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Erwan Camphuis: “Hay mucha sastrería, pero pocos trajes bonitos”

Dirige la sastrería parisina Cifonelli, una de las mejores del mundo En confeccionar un terno de 6.500 euros se invierte unas 80 horas

Erwan Camphuis, director de la sastrería parisina Cifonelli.
Erwan Camphuis, director de la sastrería parisina Cifonelli.Manuel Casamayon
Paz Álvarez

Su vida ha sido un continuo viaje por distintos países, influido por el carácter de su padre, de origen holandés. Erwan Camphuis (Neuilly-sur-Seine, Francia, 1970) vivió en Sudáfrica, cursó estudios de Derecho y de Finanzas en China, también se formó en Reino Unido, donde conoció a su esposa, una española que le descubrió su país donde reside, después de haber trabajado en nueve naciones diferentes y haber tenido a sus cinco hijas en varios puntos del planeta. “Las hemos pasado canutas, pero hemos sido felices”. Trabajó en Inditex, en el área internacional, y desde 2014 dirige desde España la firma de sastrería Cifonelli, considerada una de las mejores del mundo desde que montó en 1880 su primer atelier en París. Compagina esta actividad con la inversión en empresas, sobre todo de artesanía y de alta gama, que necesitan “apoyo humano, financiero y conocimiento”, como las empresas de ropa de hogar, la francesa Descamps, o la italiana Zucchi Bassetti.

R. ¿Qué diferencia a Cifonelli de otras marcas de la competencia?
R. Está considerado, desde el punto de vista estético, como el mejor traje del mundo. Lleva 138 años en el mercado y sigue teniendo clientes fieles de distintas generaciones. La firma acaba de pasar por dos pedidas de mano, pero la familia Cifonelli no quería entrar en un gran grupo empresarial, porque no iban a tener la certeza de que su ADN, basado en el trabajo manual y de calidad, así como su historia, fueran a ser respetados. Es fácil democratizar un producto y perder la esencia.
R. Y los Cifonelli decidieron apostar por un grupo inversor pequeño.
R. Era importante garantizar que se iban a hacer las cosas como se deben hacer. Es un trabajo que requiere conocimiento y tiempo para garantizar la calidad. Cuando se va a volumen se estandariza todo. Queríamos seguir haciendo un trabajo manual de sastrería, con una distribución más selecta, a través de apartamentos privados en los que recibimos a los clientes. Tenemos que replicar el éxito que ha hecho grande a la firma en estos 138 años de existencia.
R. ¿Qué función tiene un inversor?
R. Seguir haciendo que las marcas en las que invierte sean especiales y ampliar el negocio, aunque nunca será un proyecto masivo, ya que el volumen no describe el éxito de una marca. Personas y diseñadores con gusto, como Karl Lagerfeld, Ralph Lauren o Hubert de Givenchy se han vestido de Cifonelli, eso es un indicador de que se hacen las cosas bien, y que no se debe perder. Los grandes grupos son una maquinaria enorme, pero eso no significa que lo hagan mejor que los demás.
La autenticidad es lo que seduce a los clientes y es lo que atrae a los jóvenes, que piden más legitimidad al lujo
R. ¿Cuánto cuesta hacer un traje suyo?
R. Un traje lleva 80 horas de trabajo, requiere unos 10 años de formación de los sastres, un oficio que no se aprende en ninguna escuela, ya que se trata de montar y de desmontar, de experiencia. Esa autenticidad es la que ha seducido a los clientes. Todos nuestros trajes tienen ese componente manual, incluso los de prêt-à-porter llevan un 50% de elaboración a mano. Eso es algo que aprecia el cliente y atrae a los jóvenes, que piden más legitimidad al lujo.
R. ¿Cuál es su seña de identidad?
R. No es diseño ni moda, la esencia de un sastre es resaltar la figura, la personalidad, el cuerpo del cliente. En 1926 se diseñó la espalda que es seña de identidad de la marca. En aquella época, los tejidos pesaban mucho y era complicado cambiar los telares. Un traje antes pesaba 600 gramos y ahora pesa 240. Era una armadura, pero aquí se esmeraron en hacer que el cliente no sintiera la chaqueta, que siempre la tenía colocada en una silla de lo incómoda que era. Trabajó la espalda para que el peso estuviera repartido y con movilidad. Se metió un centímetro de tela en las costuras para ganar en movimiento, ahora lleva ocho centímetros. No hacemos moda, hacemos un producto que hace sentirte extraordinario.
R. ¿Qué tipo de cliente tienen y cuánto cuesta un traje?
R. Tenemos clientes de todas las edades, que entienden y valoran el producto extraordinario. Saben que es una prenda que tienen que tener por su refinamiento, aunque no la usen todos los días. Acaba de hacernos un encargo, por ejemplo, un chico de 22 años de Australia. Y el precio de un traje a medida, confeccionado con fibras naturales y materias nobles, es de 6.500 euros, y el de prêt-à-porter unos 3.500 euros, ya que la mitad de su manufactura es a mano. Un sastre sabe dónde hay que darle holgura a un traje, ya que este debe ser confortable.
R. ¿Cómo se enfrenta una compañía como la suya al fenómeno de la casualización del atuendo?
R. La sastrería es una técnica, y si quieres algo bonito hay que hacerlo de manufactura. El mercado en los últimos 20 años ha puesto en marcha mucha sastrería, pero los trajes no son bonitos. Se le ha quitado la esencia a la belleza de un traje. Reconocer el lujo es reconocer el valor de la artesanía.
R. Este tipo de negocio tan personalizado, ¿puede tener cabida en el mercado online?
R. El negocio digital lo entendemos como un servicio al cliente, que puede adquirir por esta vía una corbata o una camisa, pero un traje tiene que quedar perfecto y es muy difícil que sin probarlo se consiga.

Sobre la firma

Paz Álvarez
Periodista especializada en gastronomía. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, tiene un programa de desarrollo directivo por el IESE. En 1993 comenzó a escribir en la sección de Madrid y, en 1997, se incorporó al diario CincoDías, donde creó la sección de Directivos y ha sido jefa de la sección de Fortuna hasta 2022.

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