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Comercio

El impuesto a la sombra que indigna en Italia

Un pequeño pueblo del Véneto se alza contra un impuesto casi desconocido

Sombras de peatones por la calle.
Sombras de peatones por la calle.EFE

Entre las innumerables tasas que afligen a los italianos hay una que ha indignado a un pequeño pueblo véneto: el “impuesto a la sombra” que, como su nombre indica, grava la sombra que los letreros de las tiendas proyectan sobre las aceras.

Bruno Allegranzi gestiona desde 1979 una tienda de productos para el hogar en Conegliano (nordeste), en plena zona del vino “Prosecco”, y el 2 de diciembre recibió una carta en la que se le conminaba a pagar una tasa que hasta entonces desconocía: era “el impuesto a la sombra”.

“No sabía de qué se trataba porque ya había pagado el impuesto de publicidad. Acudí a las oficinas y me dijeron que la proyección de mis letreros ocupan suelo público, hacen sombra y por eso ocupan suelo público”, recordó el comerciante en una conversación con Efe.

Allegranzi aseguró que se sintió “alucinado” y en un primer momento creyó que era una broma ya que, en sus cuarenta años de actividad, no había recibido una notificación similar a pesar de que el impuesto se introdujo en 1993 y es de carácter nacional.

Sospecha que esto se debe a que anteriormente la tasa iba incluida en el grueso del impuesto por ocupación del suelo público y en esta ocasión aparecía separado, lo que llamó su atención.

Por eso se puso en contacto con la Confederación General de Empresas (Confcommercio), que le han asesorado sobre el origen de este controvertido gravamen y con quienes ha movido hilos para pedir su inmediata suspensión por considerarlo surrealista.

El presidente de Confcommercio en Conegliano, Luca Ros, explicó a Efe que este gravamen “es aplicado a los letreros que reflejan o podrían reflejar su sombra sobre el suelo público”.

Da igual que haya sol o esté nublado, que llueva o que sea de noche, a la hora de recaudar lo que se tiene en cuenta es si la hipotética sombra del letrero, en caso de existir, se proyectaría sobre el suelo público.

Tal es así que Allegranzi ha tenido que pagar a pesar de que uno de sus letreros está en una estrecha calle de sombra y otro bajo un pórtico, comenta descorazonado.

En Conegliano únicamente diecinueve tiendas deben hacer frente a este impuesto, del que se librarían si, en vez de estar frente a un área pública, su acceso estuviera precedido por un espacio privado como, por ejemplo, una zona de una comunidad de vecinos.

A la hora de calcular el importe de la tasa se tiene en cuenta el tamaño del letrero y su espesor y se paga a un precio de alrededor de ocho euros y medio por metro cuadrado.

En definitiva, no son muchas las tiendas afectadas por el impuesto y tampoco deben desembolsar una enorme cantidad de dinero, pero la denuncia del mencionado comerciante ha provocado el enfado del sector y la reacción de la administración local.

El alcalde de Conegliano, Floriano Zambon, aprobó el pasado lunes una modificación en la reglamentación municipal por la que durante este año los comerciantes no deberán pagar el “impuesto a la sombra” y ha escrito al Ministerio de Economía para pedir su reconsideración.

El impuesto de la discordia no emanó de la administración local sino del Estado central que, con un decreto legislativo aprobado en 1993 y modificado en 1997, equiparó la ocupación de suelo público a la sombra que bares o tiendas proyectan sobre las calles.

En la actualidad, el “impuesto a la sombra” no es muy conocido en Italia pues la enorme mayoría de sus ciudades se atienen al canon de ocupación de suelo público (COSAP), un impuesto único que ya incluye esta polémica tasa en su precio total.

Desde Confcomercio aseguran que darán la batalla para que el Ministerio de Economía y Finanzas italiano suprima este impuesto que el secretario de esta organización, Luigino Longo, tildó de “absurdo” en declaraciones a Efe.

Longo señaló que esta imposición se debe a una lectura estricta de la normativa nacional por parte de la sociedad encargada de recaudar impuestos en el municipio.

Italia es uno de los países con los impuestos más altos del mundo y amplia es la lista de gravámenes de discutible moralidad que campan por su enrevesada burocracia.

Es el caso del precio del carburante, entre los cinco más caros de Europa y en el que figuran tasas aprobadas en tiempos pretéritos y jamás canceladas, como una destinada a sufragar la guerra de Etiopía de 1935 o la inundación de Florencia de 1966.

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