La contabilidad no está muerta del todo
Un libro sugiere renovar la forma de anunciar los resultados corporativos, adaptándola a la era de internet
Las acciones de un fabricante de armas se desploman después de la elección de un presidente de Estados Unidos amigo de las armas de fuego, porque una victoria de su rival podría haber provocado una avalancha de compras de última hora. Las acciones de un banco alemán se hunden al anunciarse que el Gobierno promete no rescatarlo. En ambos casos, una información nueva genera un cambio significativo en el valor de la empresa. Y en ambos, las cuentas financieras no habrían servido de nada.
El libro The End of Accounting (El fin de la contabilidad) parte de la premisa de que los números que publican las empresas cada tres, seis o 12 meses ya no están a la altura. Los balances apenas han cambiado desde el siglo XIX. Las declaraciones de pérdidas y ganancias fueron concebidas antes de la Segunda Guerra Mundial. Ambos son más adecuados para las empresas que producen bienes físicos, y para los inversores que no actúan en millonésimas de segundo. El resultado es que estas resmas de papel –o de texto online– ya no mueven las valoraciones corporativas.
El argumento principal de los profesores Baruch Lev y Feng Gu es difícil de discutir. Los autores comienzan comparando las cuentas de la acerera U. S. Steel de 1902 con las de 2012: los contenidos financieros básicos son los mismos. La estadística más sorprendente del libro es que lo que se publica en los informes financieros supone solo el 5% de la información que utilizan los inversores en Bolsa.
El valor de las mercancías que se mueven en las webs de Alibaba es una de las cifras más importantes, pese a que sea totalmente diferente de los ingresos
Uno de los fallos de la contabilidad que destacan es el tratamiento de los activos intangibles. Si se compra una marca, aparece en el balance con el precio de la compra. Si se construye desde cero, puede parecer que no tiene ningún valor. Esa distorsión crece, pues las empresas han aumentado su inversión en estos activos difíciles de valorar un 60% en las últimas cuatro décadas, al tiempo que han reducido la inversión en tangibles en más de un tercio.
Sobrevolándolo todo está internet, que ha llevado al límite la contabilidad tradicional. En una presentación de resultados de Netflix, cuentan los autores, los analistas hacen preguntas que tienen poco que ver con los números recién publicados. Siendo justos, son los negocios online los que llevan las riendas de la situación. La mayor parte de datos interesantes de los informes de Facebook y similares no están incluidos en las NIIF; a veces son engañosos. El valor de las mercancías que se mueven en las webs de Alibaba es una de las cifras más importantes para el minorista, pese a que sea totalmente diferente de los ingresos.
El auge de los mercados emergentes ha afectado aún más a la utilidad de la contabilidad financiera. ¿Cuándo es vinculante un contrato? En China y algunos otros países asiáticos la respuesta podría ser que mucho antes de empezar a escribir. El activo más importante en muchas empresas chinas –aunque no aparece en el balance– es el chop, un sello que se utiliza para firmar documentos importantes. Perderlo es perder el control de la empresa.
Lev y Gu no son, por supuesto, los primeros en celebrar un funeral por la contabilidad. Autores como Thomas Johnson y Robert Kaplan argumentaron en la década de 1980 que los directivos estaban confiando en los datos equivocados para tomar decisiones. Accounting for Growth (Contabilidad para el crecimiento), de Terry Smith, describió a principios de la década de 1990 cómo manejaban las empresas la contabilidad para engañar a los inversores dentro de la ley.
Pero The End of Accounting sugiere nuevas y audaces soluciones. La principal es el “informe sobre recursos estratégicos y sus consecuencias”, una recopilación de datos basada en lo que los inversores realmente quieren saber, desde el estado de las marcas y las patentes hasta los cambios estratégicos que ayudarían a predecir el futuro y entender el pasado. Otra propuesta es abandonar los informes trimestrales de la mayoría de parámetros financieros y centrarse en la calidad en lugar de en la frecuencia.
Uno de los cambios más importantes también sería el más sencillo. El beneficio económico –la ganancia que queda después de cubrir el coste de capital– todavía no tiene un lugar oficial en las cuentas empresariales. El resultado es que los inversores confían demasiado en las cosas equivocadas. Lev y Gu incluyen el beneficio económico en su propuesta de resumen de recursos. Si los reguladores y las empresas adoptan solo una de sus recomendaciones, que sea esta.