El talento que se esconde detrás de una beca de investigación
BBVA concede 60 ayudas para desarrollar proyectos individuales
Desarrollar cristales inteligentes para ahorrar energía, encontrar materiales que reduzcan las emisiones de partículas que se originan por desgaste de las pastillas de frenos o analizar el impacto económico de los acuerdos de la Cumbre de París. Estas tres propuestas son algunas de las 60 ayudas individuales que la Fundación BBVA ha concedido en la tercera edición de su programa anual de Ayudas a Investigadores y Creadores Culturales.
Javier del Campo, químico por vocación, es uno de los galardonados de esta ayuda. “Llevo año y medio intentado arrancar esta línea de investigación”, sostiene. A partir de ahora, este vasco que trabaja en el Instituto de Microelectrónica de Barcelona (perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas) tiene como objetivo estudiar las posibles aplicaciones de materiales electrocrómicos: materiales que cambian de color con el paso de una corriente eléctrica, para transformarlos en sensores electroquímicos.
“Se trata de que el propio sensor, a través del cambio de color te de una lectura directa de la sustancia que se analiza”, explica Del Campo. Pone otros ejemplos como ciertos espejos retrovisores de algunos vehículos o el cristal de las ventanas de algunos aviones.
En el caso de los edificios, la investigación se centra en estudiar materiales que sean capaces de absorber parte de la energía solar que recibe el cristal, sin impedir el paso de la luz. “El objetivo se centra en crear un sistema más eficiente que sea capaz de ahorrar energía”, argumenta este químico.
En una línea muy similar se encuentra Fulvio Amato. Este geólogo de origen italiano e investigador posdoctoral del CSIC, comenzará en enero de 2017 a investigar nuevas composiciones de pastillas de frenos para vehículos con el objetivo de encontrar materiales que sean capaces de reducir las emisiones de partículas respirables que se originan a raíz del desgaste.
“Las pastillas de freno desprenden sustancias muy tóxicas porque tienen un contenido muy alto en metales pesados”, indica Amato. Se trata de reducir la cantidad de materiales tóxicos utilizados como en la fricción y lubricantes, como pueden ser el cobre o el antimonio, por otros más ecológicos. “Hay que buscar soluciones políticas o tecnológicas como este proyecto”, argumenta Amato, quien en este momento se encuentra trabajando en el desarrollo de proyectos que mejoren la calidad de aire.
Por su parte, Gaizka Ormazábal, profesor de IESE, ha centrado la línea de esta investigación en el área corporativa. Este ingeniero de caminos, que ha desarrollado su trayectoria profesional en el sector de los negocios, ha sido seleccionado por la Fundación BBVA para estudiar el papel que puede jugar el gobierno corporativo en la reducción de las emisiones de carbono.
“La idea es cómo poner presión para que las compañías reduzcan la contaminación”, argumenta Ormazábal. En este sentido, pone sobre la mesa la idea de crear un modelo de negocio más sostenible pero sin perder eficiencia económica.
“Vamos a estudiar si existe una vía alternativa, que es el mercado, para que sea capaz de generar incentivos que hagan reducir a las empresas las emisiones”, resalta Ormazábal. Una visión en la que el accionista puede jugar un papel crucial.