La guerra en Ucrania acaba con más de 2.000 millones de negocio para empresas españolas

El endurecimiento de las sanciones rusas bloquea la salida de las que mantienen estructuras allí

Belén Trincado Aznar

La invasión rusa sobre Ucrania llega este viernes a su primer aniversario con un impacto significativo sobre las empresas españolas. Todas, en mayor o menor medida, han sufrido en sus estructuras los efectos del conflicto bélico, principalmente en la factura energética y en el efecto que ha tenido sobre todos los costes.

Pero ese impacto es doble para las que operaban de forma directa en esos países. Sobre todo en Rusia, un mercado enorme donde al menos una quincena de grandes compañías españolas tenían instaladas filiales, fábricas, tiendas u oficinas comerciales. El inicio del conflicto obligó a una cascada de suspensiones de actividad, obligadas no solo por la aprobación de sanciones por parte de EE UU y Europa, sino también por una cuestión reputacional. “Llegó un punto que parar era una decisión moral”, reconoce un primer ejecutivo de una empresas afectada.

Entre todas ellas han perdido un mercado que les generaba 2.300 millones de euros anuales en facturación y más de 300 millones en beneficios, que se han esfumado. También desapareció una red de seguridad para más de 20.000 trabajadores contratados por estas empresas. Algunas también han anunciado deterioros o provisiones ligadas al conflicto por casi 380 millones.

Un año después del inicio del mismo, las compañías españolas más expuestas a Rusia se dividen en dos: las que han conseguido salir y las que mantienen estructuras allí, por haber preferido esperar a una rápida solución a la guerra, que no ha llegado; o por tener una actividad considerada estratégica para el Gobierno ruso.

“Las sanciones internacionales han sido las que han llevado a las empresas occidentales a considerar sus opciones en Rusia”, explica Paul Amberg, socio de comercio internacional de Baker McKenzie y especialista en sanciones y embargos. Este estructura el proceso en varias oleadas.

Salida definitiva

La primera, la de aquellas que no tardaron en buscar una salida, “por una cuestión moral, reputacional y legal”. Estas, dice Amberg, “han tenido cierta ventaja”, ya que han evitado las contramedidas que el Gobierno ruso ha aplicado con el paso del conficto. Empresas como Roca o Tous se movieron con rapidez. Ambas anunciaron el verano pasado su salida definitiva: la primera, con la “cesión” de todo su negocio ruso, con siete fábricas, a la dirección local. Este mercado representaba el 7% de sus ventas totales, unos 141 millones, y un beneficio antes de impuestos de 20 millones, también el 7%. La firma de joyería cedió todos sus puntos de venta 32, a franquiciados, y dejó de venderles mercancía. Este era su quinto mercado.

Inditex, tras meses de análisis, anunció en octubre la venta del negocio al grupo Daher. Es la empresa española más expuesta: Rusia era su segundo mercado, con 502 tiendas y cerca del 8,5% de su ebit, 240 millones según confirmó la empresa; y representaba en torno al 5% de su cifra de negocios, unos 1.300 millones, según fuentes del mercado. Además, tenía una plantilla de unos 9.000 empleados, a los que siguió remunerando hasta la venta del negocio. También tiene 79 tiendas en Ucrania, donde mantiene parada la actividad y el apoyo a los trabajadores del país.

El grupo se apuntó una provisión de 230 millones para cubrir los efectos del conflicto, que no le ha impedido seguir marcando cifras récord de ingresos y beneficios durante el ejercicio.

Además, el gigante textil se guarda la posibilidad de volver cuando el conflicto haya acabado. “Muchas empresas han tenido que resignarse a no tener un gran retorno por la venta, pero sí asegurarse de que pueden volver, por ejemplo, comprando una filial”, dice Paul Amberg. “Pero las sanciones lo impiden ahora, ya que se consideraría una inversión en territorio ruso”, añade.

Mango también se movió rápido. En junio decidió dejar de operar en Rusia de forma directa y cedió sus 55 tiendas propias a socios franquiciados del país. Ahora cuenta con 90 tiendas, todas franquiciadas que, eso sí, operan bajo la marca Mango. “Un año después del estallido del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, la prioridad de Mango continúa siendo el bienestar de sus equipos, franquiciados y socios locales”, explica la compañía a este periódico, añadiendo que “seguirá analizando muy de cerca la situación social y económica de los dos países para tomar cualquier decisión que sea precisa”. La provisión anotada en su caso es de 20 millones, de los que 7,2 se incluirán en el balance de 2023.

Amrest, el grupo de restauración de origen polaco pero con sede central en España, también vendió la gestión de 200 restaurantes a una empresa local, ya en diciembre, con la expectativa de recibir más de 100 millones por la transacción. “Para empresas del sector servicios ha sido un poco más fácil, dentro de lo complicado. Las industrias son propensas a ser vistas como estratégicas por el gobierno ruso”, dice Paul Amberg.

Cese de actividad

Es el caso de grupos industriales españoles, como Gestamp, CIE y Antolín, con siete fábricas entre ellas dedicadas a componentes de automoción. Todas ellas paradas en la actualidad, como confirman las empresas, que comparten un mismo mensaje: la situación sigue “monitorizándose”.

La más expuesta es Gestamp, con cuatro fábricas y cerca de 500 empleos y unos ingresos que superaban los 100 millones. Desde esta se explica que, desde que se inició el conflicto, la actividad se fue parando “paulatinamente” para satisfacer los compromisos adquiridos con clientes, al tiempo que se cumplía “escrupulosamente” con los regímenes sancionadores. En la actualidad, sus fábricas están paradas.

“No existen precedentes de un régimen de sanciones tan amplio y generalizado sobre un país con el que las empresas españolas tenían un elenco tan amplio de relaciones comerciales”, valoran José Ángel Rueda y Alejandro Auset, socios de Cuatrecasas. “El impacto ha sido considerable y, muchas de ellas, se han visto obligadas afrontar situaciones que desconocían”, añaden.

Por ejemplo, mantener parte de las nóminas a sus plantillas en Rusia, pese a no realizar actividad alguna; o adaptarse a unas sanciones que, en el caso del Gobierno Putin, ha cambiado con el paso de la guerra.

Desde finales de 2022, un comité gubernamental debe aprobar la salida de las empresas que tengan su origen en una lista de 50 países occidentales, incluido España. Además, ha impuesto condiciones económicas: una auditoría debe tasar el valor de cada filial, y la empresa que quiera salir solo puede vender por el 50% de esa tasación. “Algunas empresas se fueron vendiendo por un euro. Los que se han quedado ya saben que si quieren recuperar su inversión tienen un 50% de descuento”, explica Paul Amberg.

Queda una tercera derivada: un mecanismo de pagos diferidos, que permite al comprador local retrasar el pago de la transacción por dos años; o que el vendedor, si quiere una ejecución inmediata, destine el 10% del valor de la venta a la tesorería rusa, lo que sería visto por las autoridades occidentales como una aportación directa al Gobierno de Putin.

El margen de actuación para las compañías que siguen en Rusia es, para los socios de Cuatrecasas, “casi nulo”. “Las empresas han tratado de eludir al máximo el riesgo de incumplimiento de sanciones”, añaden, y no solo en Rusia o la UE. “Empresas con intereses en Reino Unido o EE UU han debido extremar precauciones, pues también les son aplicables las sanciones de esos países”, explican Rueda y Auset. En ese contexto se mueven en la actualidad las empresas que no consiguieron salir de Rusia, y cuyo ámbito de actuación va más allá de la industria. Tendam, grupo textil dueño de Cortefiel, contaba allí con 50 tiendas propias. En la actualidad son 29, al no renovar los contratos que han ido venciendo. “Con la actividad de nuestras tiendas suspendida, buscamos una solución definitiva para la operación en la que nuestra máxima prioridad sea garantizar la protección de nuestro equipo en el mercado, como lo hemos hecho durante estos meses”, dicen fuentes de la compañía.

Tendam ha reducido su exposición de 50 a 29 tiendas tras no renovar los contratos que expiraban

Otra textil, Mayoral, mantiene una oficina en Moscú, según consta en su web. La venta online allí está suspendida. La empresa no ha querido detallar su exposición actual. Puig, por su parte, sigue analizando su situación y mantiene suspendidas las operaciones. Allí cuenta con una filial, al igual que Acerinox, que también cesó operaciones al inicio del conflicto. Talgo, que mantenía un negocio de mantenimiento y reparación de trenes, también dejó de prestar el servicio.

Técnicas Reunidas, por su parte, perdió un contrato de 234 millones al que accedió para trabajar en una refinería en Moscú con Gazprom. Para otras como Amadeus, que se anotó un deterioro de medio millón por los contratos cancelados de clientes en Rusia, o Viscofan, con una filial comercial que mantiene en suspenso, los impactos son menores. Repsol, por ejemplo, vendió sus activos en el país en 2021, dejando de tener “exposición patrimonial”, y Maxam, que estuvo en el ojo del huracán, vendió durante el año su negocio vinculado a defensa, con parte expuesta a Rusia, a la alemana Rheinmetall. Caso especial es el de Acciona. El grupo energético contaba con seis plantas fotovoltaicas en Ucrania que paró al inicio del conflicto, apuntándose un deterioro de 35 millones. Estas volvieron a funcionar, como detalló en su última presentación de resultados.

Fluidra cierra su salida de Rusia a falta de autorización

J. G. R.

Fluidra es la última empresa española en enfilar su salida de Rusia. La compañía fabricante de piscinas, que contaba con dos filiales en ese país, acaba de cerrar un acuerdo para desprenderse del negocio y traspasarlo a una empresa local, según indica la empresa a CincoDías.

La compañía inició hace meses la búsqueda de interesados para desinvertir del mercado ruso, que según la información oficial que ha facilitado en estos meses, suponía menos del 1% de su cifra de negocios total. Sin embargo, como se confirma desde Fluidra, el cierre de la operación está pendiente del visto bueno de la administración Rusa. Un proceso arduo a la vista del endurecimiento de las condiciones que la administración Putin ha fijado para permitir la salida de empresas occidentales. Fluidra contaba con dos sociedades instaladas en Moscú, según las cuentas anuales de 2021. La primera y principal, AO Astral SNG, que tenía como actividad principal “la acomercialización de material para piscina”. La segunda era Astral Aqua Design Limited Liability Company, dedicada a la “distribución, diseño, instalación y gestión de proyectos de fuentes y estanques”.


A cierre del ejercicio 2021, Rusia generó para Fluidra un beneficio de 1,16 millones de euros, el 0,3% del total. Los ingresos de su principal filial, AO Astral, fueron de 7,7 millones en 2021, según los datos del registro mercantil ruso consultados a través de la herramienta Insight View.  Su plantilla en ese país ascendía a 49 trabajadores a finales de aquel ejercicio, el 0,7% de toda la plantilla. Desde la compañía no se detalló importe o condiciones de la desinversión.


Fluidra no es la única que busca abiertamente una salida de Rusia. También lo tiene en marcha el grupo alimentario Borges, que contaba con una oficina comercial en ese país.  Según indica la compañía, “estamos  en proceso de liquidación” de la filial que mantenía en ese país, una oficina comercial radicada en San Petersbugo que, durante estos últimos meses, sí ha mantenido cierta actividad, aunque desde la empresa se asegura que lejos de unos niveles normales.  La actividad de esta filial era la comercialización de aceites, aceitunas y otras conservas vegetales. Borges, por su parte, no pone fecha a la liquidación. Esta tampoco ha detallado qué peso suponía este mercado en sus cifras de negocio anuales.

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