La palabra de Jenny Holzer viste el Guggenheim
La artista estadounidense exhibe, hasta septiembre en Bilbao, una muestra de 150 obras de denuncia social
Tuvo una infancia difícil. Sabe lo que es sentir dolor y reconoce tener empatía para ponerse en la piel de otros, sobre todo de aquellos que sufren. No quiere salvar el mundo, solo vivir en paz, y para ello ha encontrado el arma, con la que poder aliviar, en parte, las desgracias ajenas: la palabra. Es la herramienta de trabajo que utiliza la artista estadounidense Jenny Holzer (Gallipolis, Ohio, 1950), que este jueves presentó cuatro décadas de carrera artística en una exposición, bautizada como Lo Indescriptible, en el Guggenheim de Bilbao. Recoge la muestra más exhaustiva de la creadora hasta la fecha, con unas 150 obras, repletas de crítica social, con el lenguaje distribuido en diversos soportes como medio de expresión, que permanecerá abierta hasta el 9 de septiembre y que cuenta con el patrocinio de la Fundación BBVA.
El espectáculo que presenta Holzer, cuya obra está presente tanto en el interior como en el exterior del edificio concebido por Frank Gehry, a través de ocho proyecciones de luz que se exhibirán hasta el 30 de mazo en cinco espacios de la fachada, orientada hacia la ría. Se trata de un deseo que la artista, según reconoció, ha visto cumplido, después de 22 años intentando llevar a cabo este montaje en el Guggenheim, museo al que permanece unida desde su apertura en 1997 y para el que preparó una obra especial, Instalación para Bilbao, instalada en el atrio y compuesta por cuatro columnas luminosas, de más de 12 metros de altura cada una. Desde el año pasado, esta obra se complementa con Arno Pair, una pareja de bancos de piedra, otro soporte que acostumbra utilizar. Ahora, el sueño hecho realidad es un juego de luces con 169 textos de 19 poetas internacionales y nacionales, algunos de ellos vascos, como Bernardo Atxaga, que emanan del agua y se deslizan sobre las curvilíneas formas de titanio.
Este es uno de los múltiples soportes, entre ellos papel, piedra, tela o placas metálicas, que Holzer utiliza para poner voz a aquellos que no pueden hacerlo y difundir mensajes, en ocasiones de dureza, sobre la violencia contra las mujeres, el poder, la guerra, las crisis humanitarias, el sexo o la muerte. Es el caso de la pieza Purple (2008), una impactante instalación con 20 rótulos de leds, con movimiento, ruido de combate y duros testimonios, tal y como detalló la comisaria de la muestra Petra Joos, de mujeres que sufrieron violaciones durante la guerra de la antigua Yugoslavia. En la misma sala, una pieza de nueva creación, I woke up naked, para esta ocasión, también en movimiento, traslada de un lado a otro mensajes de denuncia sobre la violencia de género.
Entre las obras escogidas también se incluyen los carteles con los Truismos (Truisms) y los Ensayos incendiarios (Inflammatory Essays), que se presentan con texto en cinco idiomas, placas de bronce fundido, letreros de metal esmaltado que hacen referencia a los comienzos de Holzer en el arte público, a través de pósters que ella pegaba en Nueva York y en los que la gente escribía comentarios, así como bancos y sarcófagos de piedra con inscripciones. Como añadido de estas obras se presentan dibujos, objetos y recuerdos pertenecientes al archivo de la artista. Pero como ella asegura, a pesar de que las instalaciones son muy vistosas, lo más importante es el contenido, el relato de personas agredidas.