No va más: señores, no hagan juego con los más jóvenes
Profesores, especialistas y psicólogos alertan contra la penetración de la ludopatía en menores de edad Los jugadores online, los más inexpertos, han aumentado en España un 216% desde 2013
Javier y Pablo, dos jóvenes de 15 y 16 años, se revuelven inquietos en sus asientos ante la pregunta de si conocen a alguien que haya gastado dinero jugando online, ya sea en una sala de apuestas virtual o a través de algún videojuego. “No, no conocemos a nadie”, responden en un primer momento. Un instante después, se miran: “Bueno, en realidad, sí”. Ambos conocen a un chico que ha gastado dinero en comprar apariencias para armas en el Conter-Strike: Global Offensive, un popular juego de disparos en primera persona. “Pero solo fueron cinco euros”, matizan. En efecto, por ahora, la cifra no es nada impresionante, sobre todo considerando que, el 31 de enero de 2018, la propia productora del videojuego anunció, a bombo y platillo, que un usuario había gastado más de 50.000 euros en una apariencia especial para un rifle francotirador. Los cinco euros empleados por el amigo de los dos estudiantes distan todavía de ser un problema. Pero son el comienzo.
A finales de junio, el colegio La Inmaculada Marillac, ubicado en el barrio madrileño de Chamberí, vive días intensos. Desde que la Comunidad de Madrid adelantó el curso pasado los controles de septiembre a junio, todos los estudiantes de la región tienen la obligación de examinarse de las materias pendientes antes de las vacaciones estivales. Pero este nuevo calendario deja una pregunta en el aire: ¿qué hacer con los alumnos que ya han aprobado todas las materias? En el Marillac, al igual que en el Sagrado Corazón de Madrid y en el colegio Nervión, la respuesta del centro ha sido clara: educación financiera. El resultado es que un centenar de jóvenes, de entre 15 y 16 años, han recibido en las últimas dos semanas talleres sobre cuestiones relacionadas con cómo deben gestionar su patrimonio, para qué sirven exactamente los bancos, qué es eso de los depósitos, las cuentas de ahorro y los tipos de interés, entre otras muchos temas. Con una regla de oro, repiten sus profesores como un mantra: los gastos nunca deben superar a los ingresos.
Pero la última sesión es especial. Verónica López, experta de la Escuela de Finanzas Afi, junto con la consultora Intrum, entidad organizadora de las conferencias, se coloca frente a los jóvenes oyentes y proyecta, en letras grandes y visibles, una sola pregunta sobre una pantalla en blanco: “¿Qué es el azar?”.
“Cuando apostamos, lo que estamos comprando es la ilusión de ganar y las sensaciones positivas que nos produce el propio hecho de jugar. Pero estas nos piden cada vez más horas, más juego, más intensidad. Y ahí empieza la ludopatía”, explica la experta ante una audiencia que no pierde detalle de sus palabras. Desde la segunda fila, un alumno confiesa haber gastado dinero apostando: “Al principio gané, pero luego seguí apostando y lo terminé perdiendo todo”. López pone palabras técnicas a su experiencia: “Es decir, que finalmente tu balance fue negativo”. Si el joven hubiese seguido jugando, detalla la ponente, tal vez hubiese terminado pidiendo algún préstamo rápido a través del teléfono móvil para seguir jugando; después, puede que hubiese perdido aún más dinero intentando recuperar lo invertido; y finalmente, es posible incluso que hubiese terminado robando dinero a sus padres para seguir apostando. “Y así es como la ludopatía termina afectando también a la familia”, dice López. Y cuando termina el silencio es tal que la última palabra, familia, resuena en el aula.
Se trata de la misma espiral que describe María Hurtado, que a sus 38 años ha pasado los últimos seis atendiendo casos de ludopatía desde las clínicas de AGS Psicólogos Madrid. En los últimos dos o tres años, especifica, las clínicas han notado un repunte de hasta un 30% en el número de menores de edad atendidos con problemas de dependencia al juego: “Lo más importante es tomar conciencia del problema y que la adicción al juego del menor empiece a tener consecuencias. A partir de ahí, es recomendable acudir a terapia con expertos que den al joven herramientas y técnicas para salir de la adicción e, incluso, que le preparen para afrontar posibles recaídas”, recomienda. La psicóloga detalla que entre los síntomas más comunes en jóvenes ludópatas se encuentran un carácter irascible y agresivo, la tendencia al aislamiento y a pasar mucho tiempo fuera de casa, la falta de sueño y, en las últimas fases, la tendencia a la mentira y al robo de dinero o de objetos de casa.
Las estadísticas de la situación del juego y las apuestas en España arrojan peligrosas perspectivas, especialmente para los más jóvenes. Según datos de la Dirección General de Ordenación del Juego, la industria movió 669 millones de euros en términos de margen neto de juego, esto es, cantidades apostadas, en 2018, un 25,48% más que el año anterior. A esto cabe añadir que el número de jugadores online activos, los de menor edad, los que entran a través de dispositivos móviles en webs que para identificarlos solo preguntan si tienen 18 años, sin más controles, ha aumentado desde 289.770 en enero de 2013 hasta los 916.318 en el último dato disponible, que data de marzo de este año, lo que supone una subida del 216%.
“Sabemos que el 20% de los jóvenes entre 12 y 17 años juega, y hay estudios que ubican el inicio de estos comportamientos en los 14 años. Si antes una persona podía tardar cinco o seis años en engancharse a formas de apuesta como las máquinas tragaperras, ahora tardan apenas uno o dos años, porque pueden hacerlo tranquilamente desde casa”, detalla Juan Lamas, director técnico de la Federación Española de Jugadores de Azar Rehabilitados.
Son los frutos de un bombardeo: si en 2013 las casas de apuestas online invirtieron 111,5 millones de euros en conceptos como publicidad, marketing y bonos liberados, los conocidos 10 o 20 euros iniciales con los que estas empresas buscan seducir a potenciales clientes, en 2017 esta cifra casi se duplicó hasta los 221,8 millones. Los números reflejan una laguna en el sistema educativo: “Falta educación financiera. En secundaria, de 60 alumnos, a mis clases solo van 10 porque es una asignatura optativa. Y en Bachillerato también lo es”, comenta Alfonso Muñoz, profesor de Economía desde hace 12 años, que recoge la clase una vez acabado el taller contra la ludopatía. Su centro, confiesa el docente, maneja informes que alertan de que en 2º y 3º de la ESO (alumnos de entre 12 y 14 años) las apuestas online son ya un problema: “Con internet, todo se ha acelerado. En 1º de la ESO, los chicos ya empiezan a saber de estas cosas, y al año siguiente ya están jugando. Por eso, este tipo de sesiones son importantes”.
En su zona, por ejemplo, se ha dejado notar el efecto de dos casas de apuestas abiertas recientemente en la zona de Iglesia, a escasos 220 metros de su colegio. Una enfrente de la otra, con cientos de adolescentes recién salidos de clase pasando frente a sus puertas, ambas testimonian la buena salud de la que goza un sector que en España se alimenta de sangre joven.
Hacia un nuevo perfil de jugador
El pasado analógico. El perfil de ludópata, detalla Juan Lamas, director técnico de la Federación Española de Jugadores de Azar Rehabilitados, respondía hace décadas a un perfil bien claro: hombre casado de entre 35 y 45 años, con un trabajo fijo, cierto poder adquisitivo y tiempo libre.
La llegada de internet. De un tiempo a esta parte, explica el experto, la media de edad de la persona que cae en la ludopatía ha ido reduciéndose al tiempo que bajaba también el tiempo que se requiere para entrar en dinámicas negativas. El nuevo perfil es el de un hombre soltero, que no ha entrado aún en la treintena, y pertenece a un barrio obrero, donde la renta anual supera con dificultad los 20.000 euros, y donde, por tanto, la promesa de ganar un dinero fácil que ayude a salir de situaciones económicas ajustadas tiene aún más calado.
La proliferación de la sala de apuestas. El nuevo ludópata se inicia en el juego siendo un adolescente, apoyado por las nuevas tecnologías y orientado por casinos y casas de apuestas ubicadas cerca de colegios e institutos. En Madrid, por ejemplo, uno de cada cuatro centros de Bachillerato y de FP se encuentran cerca de un salón de juego, según un análisis elaborado por el diario El País. En la capital, además, el número de locales específicos de apuestas ha pasado desde 2013 de 47 a 190, es decir, un aumento del 304,26% en cinco años.