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Perspectivas del robot directivo

Creatividad, reputación y liderazgo serán los tres ejes de crecimiento directivo

La actividad económica e industrial de naturaleza digital es el eje de crecimiento que más atención recaba, bien sea por la cuestión del impacto sobre la creación y el mantenimiento de empleos o bien sea por la renacionalización de determinadas políticas industriales. En el primer caso, hay numerosos estudios sobre la destrucción de puestos de trabajo, la transformación estructural de las relaciones laborales, la responsabilidad de la empresa en la transición hacia una economía digital y otras numerosas cuestiones de relevancia. El segundo grupo alcanza una dimensión estratégica en la gobernanza multinivel: las ciudades impulsan hubs de economía del conocimiento, las regiones quieren convertirse en marcos esenciales en la producción y gestión de suministros físicos o intangibles, mientras que los países pelean por la captura de puestos de trabajo. Es un escenario muy complejo, que demuestra cómo los intereses públicos y privados pueden colaborar en la reconstrucción de las oportunidades empresariales y laborales.

Ante este escenario de incertidumbre, cabe preguntarse qué función desempeñará el directivo y la formación ejecutiva. Ya conocemos que buena parte de la ciudadanía europea apoya un gobierno robótico, aunque ese camino no está exento de problemas de legitimidad y egos políticos. El gobierno robótico, á la mode, es una extensión natural de la tecnocracia y, me temo, la vuelta de los antisistema que tan bien ha delimitado Pepe Fernández-Albertos en su libro homónimo. La cuestión subyacente, pues, es saber qué habilidades habrá de tener el directivo y qué podrán aportar las escuelas de negocios a su preparación.

La transformación digital afecta a la dirección general a la manera de Mintzberg. El directivo robot estará pronto en los consejos de dirección, si bien no con forma antropomórfica. Ese directivo robot será el responsable de la información financiera, de la viabilidad de las propuestas económicas y de cualquier tarea estructurada, previsible y ordenada. Así, el robot no sustituye al directivo, si éste es capaz de centrarse en aquello que aporta valor a la compañía y reducir su intervención en aspectos menos relevantes. Son las otras habilidades directivas que hemos señalado en otra ocasión: geopolítica, adaptación al cambio, la comprensión del desorden informativo, la gestión de la transparencia y la vida en red. Estas áreas de actividad son aspectos que afectan a la cuenta de resultados y que requieren creatividad, reputación y liderazgo. Son tres ejes que habrán de abonarse en la selección de talento directivo y en su incorporación a las grandes empresas.

En el plano de la creatividad, es necesario incorporar metodologías que faciliten la innovación y el intercambio de ideas y experiencias. La creatividad es alérgica a lo establecido y a las jerarquías. Habrá que trabajar la gestión de los egos y reducir el lado oscuro del liderazgo. El primer directivo se ha convertido en un actor principal en la conformación de la reputación de las organizaciones, que personaliza los mensajes, dándole forma antropomorfa a la comunicación. La voz personal da profundidad a las cuestiones candentes, alinea los valores corporativos y las campañas de responsabilidad social, al tiempo que permite la intervención en cuestiones ajenas al mercado y el comportamiento financiero. Se apoya esta idea en la vinculación entre la participación del presidente en la esfera pública y la reputación de la compañía. Contiene una lógica económica, porque la reputación del CEO se extiende hacia la propia reputación de la compañía y puede representar hasta el 35% de dicho valor según Reputation Institute. Por último, el liderazgo habrá de entenderse como la construcción de proyectos integradores, que sean resultado de una decisión consciente, la asunción de responsabilidades y la gestión de la externalidades. El liderazgo directivo no es un título, sino una tarea para llevar a buen puerto los proyectos en un escenario que, ya sin otra solución, es abierto a la competencia y de naturaleza internacional.

El directivo robot crea valor, sin duda. Sin embargo, a corto plazo, aún tendremos otra clase directiva humana que tendrá que estar capacitados para el doble desafío de las relaciones laborales y las políticas industriales. Con creatividad, reputación y liderazgo, nos queda aún un largo camino por recorrer. De momento, la semana que viene en Ciudad Real, donde hablaremos de Tecnología y Trabajo bajo la dirección de Luz Rodríguez y el HT #DigitalWork y #FutureofWork.

@juanmanfredi

Acabo de publicar “Diplomacia corporativa: la nueva inteligencia directiva”, en editorial UOC.

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