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Boeing releva al responsable de su programa 737 tras los problemas de seguridad

La compañía intenta pasar la página de la crisis desatada por el percance del vuelo de Alaska Airlines

Instalaciones de producción del 737 Max-9 de Boeing en Renton (Washington), en una imagen de archivo.
Instalaciones de producción del 737 Max-9 de Boeing en Renton (Washington), en una imagen de archivo.JASON REDMOND (REUTERS)
Miguel Jiménez

Mes y medio después de que saltase por los aires una pieza en un avión de Alaska Airlines, Boeing ha sustituido al jefe del programa 737 Max, según ha informado la empresa en una nota interna a la que han tenido acceso varios medios locales. Tras una carrera de casi 18 años en la compañía estadounidense, Ed Clark dice adiós a la compañía con efecto inmediato. Katie Ringgold le sustituye como vicepresidenta y directora general del programa 737 y de la planta de Renton (Washington), donde se fabrican los aparatos de esa línea. Parece toda una declaración de intenciones de que la compañía trata de hacer borrón y cuenta nueva.

Boeing está en modo crisis desde que un panel que cubre el hueco que en otras configuraciones se utiliza como puerta de emergencia se desprendiese dejando un boquete en el fuselaje en pleno vuelo, provocando una rápida descompresión. El avión de Alaska Airlines, un Boeing 737-9, que había despegado del Aeropuerto Internacional de Portland (Oregón) rumbo a Ontario (California) tuvo que volver al aeropuerto de origen y aterrizar de emergencia. A bordo iban dos tripulantes de vuelo, cuatro tripulantes de cabina y 171 pasajeros. Siete pasajeros y un auxiliar de vuelo sufrieron heridas leves.

La pieza que saltó por los aires el 5 de enero no tenía las cuatro sujeciones correspondientes para que estuviera bien fijada, según los resultados preliminares de la investigación de la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte (NTSB). “En general, los patrones de daños observados (...) indican que faltaban los cuatro pernos que impiden el movimiento ascendente del tapón [de la puerta de salida intermedia] antes de que este se moviera hacia arriba fuera de las almohadillas de tope”, decía el informe de 19 páginas, ilustrado con fotografías y gráficos.

Tras proceder a la inmovilización de la gran mayoría de los aparatos del modelo 737 Max 9, la Administración Federal de Aviación (FAA, por sus siglas en inglés) abrió una investigación formal contra la compañía y luego anunció que sometía a auditoría el proceso productivo de Boeing, en un duro golpe para la empresa. En sus análisis, Boeing ha ido encontrando otras deficiencias. El fabricante de aviones desveló que hace unas semanas un empleado de su proveedor Spirit AeroSystems avisó a su jefe de que dos orificios en el fuselaje de aviones 737 Max no habían sido perforados exactamente según los requisitos de Boeing. El proveedor se lo trasladó al fabricante, que tendrá que realizar trabajos adicionales en unos 50 aviones, lo que puede retrasar algunas entregas.

La compañía está tomando medidas para reforzar la calidad del programa 737, entre ellas inspecciones adicionales en su fábrica y en los principales proveedores y una mayor supervisión por parte de las líneas aéreas. También decidió detener la producción del 737 durante un día para volver a centrar a sus empleados en la calidad. Además, Boeing ha designado a un experto externo para dirigir una evaluación independiente en profundidad del sistema de gestión de calidad.

El siniestro, aunque sin consecuencias catastróficas, ha puesto de nuevo a Boeing y su modelo 737 Max en el ojo del huracán después de que en 2019 se le retirara el permiso de vuelo —el fabricante estadounidense hasta suspendió su fabricación— a raíz de dos accidentes fatales que le costaron la vida a más de 300 personas en otra variante diferente a la que ha sufrido ahora el percance. En octubre de 2018 se estrelló en el Mar de Java, en Indonesia, el vuelo 610 de la compañía de bajo coste Lion Air operado por un 737 Max 8; pocos meses después, en marzo de 2019, fallecieron 157 personas en el vuelo 302 de Ethiopian Airlines en el mayor desastre aéreo de ese año también en un 737-8.

A la espera de ver el impacto que el episodio tendrá sobre su proceso productivo y la confianza de los clientes, la compañía cerró el pasado ejercicio con unas pérdidas de 2.222 millones de dólares (unos 2.050 millones de euros). Aunque se trata de números rojos, su cuantía es menos de la mitad que los 4.935 millones de dólares de pérdidas del año anterior. Los ingresos de Boeing crecieron un 17% en el conjunto de 2023, hasta los 77.794 millones de dólares, las pérdidas operativas se redujeron un 78%, hasta 773 millones y el flujo de caja operativo se disparó en el año un 70%, hasta 5.960 millones de dólares.

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Sobre la firma

Miguel Jiménez
Corresponsal jefe de EL PAÍS en Estados Unidos. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactor jefe de Economía y Negocios, subdirector y director adjunto y en el diario económico Cinco Días, del que fue director.
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