Bilbao, quién te ha visto y quién te ve
El arte, la vida en la ría del Nervión y la gastronomía, sobre todo los ‘pintxos’, razones para escaparse a esta ciudad vasca.
Ni Pichichi, el futbolista del Athletic Club que da nombre al trofeo de los astros más goleadores de la liga, ni el escritor y filósofo Miguel de Unamuno –por cierto, su tío– han hecho tanto por Bilbao como destino turístico como el Museo Guggenheim, por más que nos pese. Es obvio que Bilbao es mucho más que el Guggenheim, tuvo un antes y tiene un ahora, pero muy diferente.
En estos momentos, en la también conocida como la ciudad del metal por su industria, la vida de los autóctonos gira en torno a lo de siempre: la ría, ahora flanqueada por obras de arte; los pintxos;las siete calles; el teatro Arriola, y, por supuesto, el Guggenheim. Pero con muchos más visitantes, servicios, actividades culturales y mucho menos metal, salvo el que entraña este pedazo de museo diseñado por Frank Gehry.
El puente colgante de Vizcaya, espectacular y decadente, da fe de lo que fue Bilbao en plena revolución industrial. Declarado Patrimonio de la Humanidad, esta obra de ingeniería, diseñada por Alberto de Palacio y Elissague a finales del siglo XIX, es un símbolo de la ciudad, ineludible en cualquier escapada.
Su compleja estructura de acero, que enlaza Portugalete y Getxo, sobre la ría recuerda a la torre Eiffel, porque su creador fue discípulo del arquitecto francés. Impacta ver en marcha el primer transbordador del mundo de este tipo navegando por la ría, pero también es muy interesante hacer una visita guiada a la pasarela peatonal, a 50 metros de altura, que ofrece unas preciosas vistas de la desembocadura del Nervión. O cruzar la ría en la nueva barquilla (de 1998). Además, hay tiendas.
La ría, que tiene un servicio de barcos para navegarla hasta el mar, también es un imán para los turistas por otros puentes como el diseñado por Santiago Calatrava (Zubizuri), que tanta controversia generó; el puente de San Antón, emblema de la ciudad, el de la Salve, y el único que durante siglos la cruzaba, el de Deusto.
El Museo Marítimo Ría de Bilbao, ubicado en los antiguos astilleros Euskalduna, junto al Guggenheim, a pie de la ría, acerca al Bilbao naval. Recoge una interesante muestra de instrumentos de navegación y barcos restaurados en el astillero y cuenta con una programación muy dinámica para niños, como talleres marítimos, dioramas con Playmobil, paseos en barco, etc.
En el exterior, no hay que perderse la grúa Carola y los diques, con embarcaciones antiguas.
Y el Museo Guggenheim, contenido, pero sobre todo continente, de vanguardia. Un millón de visitantes al año no pueden equivocarse. La cita con este espacio empieza afuera, ya en la ribera del Nervión. Entre otras cosas, porque este edificio integrado en la ría y laminado con 33.000 finas panchas de titanio, impresiona por su majestuoso diseño.
Obras en el exterior de creadores como Chillida, Yves Klein o Louise Bourgeois, como la inquietante araña (Mamá), ya invitan a entrar a este icono de la ciudad, con solo 13 años de vida. El atrio, diáfano y lleno de curvas y rectas casi imposibles de asimilar, no decepciona.
20 salas de exposiciones tiene este museo, que cuenta con un programa muy amplio de muestras itinerantes a lo largo del año y un fondo de armario de obras donde las ocho esculturas de acero de dimensiones monumentales del artista Richard Serra son las grandes protagonistas, al menos, para los profanos del arte.
Dónde dormir
El Barceló Bilbao Nervión es uno de los hoteles que ha sabido adaptarse a esta nueva dinámica de la urbe, en la que se mezclan la naturaleza y el arte. De ahí que su decoración incorpore esculturas (una gran vaca en el lobby); murales gigantescos de madera (el más destacado emula el bosque de Oma); mobiliario de madera de roble, chimenea, etcétera, y el predominante color rojo. 350 habitaciones tiene este cómodo establecimiento ecourbano, a tiro de piedra del puente de Calatrava, el ayuntamiento, el casco antiguo, y a 10 minutos, a pie, del Guggenheim.
Además, dispone de varias suites con espectaculares vistas a la ría y a la ciudad, una docena de habitaciones triples para las escapadas familiares y siete comunicadas para conservar la intimidad de los mayores.
En su restaurante, Ibaizabal, cuya carta “se basa principalmente en la calidad de la materia prima”, como explica el director, José Luis Fernández, el visitante puede disfrutar de la auténtica cocina vasca, internacional, además de pintxos en una conseguida sidrería. La merluza a la bilbaína es uno de sus platos estrella.
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