“El arte debe dejar de ser elitista”
La empresa nació comprando y vendiendo piezas, ahora también las diseña La sala está decorada de forma austera, con predominio del color blanco
Democratizar el arte. Ese es el objetivo que hace un año se fijó Pepe Larraz (Madrid, 1970), fundador y director general de Minimae, una plataforma online de arte, artesanía y diseño gráfico. “Veía que el sector estaba absolutamente sobrevalorado, no acababa de entender cómo no podían adquirirse obras de calidad a un precio asequible”, explica. Y así, tras unos meses de trabajo y planificación, Minimae empezó a vender piezas y trabajos pensando en todos los bolsillos. “Como norma general, ninguna cuesta más de 200 euros. El arte debe dejar de ser elitista”.
Desde que comenzaron las ventas en el pasado mes de mayo, momento en el que la plataforma ya tenía todos los contactos establecidos y la logística preparada, más de 100 personas han entrado en la web de la tienda para adquirir alguna pieza, “y hemos trabajado con más de 35 colecciones”, apunta. El éxito inicial ha llevado a Larraz a redactar unos mandamientos para no traicionar la esencia de Minimae, como el precio justo, la compra por gusto y no por inversión, o huir de las grandes creaciones y trabajar solo con obras sencillas, de carácter minimalista.
El empresario ha llevado esta premisa del rechazo de lo ostentoso a todos los ámbitos de su negocio. El primero de ellos, su lugar de trabajo: una oficina en un antiguo edificio de Madrid, con vistas al parque del Retiro. En su despacho domina el color blanco, y son escasas las obras que decoran las altas paredes y las pocas estanterías, “aunque si por mí fuese, estaría todo mucho más despejado”, cuenta desde la gran mesa de la estancia. Y es que Larraz comparte despacho con su mujer, Amalia, la otra pieza fundamental de Minimae. Ambos han tenido que ceder en sus gustos y han levantado una sala que se amolda al máximo posible a sus preferencias. Entre las escasas obras colocadas a la vista, destacan muy bien expuestas, un cuadro de Carmelo Ros, en el que se vislumbra el plano de Venecia dibujado con garabatos, y una ilustración del mismo artista, con las Torres Blancas de Madrid pintadas a carboncillo. En las esquinas, varias láminas enrolladas esperan a ser colgadas.
La máxima de Larraz es que todo vista de blanco. Así, salvo el suelo de madera, son de este color los sofás, estanterías, mesas, macetas y la silla en la que trabaja. Para su labor solo necesita un ordenador inalámbrico y tener el almacén colocado, ya que es él quien se encarga de la logística y las ventas. “Amalia se dedica sobre todo a los contactos con los medios de comunicación y con el mundo empresarial”, apunta.
La mayor dificultad que Larraz encuentra en su quehacer es conseguir vender con soltura a través de la web. “Aunque cada vez menos, que alguien compre por internet sigue siendo complicado en España”, pero más difícil aún es que alguien compre arte, ya que, como explica, las obras son algo que se necesita ver, palpar y escudriñar antes de abrir la cartera. “Mucho más si hablamos de artistas poco conocidos”, porque los precios asequibles, uno de los mandamientos del negocio, hacen que la plataforma solo trabaje con artistas emergentes. “La mayoría de ellos son internacionales, porque en el resto de países, por regla general, el arte está más cerca de la sociedad y las obras son mucho más baratas”. Minimae ha encontrado a la mayoría de ellos en Estados Unidos, Hong Kong, Brasil, Lituania y Portugal. “No obstante, también trabajamos con varios artistas españoles. Con el paso del tiempo me he dado cuenta de que muchos venden su trabajo a muy buen precio”, recalca.
Una máquina para escribir poemas
Antes de trabajar envuelto en el blanco impoluto de su despacho, Pepe Larraz ya estuvo parte de su vida rodeado de este color. Tras su paso por varias empresas, Larraz recuerda su etapa de paso por el Pirineo aragonés, en Jaca, donde vivió durante 152 días seguidos rodeado de nieve. “Me gusta mucho el deporte, y sobre todo esquiar”, aunque ahora procura pasar el mayor tiempo posible con su familia. Por ello, intenta no sobrepasar las ocho horas de trabajo diarias. En ese tiempo, además de atender los pedidos y asegurarse de que llegan correctamente, baraja nuevas ideas para su negocio. Así, Minimae ha traicionado uno de sus mandamientos. “Nacimos con la idea original de comprar y vender arte, pero ahora también hemos empezado a encargar a artistas piezas que imaginamos y queremos”.De esta forma han nacido obras gestadas en este blanco despacho, como el Proyecto Gutemberg Minimae, en el que varios clásicas de la historia de la literatura, como El Quijote, El retrato de Dorian Gray o Hamlet, han sido impresas, en su totalidad, en una sola lámina. Eso sí, con una letra minúscula que solo puede leerse con lupa.Otro de sus inventos son los origamis japoneses con versos, hojas de papel dobladas que conforman figuras geométricas, enmarcadas y con versos escritos en su interior. Las estrofas, además, están escritas con la vieja Oliveti Studio 46, una máquina de escribir que le da a las obras un tradicional remate y que también decora la gran mesa de trabajo del despacho de Minimae, dando un toque de azul grisáceo entre tanto blanco.