividido
Más allá de la eurozona, el panorama económico se está desarrollando en una especie de pantalla dividida en cuatro. Por un lado, hay un reducido número de miembros de la OCDE que registran una inflación subyacente por debajo o igual al 2%. Este es el caso de Costa Rica, Suiza o Japón. Por otro lado, hay un mayor número de países en los que los precios se resisten a bajar pese a tener un nivel moderado próximo al 3%. Aquí se encuentran Alemania, Grecia y España. La economía estadounidense está incluso por encima debido a su sorprendente crecimiento y la resistencia del consumo. Al gigante norteamericano se suman una decena de países con una tasa entre el 4% y 5%, como Reino Unido o Hungría; y en un punto totalmente aparte está Turquía, donde la hiperinflación devora la economía con un 71,6% en junio.
Los expertos coinciden en que es difícil comparar realidades tan heterogéneas porque, a pesar de formar parte de la misma organización, no tienen la misma política monetaria y la composición de la canasta de bienes y servicios que se utiliza para calcular la inflación varía entre países, reflejando diferentes patrones de consumo. “Estas particularidades hacen muy difíciles un correcto análisis, por lo que lo mejor para España es ver dónde se posiciona respecto a la UE”, concluye Antonio Pedraza, presidente de la Comisión Financiera del Consejo General de Economistas.
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