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Los cinco años de cambio climático en Banco Santander

Desde que asumió la presidencia, Ana Botín ha dado un giro de 180 grados al banco y al estatus de banquera

Ana Botín, presidenta de Banco Santander.
Ana Botín, presidenta de Banco Santander.

Pocas semanas antes de cumplir los 80 años de edad, Emilio Botín, presidente de Banco Santander moría. Unas horas antes nadie presagiaba este desenlace del que ahora hace justo cinco años.

Emilio Botín era un banquero muy peculiar. Fue el responsable de la expansión del banco, aquella entidad que cuando llegó a su presidencia en 1986 era el banco más pequeño de los denominados siete grandes (Banesto, Central, Hispano, Popular, Vizcaya, Bilbao y Santander, y más tarde también Banco Exterior tras la fusión de Bilbao y Vizcaya). Pero ya en el año 2000 Botín había convertido Santander en el primer banco de España gracias a las cuentas remuneradas, y a la absorción de Banesto y del Central Hispano (también fruto de una fusión), Además, había iniciado una expansión internacional que le llevó a ser uno de los bancos más importantes del mundo, con una gran presencia en Latinoamérica.

Su repentina muerte del 10 de septiembre de 2014 provocó toda una hecatombe en el banco. Pero la respuesta del consejo y de los principales accionistas, los fondos de inversión, fue rápida. Ese mismo día se nombró a su sucesora, su hija Ana Botín. El consejo emitió un comunicado en el que afirmada que los miembros de este organismo consideraban a Ana Botín “la persona más idónea dadas sus cualidades personales, su experiencia, su trayectoria en el grupo y su unánime reconocimiento nacional e internacional”.

Emilio Botín, el banquero más veterano entonces de la banca mundial, dejó un banco con 1,19 billones de euros en activos, 184.000 empleados, y 107 millones de clientes. Su acción cotizaba a 7,75 euros (el equivalente a 5,9255 euros actuales al ajustar la cifra por ampliaciones de capital y dividenos en acciones). Aún estaban los coletazos de la crisis financiera más importante de todos los tiempos.

Ahora la cotización del grupo, que es el banco más importante de Europa y uno de los más destacados del mundo occidental, se sitúa en los 3,53 euros por acción. Este desplome se debe en parte a la volatilidad de los mercados. Y es que la banca ya no está de moda, aunque sí en entredicho.

Cuando Ana Botín tomó las riendas del grupo el mercado, analistas y sus homólogos estaban convencidos de que se produciría una sucesión continuista. Parecía que padre e hija siempre se habían entendido. Pero no fue así. La ya presidenta de Santander quiso desde casi el principio de su nombramiento imponer su impronta. “Quiero un Santander sencillo, personal y justo”, proclamó pocos meses después de ser nombrada entonces la única presidenta de un banco en esos momentos.

En su primer año tomó decisiones contundentes. Sustituyó al consejero delegado, amplió capital y recortó drásticamente un dividendo insostenible.

También decidió dar un giro completo a los órganos de gobierno de la entidad. Cambió toda la cúpula, consejo de administración e incluso el consejo asesor. No quedó casi nadie que recordara la vieja guardia de su padre, salvo Rodrigo Echenique, jubilado este año, y Juan Manuel Cendoya

Pero pese a no querer seguir los pasos de su padre, el 7 de junio de 2017 sorprendió a los mercados con una operación muy similar a la que realizó Emilio Botín el 26 de abril de 1994, cuando adquirió Banesto. Santander adquirió en una puja Banco Popular por un euro, aunque esta operación le llevó a realizar una ampliación de capital de 7.000 millones de euros, la segunda desde que llegó a la presidencia (la primera fue en 2015 por 7.500 millones). La presidenta también busca, como había sido tradicional en el grupo, mimar al accionista, y este es uno de sus principales retos.

En diciembre de 2012 Santander anunció la absorción de Banesto y hace un año se hizo efectiva jurídicamente la de Popular por Santander. Ahora, ha finalizado la desaparición en todas las oficinas de la marca Popular, y ha iniciado el ajuste de la red, con el cierre de 1.150 sucursales, y a salida de 3.223 empleados.

El viernes, precisamente, se inició el cierre de oficinas con 86 clausuras. Fui, por pura casualidad, testigo de la absorción de una pequeña oficina de barrio por otra más o menos cercana. Fue un caos. La cola de clientes llegaba a la calle (es cierto que la sucursal era pequeña), y los cajeros no funcionaban. Pese a ello, los tres empleados supieron responder a esas incidencias.

Transcurrido un lustro desde que tomase las riendas de uno de los principales bancos del planeta, Ana Botín (58 años de edad) se ha convertido en una de las personas más influyentes del mundo económico a nivel internacional. Se ha hecho, como ella misma asegura feminista, y ha puesto de moda entre los directivos más selectos participar activamente en las redes sociales como Twitter y desde la semana pasada también en Instagram .

Además, su preocupación por el cambio climático le ha llevado incluso a romper todas las reglas que parecían que incluían hasta ahora el cargo de presidente/a de un banco, participar en un programa de televisión. En este caso en Planeta Calleja. Ha viajado a Groenlandia para explicar cómo se está transformando esa zona helada de la Tierra.

Ahora los retos de Ana Botín para los próximos años son mejorar la rentabilidad (problema de todo el sector), convencer al mercado para que refuercen su apuesta por el grupo. Debe también intentar enganchar a los clientes millennials y los jóvenes de la generación Z como clientes, además de mantener a los 142 millones que tiene el grupo repartidos sobre todo en 10 mercados, entre los que destaca Brasil y España, que ha vuelto a recuperar protagonismo tras la crisis financiera y la compra de Popular (otro de la lista de los denominados siete grandes entre las décadas de los 70, 80 y 90).

Resolver el conflicto surgido con el banquero italiano Andrea Orcel tras frustrarse su fichaje, también figuran en su agenda de preocupaciones.

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