Así es el filántropo español: emocional, familiar o estratégico
Un informe de CaixaBank e IE University estudia los perfiles de los líderes altruistas
La necesidad de obtener recursos con los que complementar la cada vez más limitada capacidad de acción pública, unido a la influencia de otros países, como Francia, ha hecho que la filantropía haya suscitado un mayor interés y desarrollo en España en los últimos años. Así lo señala el informe Perfiles de filantropía personal en España, elaborado por CaixaBank e IE University, y cuyo objetivo es analizar cualitativamente las motivaciones, retos y oportunidades de estos individuos.
Para ello han llevado a cabo más de 50 horas de entrevistas con las personalidades más destacadas del sector, así como con expertos y gestores de fundaciones. De ellas se desprende que, si bien todos los entrevistados tienen en común la visión de la filantropía como un acto de generosidad, difieren a la hora de definir su causa y ponerla en práctica. El estudio describe a estos perfiles como “una persona que, de forma desinteresada, lidera un proceso estructurado de aportación o generación de recursos, el cual, actuando como herramienta, de empoderamiento y transformación, busca la solución de un problema real”.
Además, todos coinciden en que esta generosidad es un proceso que viene de muy atrás, de la manera en la que fue educado cada uno de ellos y de sus valores familiares. “El filántropo da porque siente que tiene que dar, porque siente que no puede no hacerlo conforme a sus valores”, explica Marta Rey-García, profesora de la Universidad de A Coruña y especializada en este ámbito. La mayoría coinciden también en que este sentimiento de responsabilidad y deber con el resto de la ciudadanía viene determinado por la toma de conciencia de una situación económica privilegiada.
Tras esa definición, sin embargo, en España, existen tres grandes grupos muy marcados en función de su manera de actuar. El emocional, que está movido por el qué y establece un vínculo emocional con la causa. Sería el caso de los melómanos que participan en proyectos de mecenazgo de músicos de su región o de personas a las que les atraen las culturas autóctonas y promueven ideas para el desarrollo y la sostenibilidad de proyectos en vías de extinción. Para ellos es fundamental participar en el día a día y mantener el control de las decisiones. Creen que su involucración personal es la mejor forma de evitar que se desvíen de su misión. Por ello, son muy cuidadosos a la hora de reclutar colaboradores, aunque esto suponga un avance más lento, defienden que también les proporciona legitimidad.
El segundo perfil es el del filántropo generacional, preocupado por la preservación de su legado familiar y la búsqueda de la coherencia entre el proyecto personal y el empresarial. Estos suelen tener un gran vínculo con su entorno de la mano de una iniciativa empresarial desarrollada por la familia. “Nos apoyamos en la corporación empresarial, que nos ayuda con la estructura. Todo lo que son recursos humanos, sistemas, o legal se coordina desde la misma”, explica en el documento Felipa Jove, presidenta de la Fundación María José Jove. Para ellos, la filantropía no solo es una forma de mantener el valor y el patrimonio personal, sino también de involucrar a las futuras generaciones; por eso tratan de guiar y transmitir una visión compartida a los sucesores.
Y, por último, el estratégico, quien decide en función del cómo y pone el foco en la eficiencia del plan. Para ello, selecciona aquellas ideas en las que pueda generar más valor y crear una mayor diferencia. Al no tener apego emocional a una causa específica, no tiene problema en redirigir sus esfuerzos a un nuevo proyecto si considera que este tiene una mejor ventaja competitiva. También por eso está más abierto a atraer al talento adecuado con el que hacer crecer sus proyecto y a buscar modelos colaborativos.
De cara al futuro, en España la filantropía tradicional convive con una concepción más moderna que, aunque es relativamente reciente en España, lleva años tomando fuerza a nivel global. Esta tendencia trata de aplicar principios de la gestión empresarial también a proyectos benéficos. El auge de este modelo responde a la creciente preocupación de empresarios y emprendedores en tratar de implicarse en problemas sociales, pero también tiene éxito entre los que buscan la sostenibilidad financiera de su estructura en el largo plazo. El perfil estratégico es, por su propia naturaleza, el que más próximo está a esta nueva filantropía, pero también un gran número de perfiles emocionales y generacionales están adoptando esta filosofía. El futuro se perfila de manera muy diversa, donde la principal preocupación es que el interés creciente por la eficiencia no acabe pervirtiendo su propio concepto.