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Secretos de Despacho

Adolfo Ramírez-Escudero: “Un directivo solo tiene que dirigir, motivar y dar ejemplo”

"Cuando me nombraron presidente empecé a hacer empresa dentro de una multinacional" "Los espacios deben amoldarse a las personas, y no al revés"

Manuel Casamayón

Su trayectoria profesional ha estado siempre ligada a la consultora inmobiliaria CBRE, donde comenzó a trabajar hace 20 años. En este tiempo, Adolfo Ramírez-Escudero (Bilbao, 1972), que entró como becario en la filial británica de la citada multinacional, ha escalado puestos y ahora ocupa la presidencia en España. “Terminé Económicas y Empresariales en la Universidad de Deusto y cogí un avión a Londres. Tras unos meses allí me ofrecieron un trabajo en Madrid y comenzó mi andadura en el grupo”, relata.

Sin embargo, pese a la buena formación que cosechó en la universidad, echó en falta algunos detalles. “Allí, más que generar a empresarios, crean a directivos y ejecutivos para compañías que ya existen, y yo siempre había tenido la ambición de crear algo nuevo”. En CBRE es dónde ha podido hacer, al menos, algo parecido. “Cuando me nombraron presidente, en 2013, comencé a hacer empresa dentro de una multinacional”. Se refiere al plan de crecimiento, que puso en marcha para duplicar el tamaño del grupo. En dos años han pasado de 700 a más de 1.000 empleados y de 30 millones de euros de facturación a 60 millones.

Pero no se han quedado ahí. “Las empresas excelentes se distinguen por satisfacer de manera sublime necesidades simples y básicas. Nosotros buscamos soluciones para los espacios y para las personas que necesitan vivir y trabajar en ellos”, comenta. Por eso, tienen autoridad de sobra para poder analizar la evolución de las oficinas de las empresas de España. “Y la tendencia va hacia la flexibilidad, la movilidad y el trabajo en equipo”, apunta.

Ellos mismos han adaptado su espacio de trabajo a los nuevos tiempos. Una gran oficina acoge a todos los empleados, en decenas de mesas de diferentes tamaños, para poder facilitar el trabajo en grupo. Situados en la sexta planta de un gran edificio sobre el Paseo de la Castellana de Madrid, la luz del sol entra a raudales por los grandes ventanales, alumbrando hasta el último rincón de la gran sala, donde predominan los colores marrón y verde. “Nosotros ofrecemos soluciones para el espacio, y nos hemos dado cuenta de que si las necesidades de las personas han cambiado, los lugares de trabajo también deben hacerlo”, alega el presidente.

Las instalaciones de la compañía buscan, precisamente, influir y animar en las nuevas tendencias, “porque aunque el espacio no sea lo único que provoca estos cambios, sí que los facilita”. Por eso, los empleados no cuentan con lugares propios en los que sentarse, ni con cajones en las mesas en los que poder guardar sus pertenencias. En la entrada de las oficinas, una pantalla recibe al personal, mostrándole los sitios que están libres, los que están ocupados y los que se han reservado, “con un máximo de dos horas de tiempo”. Para ello, cada silla cuenta con un sensor que comprueba si hay alguien sentado en ella.

Ramírez-Escudero, como presidente, tiene que dar ejemplo. “Por eso yo tampoco tengo despacho, y dependiendo del trabajo que tenga que hacer en cada momento, me siento en un lugar o en otro”. Si la tarea es más distendida, vale cualquier mesa común. Si se necesita un poco de tranquilidad e intimidad, uno de los pequeños despachos cerrados, disponibles para cualquiera.

Las macetas con plantas invaden la oficina, junto a columnas que simulan el tallo de un árbol, que a su vez hacen las veces de un biombo, que da intimidad a algunas mesas. El césped artificial cubre una parte del suelo y trepa por alguna pared. Hay también algún artilugio curioso. Por ejemplo, en vez de sillas, cuenta con columpios en los que balancearse durante las reuniones. También hay sillas con pedales para poder soltar energía al trabajar. “Los espacios deben amoldarse a las personas, y no al revés”.

Un reloj en alerta y el club de lectura

“Si desconectas el espacio de la persona, esta se vuelve más abierta y empieza a funcionar por proyectos, departamentos y equipos”, explica Adolfo Ramírez-Escudero, presidente de CBRE. Y esto es algo que él mismo aplica. “Por eso no tengo un lugar fijo de trabajo. Mi oficina puede estar en Londres, París, Barcelona o Madrid. Y también en el avión, que cojo de forma asidua”, razón por la que siempre lleva la pluma y el pasaporte encima. Se encuentre en uno u otro lugar, eso sí, hay momentos cotidianos, “dos o tres reuniones y alguna videoconferencia”, afirma. Eso, junto al tiempo que invierte en responder correos y, como él dice, estar todo el día de arriba a abajo con las maquinitas. “Por si fuera poco ahora tengo un reloj que me avisa de todo, y que, es cierto, me viene muy bien”.

Y aunque su día a día lo tiene muy planificado, también deja tiempo a la improvisación para poder adaptarse a cualquier asunto que surja a última hora. “Por eso mi trabajo se basa en dirigir, motivar y dar ejemplo”. Además de transmitir todo correctamente a su equipo. “Tenemos que saber comunicar, porque un directivo no puede pretender hacer todo”.

Cada día, eso sí, intenta guardarse un rato de su tiempo para hacer ejercicio, “si me deja el día a día, antes de comer, si no, lo dejo para la noche”. Porque en esta vida loca de trabajo y presión, tal y como explica, alguien solo consigue mantenerse vivo si sabe balancear y entrenar el cuerpo y el alma. Junto al deporte, y la familia, le ayudan los libros. “Tengo con cinco amigos un club de lectura, cada mes nos reunimos y comentamos una obra concreta. Solo hay dos normas, que estemos los seis en cada encuentro y que el libro tenga menos de 100 páginas, para que nos dé tiempo”.

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