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Los millones del Estado que protegen a las grandes exposiciones de arte

Cultura ha garantizado con más de 30.000 millones de euros las principales muestras de la última década

Garantía del Estado para avalar exposiciones
Pablo Sempere

El Museo del Prado, que celebra estos meses su bicentenario, inauguró el pasado 2 de abril una exposición temporal con 12 obras de Giacometti, procedentes de tres centros de Suiza, Dinamarca y Alemania. Pero para que las piezas hayan podido viajar a Madrid, donde estarán hasta el 7 de julio, ha hecho falta más que simples papeleos, burocracia y desplazamientos: el Estado ha tenido que asegurar, con más de 220 millones de euros, la muestra.

Este aval, que recibe el nombre de Garantía del Estado, es una figura legal que existe en España y otros países por la que la Administración se compromete a garantizar la seguridad e integridad de las obras prestadas. De esta forma, el Estado responde a “una posible destrucción, pérdida, sustracción o daño que puedan sufrir las piezas desde el momento de la recogida en su lugar de origen hasta la devolución de las mismas en el lugar designado por el prestador, incluyendo el transporte y la estancia”, explica un experto del Ministerio de Cultura. Como primeros puntos importantes a tener en cuenta, prosigue, este préstamo solo puede ser solicitado por las instituciones dependientes del Estado, ha de ser aprobado por el Consejo de Ministros, debe ser publicado en el BOE una vez haya recibido luz verde y debe estar en sintonía con el valor que las obras en cuestión tienen en el mercado del arte.

Desde la implantación legal de este mecanismo en España, en 1988, no ha habido ningún incidente que haya obligado a poner en marcha la rueda de esta suerte de crédito, por lo que ningún euro destinado a este fin ha salido de las arcas públicas. Y ha sido mucho el dinero público que de alguna forma se ha visto comprometido a la seguridad de las piezas. Desde 2008, sumando cada curso hasta hoy, la cifra total ha superado los 33.000 millones de euros, llegando al máximo en 2015, cuando se avalaron más de 4.370 millones.

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El Estado, no obstante, tiene sus propios mecanismos para garantizar al máximo que no se pierda ni un euro. “La Garantía es un sistema combinado de seguro que aúna el préstamo público con una cobertura privada que el museo debe contratar”, continúa el experto. Así, si las obras garantizadas no superan el millón y medio de euros, la cobertura privada debe costear los primeros 12.000 euros si hay que reparar daños o desperfectos. Si el aval excede de los 15 millones, la entidad privada debe depositar los primeros 60.000 euros. En medio, una horquilla que recoge el resto de rangos y cantidades a abonar en función del valor de cada muestra.

Sin embargo, el mayor mecanismo de seguridad es el trabajo y las gestiones que los museos tienen que llevar a cabo para evitar cualquier posible susto y minimizar todo lo posible el riesgo. El primer movimiento comienza en el lugar de origen, inmediatamente después de que el prestador acepte acogerse a la Garantía del Estado. “Una vez que sabemos que tenemos el visto bueno, se elabora un informe para evaluar y dejar constancia del estado en el que se encuentra cada obra. Ahí es donde se ve si una pieza está lista para poder moverse o si necesita alguna puesta a punto antes de empezar el viaje”, explica Lucía Villarreal, jefa de servicio de exposiciones temporales del Museo del Prado. Ese informe, señala, una vez firmado por ambas partes, acompaña a cada obra durante todo el periplo, hasta el momento en el que regresa a casa.

Cuando la pieza está lista para viajar, prosigue Rosario Peiró, jefa del área de colecciones del Reina Sofía, llega el momento de planificar el desplazamiento y elegir embalaje y protección. “No es lo mismo preparar un cuadro para que viaje en camión desde otro punto de España a adecuarlo para que llegue en avión desde el otro lado del océano”. Los tipos de embalaje, de cajas, de envoltorios y de protecciones varían enormemente en todas estas situaciones.

Obras de Giacometti en el Prado.
Obras de Giacometti en el Prado.

El desplazamiento también tiene sus tejemanejes. Por ejemplo, en los casos en los que las obras van por carretera, cuentan las expertas, el camión tiene que tener sistemas de anclaje, de suspensión neumática, de monitorización y seguimiento, tecnología para mantener la temperatura y la humedad idónea en el interior y también disponer de dos chóferes para no tener que parar en zonas no habilitadas. De hecho, “si el valor de las obras transportadas es muy elevado, puede darse el caso de que vayan acompañadas de escolta”, recuerda Peiró. En todos los casos, además, las rutas que siguen los transportes son totalmente confidenciales.

Las medidas de protección no cesan una vez que las obras llegan a la entidad prestataria. Es muy habitual, señala Lucía Cassol, jefa del área de registro del Thyssen, que entre en escena la figura del correo, “una persona que representa a la institución prestadora y que da directrices sobre lo que debe y no debe hacerse con las obras”. Este experto, por ejemplo, es el que decide si la caja que transporta uno o varios cuadros debe permanecer abierta varias horas antes de empezar a colocar las obras, para así cerciorarse de que los objetos se amoldan sin prisa a la temperatura ambiente del destino.

El correo también explica cómo debe colgarse un óleo, cómo deben disponerse las esculturas o qué tipo de luz debe alumbrar cada obra, así como su intensidad. Y una vez todo está preparado, nada puede volver a tocarse hasta que las piezas comiencen el regreso a casa. “Por eso se llama seguro de clavo a clavo”, apunta Ariadna Robert, responsable de logística y registro en el Macba. “Tenemos todo muy medido y no dejamos casi nada a la improvisación. El correo decide incluso cómo hay que quitarle el polvo a una obra. O si un marco hay que cogerlo con o sin guantes”, describe Lucía Villarreal.

Cuando la exposición termina, se analiza cada obra tomando como punto de partida el informe previo al viaje. Y de esa forma se certifica que todo ha salido bien. “Esta garantía sigue existiendo porque tenemos una siniestralidad muy pequeña. En estos años nunca se han destruido o perdido obras”, afirma Rosario Peiró. Cuando sucede algo, matizan Lucía Cassol y Ariadna Robert, son desperfectos muy leves: un marco que se roza, una parte del cuadro que se desprende mínimamente, minúsculos daños causados por el polvo acumulado... “Pero nada serio”. Estos cuidados, esgrimen, permiten que este aval pueda seguir existiendo.

Los desperfectos más habituales suelen ser roces o daños mínimos, pero nada serio

El Museo del Prado, el Reina Sofía y el Thyssen forman parte de la escasa lista de instituciones que pueden acogerse a la garantía estatal. El Macba, al ser de titularidad autonómica, debe pedir la garantía que corresponde a la Generalitat, la única región del país que permite esta maniobra. “Sin ella, realmente no tendríamos capacidad para organizar exposiciones de gran calado, ya que supondrían una cantidad de dinero que en ningún caso tenemos”, señala Ariadna Robert. Como cálculo aproximado, ya que cada aseguradora privada manejaría unas cifras diferentes, Lucía Cassol toma como punto de referencia un 0,06% del valor de la muestra. “Para una exposición valorada en 200 millones habría que pagar en torno a 120.000 euros por un seguro”.

Los museos son conscientes de la responsabilidad que tienen a la hora de solicitar estas ayudas, que únicamente piden en los casos en los que las obras prestadas adquieren valores inalcanzables. “Quien solicita esta garantía lo hace con profesionalidad y responsabilidad, ya que sabe que tiene que responder ante cualquier problema. Es un sistema que deposita la confianza en las instituciones, y a nosotros nos toca asegurar que todo sale conforme está previsto”, dice Lucía Villarreal.

Lo más complicado de todo el proceso, continúa Lucía Cassol, no es organizar la seguridad ni coordinar los viajes, algo a lo que estas expertas ya están acostumbradas. Lo más difícil “es convencer a los prestadores de que la Garantía del Estado funciona, porque como nunca ha entrado en juego, no todos los coleccionistas o museos confían en que, si sucede algo, el dinero vaya a abonarse sin problemas”.

Sobre la firma

Pablo Sempere
Es redactor en la sección de Economía de CINCO DÍAS y EL PAÍS y está especializado en Hacienda. Escribe habitualmente de fiscalidad, finanzas públicas y financiación autonómica. Es graduado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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