Las embajadas vuelven a dar que hablar en el mercado inmobiliario
A la gestión de la sede principal se le añade la de la residencia del embajador y la del cuerpo diplomático En Madrid es difícil encontrar ubicaciones que tengan todos los requerimientos
En los barrios más céntricos y acomodados de las grandes ciudades españolas es corriente ver palacetes, construcciones históricas y otros grandes edificios con la bandera de un país ondeando en la fachada. Las embajadas y consulados, aunque con un peso minoritario en el sector inmobiliario debido a su tamaño, constituyen una de las partes más importantes de la rama más exclusiva del mercado del ladrillo. No es para menos. Estos edificios se convierten en la imagen del país al que representan en tierras extranjeras, y reciben a empresarios, al cuerpo diplomático de otros Estados y a grandes mandatarios, además de organizar importantes eventos. Por eso, dar con la localización perfecta no siempre es fácil.
“Madrid es un mercado complicado para encontrar lo que todo el mundo quiere. Los países tienen muchos requisitos, y si juntamos todas las casuísticas, vemos que no siempre es fácil hallar la ubicación perfecta. Además, debido a la burocracia, y a que el proceso decisorio suele ser largo, muchos pierden su oportunidad”, cuenta Paloma Pérez, directora de la inmobiliaria Engel & Völkers, que desde hace algo más de un mes gestiona y asesora al cuerpo diplomático de todos los países sobre el mercado de la capital.
Conviene recordar, prosigue Pérez, que alrededor de una embajada se mueven muchos profesionales y, por consecuencia, otros activos inmobiliarios. Es decir, la embajada o el consulado nunca van solos, sino que tienen detrás, entre otros, la residencia particular del representante del país y las residencias del resto del cuerpo diplomático. Y eso acota mucho más la búsqueda.
Las embajadas son las que más exigencias tienen. “Necesitan una ubicación prémium y un parking amplio. Los países también quieren un edificio único para poder poner la bandera y utilizar la fachada en su conjunto”, narra Paloma Pérez. Pero por encima de todo está la seguridad, la parte más importante de este lote inmobiliario. “También suelen querer espacios amplios en la zona de recepción y en los salones y comedores, y también jardín”, añade Cristina Veral, directora de la oficina de Conde de Orgaz en De Salas Consultores Inmobiliarios, otra de las firmas que trabaja frecuentemente con el cuerpo diplomático.
A todo esto se le añade el perfil con el que estas empresas suelen trabajar. “Son tradicionales. Los edificios modernos y abiertos no les van. Necesitan salas cerradas para reuniones y zonas privadas y confidenciales. Los espacios abiertos, sin paredes, todo de lo que se habla ahora, no les cuadra”, detalla Paloma Pérez. Y esto se traslada al diseño de los edificios: “Tienen predilección por los históricos, los que son más tradicionales”, añade.
A día de hoy, narra Pérez, hay varias embajadas que quieren moverse. “Unas porque, en su momento, contaban con presupuestos más elevados y tienen que ajustarse a los nuevos, y otras porque seleccionaron mal la ubicación y quieren irse a zonas más representativas. Ahora, varios países están buscando”. Tal y como cuenta Cristina Veral, muchas sedes siguen situándose todavía en el centro de Madrid, en conocida milla de oro. “Pero en los últimos años se ha producido un movimiento hacia el exterior, dejando las zonas más nobles y trasladándose a las mejores áreas residenciales, como La Moraleja, Puerta de Hierro o Conde de Orgaz”.
Algunos países, de hecho, han vendido sus embajadas en el centro de la ciudad para situarse en lugares representativos de la periferia. “Las razones fundamentales son, en muchos casos, la obsolescencia de los edificios, la necesidad de mayor espacio y la seguridad”, argumenta Veral. Un caso reciente es el de la embajada británica, recientemente trasladada a Torre Espacio, donde ya están Holanda, Australia y Canadá, “pues cumple con fuertes protocolos de seguridad”.
Otro frente que tienen que atajar las inmobiliarias es el de la vivienda del embajador, mucho más volátil que la sede principal, ya que suele cambiar cada cuatro años, por lo que normalmente los países se decantan por el alquiler. “El embajador o cónsul quiere una vivienda de alto standing, y suele haber presupuestos bastante amplios”, apunta Pérez. El embajador, además, no quiere vivir cerca de la embajada, “sino al lado del colegio de los niños u otras ubicaciones. Por eso, así como hay lugares donde se concentran la mayor parte de las sedes, no ocurre lo mismo con las residencias”. A esto se le suma la vivienda del resto del cuerpo diplomático, que debe estar cerca de la del embajador. “Los presupuestos aquí son más ajustados, y como no suelen tener conocimiento de la zona y de los precios, es donde más trabajo tenemos que hacer”, cuenta Paloma Pérez.
Este mercado también sirve para vislumbrar las diferencias culturales entre regiones. Así, mientras que la mayoría de los países occidentales siguen estando en el centro de la ciudad, los asiáticos prefieren los barrios exclusivos de la periferia. “También se ve en lo relativo a la toma de decisiones. El proceso de alquiler y venta es mucho más lento en los países asiáticos que en los europeos”, señala Cristina Veral. “Otras, como la embajada italiana, la francesa, o la de Estados Unidos, se esfuerzan en comunicar su ubicación para darse a conocer”, apunta Paloma Pérez.