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El fin de la crisis energética no llega al surtidor: llenar el depósito cuesta lo mismo que hace un año

La gasolina y el diésel se mantienen en los mismos niveles que doce meses atrás, mientras que el precio del gas ha caído a la mitad y la luz cuesta la quinta parte

Una mujer echa gasolina en Madrid a principios de enero.
Una mujer echa gasolina en Madrid a principios de enero.Eduardo Parra (Europa Press)
Ignacio Fariza

El mundo de la energía ha pasado definitivamente página tras la brutal crisis de precios de los últimos años. Esta sustancial mejora, sin embargo, no ha llegado a todos los ámbitos: los carburantes de automoción, una de las mayores partidas de gasto familiar en los países ricos, cuestan hoy prácticamente lo mismo que hace un año. Son el gran lastre para la inflación, justo cuando el IPC empieza a aflojar el paso y a despejar el camino para la primera bajada de los tipos de interés en muchos años.

Frente a un gas natural que pica claramente a la baja desde hace meses —el mercado mayorista luce hoy valores que son prácticamente la mitad que hace unos años— y una electricidad en mínimos históricos —el megavatio hora cuesta hoy cinco veces menos que hace un año en el mercado mayorista, un descenso que ya se está viendo reflejando en las facturas de las empresas y de las pymes que optan por el mercado regulado—, los carburantes siguen su propio camino.

El litro de gasóleo A, el combustible más común en el parque automovilístico español, promedia hoy 1,61 euros en las estaciones de servicio, lejos de los más de dos que llegó a costar en el muy turbulento verano de 2022 —en el que solo la bonificación de 20 céntimos por litro con dinero público fue capaz de restar algo de presión sobre el gasto de unos conductores cada vez más vapuleados—, pero apenas tres céntimos menos que hace un año que hace un año. La gasolina 95, por su parte, ronda los 1,54 euros tras ocho semanas de alzas ininterrumpidas, a solo un paso de los 1,59 de marzo de 2023.

El desacoplamiento no es español, sino común a la mayoría de países de la Unión Europea. En la media de los Veintisiete, el gasóleo ronda hoy los 1,74 euros, ligeramente más que hace un año. La gasolina, por su parte, apenas cae un céntimo de euro en estos doce últimos meses, hasta los 1,68.

Crudo y refino

Buena parte de este desacoplamiento tiene que ver con la cotización del petróleo. El brent, el de referencia en Europa, se cambia hoy por casi 85 dólares por barril, lejos de los más de 120 de junio de 2022 pero casi un 20% más que hace un año. Unos precios notablemente más altos de lo que cabría esperar en un mercado global que arroja crecientes señales de sobreoferta estructural, solo compensada por los tijeretazos artificiales de oferta de los productores clásicos, reunidos en torno a la OPEP+ y liderados por Arabia Saudí y Rusia. Esta severa restricción voluntaria de los bombeos, destinadas a sostener los precios, se está trasladando directamente al bolsillo de los consumidores.

El segundo elemento de la ecuación es la de los márgenes de refino, las ganancias de las petroleras por cada barril de crudo transformado en carburante, que, pese a haber bajado con fuerza, lo ha hecho a menor ritmo de lo previsto. El de la mayor empresa del sector en España, Repsol, cayó un 28% el año pasado. El de Cepsa, en cambio, aumentó un 4% interanual, aunque con crecientes señales de frenazo en el último trimestre.

“Aunque la demanda en Europa y en China no está tirando tanto, en Estados Unidos sí está creciendo y eso hace que no estemos viendo bajadas en las cotizaciones internacionales”, apunta Inés Cardenal, de la Asociación de Operadores Petroleros (AOP). “Incluso, en los últimos días ha habido alguna subida después de que la OPEP decidiese prolongar los recortes. En nuestro sector, la oferta y la demanda están más tirantes”.

La estabilidad en el precio de los carburantes, en dirección contraria a la del resto de mercados energéticos, debería acelerar el tránsito tanto hacia el coche eléctrico como el transporte público. En el primer caso, aunque el coste de compra es notablemente mayor, las cuentas empiezan a salir. Sobre todo, para quienes hacen muchos kilómetros al año. Un ahorro potencial que crece exponencialmente con el precio de la luz en zona de mínimos históricos, como en estos últimos tiempos. En el segundo, las potentes subvenciones desplegadas por los Gobiernos central y autonómico en los meses más crudos de la crisis energética, que se han mantenido prácticamente sin cambios y que elevan sustancialmente el ahorro para quienes optan por el transporte colectivo en detrimento del privado.

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Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.
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