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Investigación

El colonialismo y la Guerra Fría expandieron el virus del sida

Un equipo de científicos descubre que el virus no llegó a Europa Oriental hasta los noventa

Thinkstock
Manuel G. Pascual

Se sabía que el virus de la inmunodeficiencia humana tipo 1 (VIH-1) llegó a EE UU procedente de África. Pero no se conocía cómo se propagó por el resto del mundo. Un equipo internacional de científicos de la European Society for Translational Antiviral Research (ESAR) cree haber resuelto ese misterio. El estudio, publicado ayer en la revista Journal of Molecular Epidemiology and Evolutionary Genetics of Infectious Diseases, sugiere que la expansión del subtipo B del VIH-1, la cepa más abundante en Occidente, refleja los acontecimientos geopolíticos de la segunda mitad del siglo XX, como el colonialismo, la caída del Telón de Acero o el comercio internacional.

El trabajo, en el que ha participado Roger Paredes, investigador del Instituto de Investigación del Sida IrsiCaixa que ha participado en el estudio, muestra que el virus viajó desde América del Norte hasta Europa Occidental en diferentes ocasiones, mientras que Europa Central y Oriental permanecieron aisladas durante la mayor parte del inicio de la epidemia.

Para Dimitrios Paraskevi, coautor principal del estudio y profesor adjunto del departamento de Higiene, Epidemiología y Estadística Médica en la Universidad de Atenas (Grecia), “un hallazgo sorprendente es la clara separación entre Europa Oriental y Occidental en los primeros días del virus, lo que probablemente tiene que ver con la situación política en el continente. Las diferentes cepas de Europa del Este y del Oeste conectaron durante la década de los noventa, cuando los movimientos migratorios fueron menos restringidos”.

El estudio muestra también que Reino Unido, Francia y Suiza intercambiaron cepas virales más a menudo con países no europeos que con europeos, y que Polonia y la República Checa son los países orientales que han estado más conectados con Europa Occidental. En el caso de Polonia, podría deberse a que fue el primer país que cortó sus vínculos con Moscú, mientras que el caso de la República Checa se debería a su situación geográfica, en el centro del continente.

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Sobre la firma

Manuel G. Pascual
Es redactor de la sección de Tecnología. Sigue la actualidad de las grandes tecnológicas y las repercusiones de la era digital en la privacidad de los ciudadanos. Antes de incorporarse a EL PAÍS trabajó en Cinco Días y Retina.

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