La Fed, una de las claves de la oferta de Iberdrola para alcanzar el 100% de Avangrid

La filial estadounidense de la eléctrica ha conseguido 9.000 millones de dólares en negocios regulados con retornos altos. Tras un 2023 de fuerte aumento en el coste de su deuda, la matriz atisba una caída ya este año

Un parque eólico marino de Avangrid.

Como toda gran operación —y esta lo es: 2.280 millones de euros para hacerse con el último recodo que aún no controla de una de sus filiales bandera—, la oferta de Iberdrola por el 18,4% de Avangrid tiene muchas e importantes lecturas, como es la anticipación estratégica y la apuesta definitiva de Iberdrola por Estados Unidos tras la renuncia a la compra de PMN. Y aporta pistas sobre lo que la mayor eléctrica de España y de Europa por valor en Bolsa prevé que ocurra con los tipos de interés en la primera potencia mundial tras ...

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Como toda gran operación —y esta lo es: 2.280 millones de euros para hacerse con el último recodo que aún no controla de una de sus filiales bandera—, la oferta de Iberdrola por el 18,4% de Avangrid tiene muchas e importantes lecturas, como es la anticipación estratégica y la apuesta definitiva de Iberdrola por Estados Unidos tras la renuncia a la compra de PMN. Y aporta pistas sobre lo que la mayor eléctrica de España y de Europa por valor en Bolsa prevé que ocurra con los tipos de interés en la primera potencia mundial tras la escalada más abrupta en cuatro décadas.

En los últimos tiempos, Avangrid ha conseguido inversiones reguladas con un retorno alto y garantizado por un valor aproximado de 9.000 millones de dólares (8.270 millones de euros, al cambio actual), según reveló la propia compañía en su última presentación de resultados, a finales de febrero. Además, la cotización de las empresas de servicios públicos, y muy especialmente de las eléctricas estadounidenses, suele guardar una correlación inversa con el precio del dinero: la valoración del mercado tiende a ser peor en tiempos de tipos de interés altos (como ahora) que cuando, como hace unos años, estaban en mínimos. El caso de la filial norteamericana de Iberdrola es palmario: hasta este jueves, cuando se ha disparado en Bolsa después de que Iberdrola comunicase su oferta a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), la estadounidense acumulaba una caída del 17% en los doce últimos meses.

La suma de ambos factores —con un peso particularmente acusado del primero— invita, por tanto, a pensar en que la plana mayor de Iberdrola anticipa un pronto punto de inflexión en una Reserva Federal que está siendo mucho más refractaria de lo esperado a la hora de aflojar la soga de los tipos. Tras un tramo final del año pasado en el que los analistas prácticamente daban por descontada una bajada de tipos antes de primavera, ahora todas las miradas apuntan a junio.

La apuesta de Iberdrola por una pronta bajada de tipos tiene una tercera pata: la deuda. Al contrario que el resto de grandes energéticas españolas —Repsol, Naturgy y Endesa, filial de la estatal italiana Enel—, lejos de contener o reducir sus pasivos netos, la compañía que preside Ignacio Sánchez Galán ha pasado de deber 36.000 millones en el 2020 pandémico a casi 48.000 a cierre del año pasado. Todo, con el objetivo de seguir creciendo tanto en renovables como, sobre todo, en redes, un negocio mucho más predecible y resistente frente la volatilidad, también la de índole monetaria. A diferencia de Endesa y Naturgy, sus competidoras más directas en el mercado eléctrico español, Iberdrola está fuertemente internacionalizada.

Aunque a la baja desde el máximo en la primera mitad de 2023, el coste financiero de la deuda de Iberdrola creció un 16,4% el año pasado. Un alza que la empresa atribuye directamente “al aumento de tipos de interés fruto de las recientes subidas de los bancos centrales, a pesar de tener el 85,6% de la deuda a tipo fijo”. La eléctrica paga hoy una media de casi el 5% anual por sus pasivos.

En su última presentación de resultados, hace dos semanas, Iberdrola confía en una “reducción de costes financieros” ya en 2024. Un cambio de tendencia que liga a dos factores endógenos —la venta de las centrales de ciclo combinado en México, por casi 6.000 millones, y las “coinversiones en otras geografías”, en referencia a la entrada de socios financieros en varios proyectos de renovables—, pero que también tiene mucho que ver con la expectativa de que tanto la Fed como el Banco Central Europeo crucen el Rubicón más pronto que tarde.

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