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Tribuna
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El mundo líquido de Bauman

Pontificó contra la superficialidad del momento, tanta información y tan poco tiempo para profundizar, tanto tuit y tan poca base detrás

La muerte de Zygmunt Bauman se ha colado en los telediarios como un paréntesis de filosofía entre tragedias y terrorismo sin darnos cuenta de que la vida del pensador polaco y su obra no fueron precisamente ajenas a esas lacerantes realidades.

Bauman usó la metáfora del jardinero para explicar su visión del mundo moderno, pensaba que habíamos pasado de ser guardabosques a jardineros. La tarea principal de un guardabosque es proteger el territorio a su cargo de cualquier interferencia humana, defender y preservar el equilibrio del ecosistema natural. Ese era el mundo premoderno que había dado paso a una modernidad con jardineros. El jardinero da por sentado que no habría orden en su jardín si no fuera por sus cuidados. Diseña en su cabeza las plantas que crecerán y su disposición, y luego lo convierte en realidad arrancando las malas hierbas.

Bauman fue siempre una mala hierba: en su Polonia natal, cuando tuvo que huir primero del totalitarismo nazi y luego del estalinismo. Mala hierba también por criticar, siendo judío, el sionismo, y mala hierba en los últimos días de su vida desde su cátedra de Leeds viendo muy de cerca el retorno del odio al extranjero con el brexit.

En 2014 visitó nuestro país y en la Fundación Rafael del Pino siguen tronando sus palabras: “Somos indiferentes a los pobres porque hemos ahogado el impulso natural a ayudar al otro, las normas éticas están en crisis total porque lo que prima ahora es la competencia”. Una “competencia” que Bauman introdujo en su metáfora como los cazadores, aquellos que en el jardín luchan encarnizadamente por obtener presa porque no saben hacer otra cosa. No batallan por sobrevivir, ni siquiera por mantener un orden natural o artificial, sino que cazan, compiten por inercia sin tener en cuenta sus consecuencias. El mundo posmoderno para nuestro protagonista es mucho peor y se le ha borrado el rostro humano.

"Dedicó su vida a luchar contra el totalitarismo y sus ideas inspiraron populismos de nuevo cuño”

Poco le hubiera gustado al viejo pensador leer este artículo que analiza su obra sin incluir luces y sombras. De hecho, Bauman pontificó contra la superficialidad del momento, tanta información y tan poco tiempo para profundizar, tanto tuit y tan poca base detrás. Su propio pensamiento sufrió el momento que tanto criticó y su concepto mundo líquido se ha convertido en un eslogan que cada uno interpreta a su manera. De ahí la controversia con respecto a su figura, puesto que dedicó toda su vida a luchar contra el totalitarismo pero sus ideas acabaron inspirando populismos de nuevo cuño, o criticó con fuerza al propio capitalismo que con su sistema de libertades permitió que se convirtiese en un icono global. Tampoco fue capaz de superar el diagnóstico del momento actual, magistral por cierto, y llevarlo a soluciones concretas para nuestras sociedades.

Es sabido que el sociólogo acuñó el término de mundo líquido para definir el estado fluido y volátil de la actual sociedad, sin valores demasiado sólidos, en la que la incertidumbre por la vertiginosa rapidez de los cambios ha debilitado los vínculos humanos. Están haciendo agua desde los Estados a las familias, pasando por los partidos políticos, Gobiernos que ya no mandan, los puestos de trabajo que antes nos daban seguridad y que ahora no sabemos si durarán hasta mañana. El mundo está inmerso en lo que se ha venido a llamar la cuarta revolución industrial y en una disrupción tecnológica que junto con indudables avances también está produciendo intensos desafíos de todo tipo: sociales, económicos y, por supuesto, personales. Varios investigadores americanos le han bautizado como un mundo VUCA (del inglés volatility, uncertainty, complexity, ambiguity) y no son pocas las organizaciones que han grabado ese acrónimo en lo más vistoso de sus planes estratégicos.

Alguien puede pensar que el diagnóstico de Bauman no es nuevo, pero nadie duda hoy de su clarividencia, y desde que en el año 2000 formuló su teoría en su libro Liquid Modernity hasta hoy en día, esa liquidez lo ha impregnado todo. Para Bauman la peor consecuencia de todo ello es el individualismo reinante y la renuncia a un humanismo que cada día se hace más necesario volver a abrazar. Basta estar solo unos minutos delante del mismo televisor que nos anunció su muerte esta semana para constatarlo.

Iñaki Ortega es doctor en economía y director de Deusto Business School.

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