La filantropía del siglo XXI va más allá de la limosna
Las donaciones por caridad dejan paso a proyectos de impacto real Las fundaciones tienen a su alcance nuevos métodos de financiación y ayuda
Cada cierto tiempo, desde EE UU llegan noticias de donaciones o aportaciones millonarias de las grandes fortunas de aquel país. La última, los 18.000 millones de dólares que el magnate George Soros ha transferido, desde su fortuna personal, a la fundación Open Society, que él mismo preside, y cuyos proyectos se centran, sobre todo, en educación, juventud, ámbito sanitario y transparencia en la gobernanza.
Una actividad que refleja el sentido y el significado de la filantropía, el cual va más allá de una donación a fondo perdido. “No es dar caridad. Es un concepto que se ha profesionalizado y que hoy, más que nunca, invita a la sociedad civil y la iniciativa privada a la construcción de un tejido social”, la definición la presidenta de Women Together México, Lorenza Dipp, en la jornada La filantropía del siglo XXI:re-evolución filantrópica, organizada por Cuatrecasas. Particulares o corporaciones que aportan su patrimonio, normalmente a través de fundaciones, para llevar a cabo “proyectos a largo plazo, que quieran conseguir un cambio eficaz, eficiente y sostenible”, como describió Maribel Villaró, socia de Cuatrecasas.
En España no existen datos concretos sobre el dinero que mueve cada año la actividad filantrópica. Sí se conoce el número de fundaciones activas, 8.866, con una dotación económica conjunta de 7.466 millones de euros. Ambos datos, recogidos por la Asociación Española de Fundaciones, corresponden a 2014, y reflejan una pérdida de 728 fundaciones en ocho años. Las necesidades de la sociedad precisan de entidades sólidas, como explicó la presidenta de la Fundación Rafael del Pino, María del Pino: “Las fundaciones son organizaciones que necesitan un patrimonio que se debe gestionar eficientemente. Sin él no hay proyectos. Por eso es necesario tener beneficio, para mantener ese valor y ser sostenible. Sin ánimo de lucro no debe significar con ánimo de pérdida”.
Para ello, Del Pino expuso los principios que rigen la fundación que preside:esa preservación del patrimonio; una estructura pequeña, “para no desviar el destino y el sentido de los fondos”;y unos objetivos claros y siempre con un deseo de cumplirlos desde la excelencia. Esa nitidez de ideas fue lo que cambió el rumbo de los proyectos de la Fundación Open Value. Su presidenta, Mª Ángeles León, explicó cómo durante los primeros años de andadura, veían que sus iniciativas, centradas en el continente africano; no funcionaban. “Dábamos apoyo, pero al cabo del tiempo, esos proyectos volvían a necesitar dinero. Dar y dar todo el rato les creaba dependencia, y nos hacía pensar que si un año no teníamos los fondos, todo se iría por la borda”. Cambiaron el foco hacia proyectos sostenibles en el tiempo, basados en escuchar a quienes van a recibir la ayuda. “Se trata de crear inversiones de impacto. La ayuda tiene que ser sostenible en sí misma. No se trata de dar el pez, sino de enseñar a pescarlo”, ejemplificó. León también habló de las nuevas formas de financiación de estos proyectos, como los fondos de impacto social: “Se trata de que la gente que invierte en empresas cotizadas lo haga también en las que se dedican a estas cuestiones. Aunque el retorno no sea tan alto, el impacto social lo compensa todo”.
Otra aproximación novedosa a la filantropía la llevan a cabo en las Fundaciones Edmond de Rothschild, como describió su director general en España, Antonio Salgado. Este definió su actividad en este campo como “emprendedores de la filantropía”. Esta entidad actúa como plataforma de desarrollo de emprendedores de impacto social y otras fundaciones. “Es un formato de lanzadera para llegar más lejos. Nuestro objetivo cuando hacemos las cosas es contribuir a conseguir el cambio”, explicó Salgado.
Entre 2008 y 2014 desaparecieron 728 fundaciones. Su solvencia y solidez económica es esencial para acometer proyectos sociales
Pero a la filantropía moderna aún le quedan obstáculos por salvar.Lorenza Dipp enumeró la corrupción, que lleva al descrédito de muchas organizaciones;la falta de indicadores de evaluación de los proyectos; una escasez de incentivos fiscales; destinar esfuerzos a causas ambiguas sin un análisis a fondo; o el individualismo, “guardarse recelosamente en qué proyectos se invierte para presumir de éxito individual”. Las soluciones, una filantropía profesionalizada, “que fiscalice los flujos, maneje presupuestos y ponga inteligencia empresarial y financiera”, y la formación de profesionales de alta cualificación:“Intervenir socialmente requiere hoy más estrategias y personas especializadas, y menos ímpetus puntuales”.