Invertir en Bolsa por menos de lo que cuesta una barra de pan
Las acciones de una decena de valores del continuo valen menos de 50 céntimos Son en su mayoría chicharros: valores volátiles y con problemas
El mito de los traders en Bolsa que mueven inmensas cantidades de dinero no es muchas veces nada más que un espejismo. Escondidos por un mercado que impulsan los blue chips a golpe de grandes transacciones, la Bolsa acoge también valores en los que se puede invertir el dinero suelto del monedero. Una decena de compañías cotizan a un valor por acción inferior a los 50 céntimos. El mismo precio de una de esas barras de pan ultracongeladas y después recalentadas, a la venta en muchos súper españoles. En concreto, esas gangas del mercadillo de la Bolsa son Abengoa, Urbas, Sniace, Inypsa, Deoleo, Amper, Coemac (antigua Uralita), Codere y Natra.
Conviene que el inversor que quiera entrar en las empresas más baratas valore el riesgo que pueden entrañar. Muchas de las compañías citadas constituyen lo que en la jerga bursátil se llama chicharros. Son valores con una baja capitalización, problemas en su negocio y una alta volatilidad.
Un ejemplo de ello es Abengoa. La otrora líder en energías renovables y miembro del Ibex 35 cuenta hoy con las acciones más baratas de la Bolsa española. Por poco más de un céntimo (el límite para cotizar en España), un accionista puede adquirir un título B, mientras que los A cotizan a 4 céntimos. Tener uno de los últimos otorga 100 derechos de voto, mientras que los primeros solo uno. Las acciones de Abengoa han caído un 98% desde 2015. Entonces la compañía solicitó el preconcurso de acreedores arrastrada por su elevada deuda. En la actualidad se encuentra en pleno proceso de reestructuración para abonar sus deudas y garantizarse la viabilidad.
El inmobiliario es un sector paradigmático de ese paso de la efervescencia a la languidez bursátil en los últimos años. La recuperación del ladrillo y la creación de un nuevo vehículo de inversión (socimi), sin embargo, han reducido el número de empresas del sector en el vagón de cola de la Bolsa a Urbas. Con un precio de unos 1,7 céntimos por acción, se encuentra en pleno proceso de fusión con su competidor Alza Real Estate. Esta inmobiliaria ya controlaba en abril más del 20% del accionariado, reducía el capital circulante por debajo del 1% y abría la puerta a presentar una opa de exclusión.
Otro sector representado es el papelero a través de Sniace, cuya acción cuesta 18 céntimos. Tras haber entrado en concurso de acreedores en 2013 y haber salido de esa situación dos años después, amplió capital y captó 11,7 millones de euros para tratar de olvidar el desequilibrio patrimonial. El inversor que quiera aprovecharse de unas acciones de Sniace tan baratas debe darse prisa. La compañía aprobó en el último consejo un contrasplit de 10 a 1. Es decir, agrupará diez acciones antiguas en una nueva, cuyo precio será de 1,8 euros, y abandonará el grupo de los valores con un menor precio de la Bolsa.
Un aumento de precio en sus títulos que no tiene por qué restarle interés a los inversores. Normalmente no se fijan solo en que el precio sea muy bajo, sino que el coste de cada participación dé buena cuenta de la situación financiera de la compañía. Algo que pesa sobre los títulos de Inypsa. A pesar de que sus acciones valen 17 céntimos, el mercado piensa que deberían estar mucho más baratas. El PER de la ingeniería (el número de veces que su beneficio se contiene en el precio de la acción) es de 119,05 veces, uno de los más altos de la Bolsa española. Y eso que la compañía consiguió en 2016 abandonar las pérdidas gracias a los extraordinarios obtenidos por la venta de su participación en Instituto de Energías Renovables. Una noticia que no termina de capitalizar en Bolsa. De hecho, sufre un fuerte varapalo desde que el consejo de administración decidiera en abril acometer una ampliación de capital de más de 30 millones de euros.
Otra compañía de este grupo que trata de solventar una difícil situación financiera es Deoleo. Tras declarar en febrero que se encontraba en causa de disolución por la devaluación de sus activos, trata de escapar con una operación acordeón. Reduce capital para después ampliarlo. El mercado todavía no se fía y sus acciones han caído más de un 10% desde principios de año hasta los 20 céntimos. La puntilla la puso en julio Standard & Poor's, cuando rebajó su rating y lo hundió en el bono basura.
Una deuda galopante de la que tratan de deshacerse es una situación común a muchas de estas compañías. Este es el caso de Coemac, donde la necesidad de amortizar el pasivo le lleva a desprenderse de algunas de sus unidades de negocio. En 2015 perdió la división de aislantes y en junio hizo lo propio con el de yesos. También Codere, con una cotización de 43 céntimos por título, trata de zafarse de sus problemas financieros más acuciantes tras reestructurar su deuda y alcanzar un pacto con los bonistas. Algo que no da un espaldarazo definitivo a sus cuentas. Tampoco remontan las cuentas de la chocolatera Natra que en 2016 volvió a pérdidas y es la compañía con menor capitalización en la Bolsa, de 23,3 millones. La marejada interna en la gestión también pesa en la cotización de estas empresas. Es el caso de Amper, que este junio remodeló el 60% de su consejo tras un conflicto por su política de retribuciones.