El paciente, el eje transformador de la sanidad

Se valorará a cada paciente teniendo en cuenta el entorno en el que se mueve y los condicionantes sociales de su salud

La pandemia ha supuesto un reto sin precedentes para el sector sanitario, impulsando significativamente el proceso de transformación de todo su ecosistema a través de diferentes palancas existentes ya de forma previa a la irrupción de la Covid-19, como la aplicación de nuevas tecnologías, la explotación intensiva del dato de salud, el nuevo perfil de paciente o el incremento de alianzas y colaboraciones en el sector.

Estos ejes tractores convergen en un elemento inherente y fundamental en la configuración de la sanidad del futuro: una atención diseñada alrededor de la persona. Un concepto simple, pero a su vez profundamente transformador, sobre el cual se articulará la evolución del concepto de sanidad tal y como lo conocemos. Actualmente, nuestro sistema está todavía mucho más vertebrado en función del lugar desde el que se presta la atención que en el paciente mismo.

Y es que el paciente será el motor principal de la transformación y la innovación en el sector en los próximos años, como confirman diversos estudios realizados con ejecutivos del sector. Los responsables de los sistemas de salud son cada vez más conscientes de que el ciudadano busca un papel más protagonista, muestra un interés creciente por su salud y exige jugar un papel más proactivo en su control.

Sin duda, las tecnologías disruptivas, como la inteligencia artificial o el cloud computing, y los nuevos patrones de comportamiento derivados de ellas, especialmente por parte de las nuevas generaciones, han influido e influirán de forma significativa en el espacio de la salud.

Vertebrar los modelos sanitarios alrededor del paciente supondrá cambios relevantes. Por un lado, se valorará a cada persona teniendo en cuenta también el entorno en el que se mueve y los condicionantes sociales de su salud. Razón por la cual se analizarán aspectos actualmente menos considerados tales como el comportamiento individual (dieta, actividad física, hábitos de descanso, consumo de fármacos, etc.), las circunstancias sociales (tradiciones, cultura o condiciones de trabajo) o el entorno físico (polución medioambiental). Ámbitos que pueden llegar a condicionar hasta un 80% de los resultados de salud de una sociedad.

Por otro lado, algunos análisis apuntan que en el futuro menos del 20% de la gestión de la salud se realizará en centros sanitarios. La localización donde obtenemos asistencia sanitaria, consulta médica, diagnóstico, asesoramiento o dispensación de fármacos ya está empezando a dejar de ser el determinante principal. La sanidad evoluciona hacia un modelo donde el ciudadano accederá a la gestión de su propia salud recibiendo atención asistencial tanto a través de canales físicos como virtuales. Más concretamente, los canales en remoto primarán en áreas como prevención, diagnóstico, consultas o seguimiento terapéutico, y los canales presenciales, como los hospitales, pondrán el foco en tratamientos más urgentes o complejos.

Como consecuencia, los centros hospitalarios tendrán una estructura, distribución y funciones diferentes a la actuales, con una tecnología cada vez más protagonista. En ellos, la telemedicina, la inteligencia artificial o el IoMT (Internet of Medical Things), entre otros, marcarán un perfil asistencial y de relación con el paciente distinto al actual.

Desde una perspectiva más económica, avanzar hacia un modelo en que la localización juega un menor papel implica reducir la presión asistencial y las necesidades en infraestructuras de centros sanitarios y, por tanto, aliviar la presión en el gasto sanitario en un modelo consolidado.

Paralelamente a los centros hospitalarios, el resto de los puntos de contacto presencial de atención sanitaria también se adaptará a nuevos roles. Ejemplo son las oficinas de farmacia, con una red de más de 22.000 enclaves en España y que, por tanto, poseen un alto potencial de relación directa con el paciente y el cuidado de su salud. Las farmacias se apalancarán en las nuevas tecnologías para simplificar su actividad más transaccional y se focalizarán en un mayor rol asistencial, con servicios de mayor valor añadido y una perspectiva más integrada y global de apoyo en la gestión de la salud.

Un importante facilitador de la transición hacia un modelo con menor dependencia presencial es la necesaria aplicación extensiva de las nuevas tecnologías. Pero, además, existen otros retos. En primer lugar, es necesario evolucionar en materia de talento en el sector, tanto en términos cuantitativos, dada la falta de recursos que se prevé en la industria para los próximos años, como cualitativos, por la necesidad de reforzar el conocimiento en el uso de soluciones digitales y aplicación de tecnologías disruptivas en la actividad asistencial.

En segundo lugar, aunque sin duda los programas de ayudas europeas pueden suponer un impulso relevante, es clave asegurar la financiación de las inversiones requeridas, es decir, los recursos económicos precisos para el desarrollo estructural de un modelo de estas características.

Por último, un fundamento clave del modelo es el desarrollo de la interoperabilidad y la disponibilidad y capacidad de explotación de datos de salud del paciente a través del uso de las nuevas tecnologías.

No hay duda de que todo ello supone un gran cambio de conceptualización del binomio salud-paciente, y la llegada de un nuevo paradigma dentro del sector sanitario, el cual ha convertido la pandemia de la Covid19 en el mejor catalizador para avanzar hacia el futuro de la sanidad.

Jorge Bagán es socio de consultoría responsable de la industria de Life Sciences y Healthcare en España de Deloitte