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25 discos de estudio y más de 300 canciones

Bowie: el genio millonario de un innovador

El músico lanzó su propio servicio de internet, su emisora de radio y hasta un banco Se atrevió con varios géneros musicales, desde el rock más clásico hasta el jazz

David Bowie fue uno de esos artistas a los que cuesta imaginar haciendo cosas de una persona corriente, como ir a la compra, hacer una cama... o morirse. Su muerte, eso sí, ha sido tan enigmática y sorprendente como los anteriores 69 años de una vida intensamente creativa, inconformista, inquieta... y rentable.

Aladdin Sane

La continuación de Ziggy Stardust incrementaría su figura de estrella: De Aladdin Sane se colocarían cinco millones de copias en el mercado, con ingresos de cinco millones, según datos de la industria.

La muerte de la mítica estrella de la música nacida como David Robert Jones deja atrás un legado musical impresionante. Pero no solo eso. Su figura, además, debería ser estudiada como un ejemplo de renovación constante, de búsqueda de nuevos horizontes. Y no solo desde el punto de vista artístico. Bowie fue pionero en lanzar su propio servicio de internet (Bowienet), su propia emisora de radio o un banco, que no duró demasiado. También fue pionero a la hora de titulizar 300 canciones y 27 discos en un fondo llamado Bowie Bonds, lanzado en 1997 gracias a un acuerdo con Prudential Services, una operación que le reportó unos ingresos de 55 millones de libras esterlinas (73,65 millones de euros) y un interés a sus inversores cada vez que se usan sus canciones. Su afán de renovación y su olfato para los negocios le han permitido mantenerse como una estrella (con notables altibajos) hasta la reciente publicación el pasado viernes de su último disco, Blackstar. En conjunto, su fortuna se calcula en unos 230 millones de dólares (unos 211 millones de euros).

A su talento como artista se le unió la capacidad de saber aprovechar las oportunidades de su época. En sus primeros años de carrera, EE UU, cuna del rock, y Europa estaban forjando una alianza para favorecer el comercio y la inversión mutua. Varios músicos, entre otros personajes públicos, supieron aprovechar la situación y, en el caso de Bowie, evitar las barreras comerciales que antes impedía que los artistas pudiesen desarrollarse totalmente al otro lado del charco.

Ziggy Stardust

En 1972, Bowie ya había publicado un disco excelente (Hunky Dory) y algunas obras destacadas.The rise and fall of Ziggy Stardust... lo lanzó al estrellato, con 7,5 millones de copias vendidas y unos ingresos de unos diez millones de euros.

La versatilidad del artista se tradujo en una innovación constante, clave para cosechar la enorme cantidad de éxito de la que gozó durante su trayectoria y que deja tras su fallecimiento. “Era una persona polímata, alguien que conocía y se desenvolvía en distintas disciplinas a un nivel muy alto”, explica el director del máster en innovación empresarial de Deusto Business School, Francisco González Bree. Solo alguien así, conocedor de diferentes ramas, puede llegar a conectar entre sí varias industrias, una faceta que marcó la carrera de Bowie. “Y no solo en el ámbito musical”, recalca González Bree, también en otras vertientes que posibilitaron que su figura se tornase en un símbolo que ha perdurado hasta el día de hoy. Así, el músico también fue pionero en el uso del diseño y la estética en los escenarios en los que actuó en forma de maquillaje, vestuario o peinados, “utilizando elementos adelantados a su época que le permitieron, junto a su música, diferenciarse del resto de artistas”.

No pasa desapercibida su faceta como actor, tanto en los teatros como en la gran pantalla, componiendo, incluso, la banda sonora de varias películas en las que interpretó pequeños papeles.

Let's dance

El último pelotazo se produjo a principios de los 80, con los discos Scary Monsters y, sobre todo, Let’s Dance. Del primero se vendieron 4,3 millones de copias. Pero el segundo fue un número uno en todo el mundo, su disco más vendido.

Pero sin duda, la faceta más camaleónica de Bowie surge en torno a aquello con lo que saltó a la fama: la música. En sus casi cuarenta años de trayectoria, el artista ha pasado por una retahíla de géneros musicales. Desde el rock más tradicional hasta el jazz, atreviéndose a su vez con matices de música electrónica o con ritmos de pop. “Este es uno de los aspectos que diferencian a los artistas abiertos al cambio y que saben que deben evolucionar constantemente”, afirma González bree. Más aún teniendo en cuenta la celeridad con la que cosechó sus primeros éxitos y la facilidad con la que se abrió un hueco entre los grandes de la época. Normalmente, quien triunfa con un género musical suele quedarse y trabajar sobre él. “Bowie, sin embargo, no tuvo miedo de probar con categorías nuevas y consiguió no estancarse”.

Lo propio hizo con los instrumentos. Su afán por innovar hizo que el músico se atreviese con la armónica, el piano, el bajo, la guitarra, la percusión, el saxofón e incluso el sintetizador de sonido.



Heroes

Un nuevo giro en la carrera de Bowie. Junto con su antecesor Low (2,3 millones de copias) y su sucesor Lodger forma parte de la exitosa trilogía berlinesa. De este disco se vendieron 2,3 millones de unidades.

 Corría el 3 de julio de 1973. David Bowie actuaba esa noche con su banda, las Arañas del espacio. Es cierto que era el último de aquella gira, pero nadie dudaba que mantendría la línea de los dos pelotazos (The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars y Aladdin Sane) que, tras cuatro intentos, le habían convertido en una super estrella del glam. En los bises soltó el pelotazo: “Este concierto se va a quedar en nuestra memoria”, aseguraba. “No solo porque es el final de la gira, sino también porque es el último que daremos”. Casualmente, comenzó a entonar Rock and Roll Suicide.

 Comenzaba su primera gran metamorfosis, pero anteriormente Bowie ya había sido un cantante hippie-folk-psicodélico, con el pop más convencional en Hunky Dory. Poco después abrazaría la música soul con Young Americans y Station to Station, los ambientes industriales y tecnológicos en la trilogía berlinesa; o el heavy metal (Tin machine) y el techno-jungle (Earthling) en su bajón de los 90.

 Con Bowie no solo desaparece una estrella hábil y genial, sino una de las más impactantes (y revolucionarias)referencias musicales y estilísticas de un siglo XX que ha perdido a uno de sus pilares.


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