Un hiperactivo que quiere llevar la ópera al siglo XXI
Paco Azorín es uno de los principales directores de escena del país
Siempre tuvo claro que, en el mundo de las artes escénicas, su sitio estaba detrás del telón. Y está convencido de que pueden ser buenos tiempos para la lírica. Paco Azorín (Yecla, Murcia, 1974) es uno de los directores de escena más destacados del panorama artístico español, y celebra 20 años de carrera en este 2015. Una trayectoria que tenía clara desde bien pequeño:“Mi abuelo era músico, y yo escuchaba zarzuela y ópera en casa con muy pocos años. Con siete años me hacía escenografías con cajas de galletas. Siendo pequeño ya quería dirigir óperas y zarzuelas”.
Y lo consiguió. Ha participado en más de 150 espectáculos, como escenógrafo y director de escena, y trabaja para los principales teatros del país, como el Teatro Español, el Gran Teatro del Liceo o el Centro Dramático Nacional, entre otros. Suya es la responsabilidad de que el espectador quede impresionado con lo que ve y escucha. “El escenario es el lugar sagrado de las artes escénicas, el que te dice si tus ideas funcionan, un sitio mágico de encuentro con el público”.
Este verano ha triunfado con sus versiones de Otello, la ópera de Verdi, y de Tosca, de Puccini, adaptadas a la modernidad, uno de sus grandes objetivos en cada trabajo:“Mi reto principal es que la ópera y la zarzuela entren el siglo XXI. Estamos en 2015, pero están todavía en el siglo pasado. A los creadores de mi generación nos toca tener un contacto más directo con el público de nuestra edad. Hay que llenar los teatros de público joven”.
Y eso, cree Azorín, puede conseguirse rejuveneciendo el escenario, a todos los niveles: “Si recurres a los artistas del siglo XX, el público será el del siglo XX. Hay que perder cierto miedo y conectar con el público de hoy, hablar de sus problemas, de su día a día, con su lenguaje”.
El director, que se define como “hiperactivo”, dice afrontar cada proyecto con la sensación de no saber cómo acabará. “No aplico ideas preconcebidas ni fórmulas. Eso se traduce en frescura, que es lo que el público más necesita en estos momentos. Mi objetivo es que la obra, si es de hace cuatro siglos, parezca que está escrita y compuesta ayer”.
Para ello, estructura el proceso creativo en dos etapas. La primera, de documentación y de estudio de la obra, “una época de empaparte de la realidad de los personajes, y que te puede llevar a sitios muy distintos”. Después viene el trabajo de estudio y de diseño, y los ensayos definitivos, un mes antes del estreno. “Cuando se alza el telón, se ve un trabajo de equipo. En una puesta en escena de ópera trabajan hasta 300 personas, y es un proceso que lleva más de un año”.
Tras muchas obras a sus espaldas, identifica un punto en ellas: la contemporaneidad. “Nunca se me hubiese ocurrido vestir a Julio César de romano. Lo vestiría de Angela Merkel, que es la Julio César de ahora”, bromea. Alguno de sus próximos retos se desarrollarán en el extranjero, como la dirección de escena de Don Giovanni en el Teatro Comunale de Sassari, en Italia. Pero reconoce que el nivel de las artes escénicas en España es de primer nivel, y que la situación presupuestaria va mejorando. “La cultura es un sector que genera muchísima actividad, y mucha riqueza. Se invierte, pero se debería invertir aún más”.