Hay muchas maneras de transpirar en Puerto Rico
Olvídese por un momento de las playas de arena blanca. Bañarse en una cascada y deslizarse por un cañón que emergió del fondo marino también es posible en la isla del Caribe.
La columna se abre paso en medio de la selva cruzando una ladera pedregosa y enmarañada. Hay que pisar con cuidado para no resbalar porque las piedras están mojadas. El calor húmedo se pega al cuerpo y el sudor empapa el rostro.
De tanto en tanto, el guía, que va al frente, ordena detenerse para ofrecer alguna explicación sobre la geología, fauna y flora de este bosque tropical, en el noroeste de Puerto Rico. Es el único momento en que los excursionistas pueden quitarse el casco y refrescarse un poco. Escuchan sentados sobre el chaleco salvavidas para evitar enlodarse con el limo.
La marcha continúa por una pendiente irregular. El grupo sube la cuesta agarrándose de las ramas de los árboles y apoyando los pies en las raíces que cruzan el terreno a modo de escalones. El ascenso termina en lo alto de un cañón debajo del cual corre el río Tanamá, tranquilo en esta época del año.
Pero la aventura apenas comienza. Llega el momento más emocionante. Uno por uno, los excursionistas descienden atados a una cuerda los 40 metros de altura que separan la montaña del río. Abajo, en el agua, los recibe otro especialista.
Hace 30 millones de años, este cañón era el fondo del océano Atlántico. Los movimientos tectónicos lo sacaron a la superficie junto con el resto de la isla. La roca caliza de sus paredes así lo demuestra. Este tipo de piedra es propia de los fósiles de origen marino y es más suave y porosa que la volcánica, lo que ha permitido a la lluvia erosionarla a lo largo de los siglos hasta formar el curioso sistema de cavernas y depresiones que conducen el cauce del Tanamá (mariposa en taíno).
Hoy, los turistas pueden recorrerlo haciendo body rafting. Consiste en dejarse llevar por la corriente flotando como una tabla (es importante subir la cadera para evitar golpearse con las rocas porque el río no es profundo).
Esta práctica, que pese a su nombre no es una modalidad de canotaje propiamente dicha (no hay balsa, se navega flotando sobre el propio cuerpo con la ayuda del chaleco salvavidas), es un invento de Explora, la empresa que organiza las excursiones a este bosque ubicado en el municipio de Arecibo, en el carso norteño, así llamado por el relieve calizo de la zona.
“El agua es el escultor por excelencia”, dice Luis Weber, uno de los tres guías del grupo, en alusión a los efectos de la erosión, visibles en el interior blanco de las áreas expuestas de la roca. Como todos los especialistas de Explora, Weber, de 24 años, combina sus estudios de ciencias ambientales con su afición al deporte de aventura, y ha pasado por un riguroso proceso de entrenamiento en primeros auxilios y técnicas de rescate.
Con ellos al frente, la compañía organiza excursiones para grupos de hasta 45 personas. Solo aceptan niños a partir de los diez años, aunque hacen excepciones con chicos de ocho o nueve si son ágiles. Tampoco hace falta saber nadar ni tener experiencia en descenso vertical, únicamente gozar de buena salud. Eso sí, la seguridad es fundamental. Por eso, haga el calor que haga, el uso de casco, chaleco salvavidas y rodilleras es indispensable.
Las autoridades turísticas están promocionando actividades de este tipo, en un paraíso terrenal igualmente exótico pero distinto al de la clásica postal de playas de arena blanca, para vender el país como un destino más completo y variado que otras islas del Caribe.
El mensaje para el turista es que aquí, además de tomar el sol todo el año, es posible remar en kayak, bucear entre tortugas, empaparse de cultura –literalmente–, jugar al golf, comprar artículos de marca a precios de saldo e incluso casarse en una hacienda o un castillo. Y, ciertamente, la experiencia en el bosque de Arecibo ayuda a comprender que en Puerto Rico hay muchas maneras de transpirar (y luego refrescarse).
El Viejo San Juan
El primer contacto con la isla puede ser áspero. Puerto Rico depende administrativamente de Estados Unidos y, como tal, exige los mismos requisitos de visado que cualquier otro estado americano. Asegúrese de poner en el formulario que le entregarán en el avión la dirección o, si no la sabe, al menos el nombre del hotel donde se hospedará. Los agentes de migraciones son muy quisquillosos y no lo dejarán pasar si no declara este dato.
Si le hacen pasar un mal rato, pronto la calidez de la gente se encargará de que quede en anécdota. Los puertorriqueños son muy simpáticos y, aunque en el lenguaje diario mezclan mucho el inglés y el español (spanglish), se sienten latinos.
Puerto Rico fue colonia de España durante cuatro siglos, hasta 1898, cuando pasó a control estadounidense. La influencia hispana es visible en el Viejo San Juan, que es como se conoce al casco antiguo de la capital. El centro conserva iglesias y casonas coloniales que se pueden visitar paseando por sus calles empedradas.
La catedral es la segunda más antigua de América después de la de Santo Domingo. De estilo neoclásico, es bastante sencilla. En su interior descansan los restos de Juan Ponce de León, el primer gobernador de Puerto Rico. En una de sus capillas se expone una copia de La Virgen de Belén, pintura flamenca del siglo XV que muestra a María amamantando al niño y que llegó a la isla en el viaje descubridor de Colón.
Durante el asedio inglés de 1797, el pueblo sacó la imagen en procesión. Después de varios días de ataques, las tropas invasoras se retiraron. El desenlace se atribuyó a la Virgen, que desde entonces fue considerada protectora de la ciudad. Lamentablemente, el óleo original fue robado en 1972 de la iglesia de San José, donde se encontraba en ese momento.
En el camino que conduce al castillo de San Felipe del Morro siguiendo la antigua muralla, una escultura recuerda este episodio. Se llama La rogativa, por las oraciones públicas que el obispo y las mujeres de San Juan rezaron los días que duró el sitio.
El castillo, comúnmente conocido como El Morro por el promontorio rocoso sobre el que se eleva, es uno de los dos fuertes que la Corona española mandó construir para defender la bahía del ataque de piratas y enemigos.
Por su ubicación, Puerto Rico era el único paso posible hacia las riquezas del Nuevo Mundo. El diseño de la fortaleza en forma de cuerno, en lugar del habitual en forma de estrella o cuadrado, daba a sus cañones un ángulo de fuego de 360 grados que cubría todo el horizonte. Construida a lo largo de 250 años, está considerada una obra maestra de la ingeniería militar.
El otro fuerte es San Cristóbal y se encuentra a 30 minutos de San Felipe. Tras una larga caminata, es de justicia refrescarse con una piña colada, la bebida nacional. Existe una controversia sobre el origen de este cóctel. El hotel Caribe Hilton y el restaurante Barrachina se disputan su invención. La razón es que el barman que creó el combinado en los años cincuenta trabajó en ambos establecimientos.
Puede pedir que se lo sirvan con ron o sin él. En Barrachina, donde mantienen la receta en secreto, recomiendan prepararlo con el de la marca local Ron del Barrilito.
Los leones de Ponce
Desde El Morro puede verse la fábrica de Bacardi, al otro lado de la bahía. Si bien es una de las empresas más grandes del país y opera aquí desde 1936, el origen de este ron es cubano. La marca nacional más famosa es Don Q, que fue fundada en 1865 por el español Juan Serrallés. De hecho, el nombre alude a don Quijote. La destilería, que continúa en manos de la misma familia, se encuentra en la sureña Ponce, la segunda ciudad más grande de Puerto Rico.
Gracias a la industria azucarera, hoy en decadencia, Ponce llegó a ser la provincia más próspera del país, al punto de que la hacienda de los Serrallés acuñaba su propia moneda, la mercedita. En Las Delicias, la plaza principal, un edificio destaca entre todos: el parque de bombas. Mandado a construir por España en 1882, esta singular estructura de madera funcionó como estación de bomberos durante 107 años, hasta 1990, cuando se convirtió en museo. Debe su nombre a las antiguas bombas móviles de uso manual que albergaba.
El león es el símbolo de la ciudad. Además de los cuatro que desde 1940 rodean la fuente de Las Delicias, en los tres últimos años, otros 14 leones, estos de acrílico, custodian la plaza. Cada uno representa un aspecto del folclor ponceño y es obra de un artista diferente. Empezaron formando parte de una exposición temporal con motivo de una feria, pero han acabado quedándose.
El paisaje vuelve a cambiar en el extremo este de la isla. Allí está el parque natural de El Yunque. Bambús, helechos y otros 23 árboles endémicos crecen entre piedras ígneas y bellas cascadas. Puede bañarse en ellas, pero antes deberá ascender por un sendero cubierto de maleza.
De regreso a San Juan, por la noche, la gente bebe y baila salsa en la placita del mercado de Santurce. Sí, hay muchas maneras de transpirar en Puerto Rico.
Correcciones. Este artículo fue actualizado el 26 de noviembre de 2015 para reflejar que el bosque de El Yunque se encuentra en el este del país y no en el oeste, y que Explora organiza excursiones para grupos de hasta 45 personas y no 15, como se indicó originalmente por error.
Guía para el viajero
Cómo ir. Air Europa tiene vuelos directos de Madrid a San Juan los jueves y domingos. El resto de la semana hace escala en Santo Domingo. Iberia hace conexión en Miami o Nueva York.
Qué comer. Rafael Álamo, chef del hotel El Convento, asegura que en todas las casas de Puerto Rico “hay un pilón y una tostonera”. Estos dos utensilios son básicos para la preparación del mofongo, plato de influencia africana hecho con plátano verde –primero frito y luego majado– y yuca, que se puede rellenar con carne de res, pollo o mariscos.
En pescados, en la paradisiaca isla de Culebra, el restaurante del Club Seabourne sirve un impresionante chillo frito y, de postre, ¡churros con chocolate!
Dónde comprar. La calle de las compras en el Viejo San Juan es Fortaleza. Ahí están la mayoría de tiendas de artesanía, entre las que destaca Olé, que vende sombreros de Panamá. Fundada en 1977, la casa ajusta o estira los sombreros a la medida del cliente y los adorna con la cinta de su elección.