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El Foco
Tribuna
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Una nueva oportunidad

Mañana comienza en Bruselas la II Cumbre UE-Celac (la octava EU-AL) que persigue el objetivo de constituir una verdadera asociación estratégica entre ambas regiones. Esta cumbre, como es habitual, irá acompañada de una renovación del Plan de Acción UE-Celac y de una declaración.

La última cumbre se celebró en Santiago de Chile en enero de 2013. Desde esa fecha han sucedido muchos e importantes cosas en ambas regiones. Europa ha vivido en los últimos años intentando sortear la crisis y centrada fundamentalmente en sus proyectos globales de consolidación, un poco como en el mito de Narciso, ensimismada en la contemplación de sus propios problemas. Poniendo el acento en la dimensión interna de su proyecto y, especialmente, en la Unión Económica y Monetaria, buscando la salida del laberinto griego, avanzando en la Unión Bancaria y Fiscal, para recuperar la senda del crecimiento sostenido y de la creación de empleo.

Todo esto se ha traducido en las Orientaciones Políticas presentadas por el nuevo presidente de la Comisión Jean Claude Juncker, cuya medida estrella es un plan de inversiones de 315.000 millones de euros.

Es evidente que el resultado de las elecciones del 7 de mayo en el Reino Unido constituye un factor determinante sobre el futuro de la UE, con la celebración del referéndum sobre la permanencia de este Estado miembro en 2017.

La dimensión externa del proyecto, partiendo de la base de que no habrá nuevas ampliaciones en los próximos cinco años, ha venido condicionada por los desafíos que plantea la Política de Vecindad, tanto septentrional –con la fallida Cumbre de Vilnius y la crisis de Ucrania–, como meridional –donde subsisten graves problemas en los países de la primavera árabe.

La prioridad en el ámbito de las negociaciones comerciales viene centrada en el ambicioso Acuerdo de comercio e Inversión (TTIP) entre la UE y los EE UU, aunque la Unión Europea ha negociado o se encuentra negociando acuerdos de la misma naturaleza con otros países.

Por su parte, América Latina parece que se encuentra inmersa en un cambio de ciclo, con una cierta ralentización económica, habiéndose estimado su crecimiento, para este año 2015, en torno al 1,3%. No es ajeno a esta situación el momento que se encuentra viviendo Brasil, sexta economía mundial, cuyo modelo está dando claros síntomas de agotamiento.

Las relaciones transatlánticas no deberían ser cosa de dos, la UE y EE UU, sino de tres, con América Latina

Asimismo, el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y los EE UU en diciembre de 2014 parece revitalizar las Cumbres Hemisféricas con la celebración en Panamá de la VII Cumbre de las Américas en la que, por primera vez, participó Cuba.

Va a ser muy interesante constatar si esta apuesta de la Administración Obama, va a permitir a los EE UU intentar recuperar la cuota que ha perdido en el comercio con la región, que ha caído del 53% al 35% entre el año 2000 y el 2013.

En otro orden de cosas, el fallecimiento de Hugo Chávez, la situación de Venezuela, el proceso de paz en Colombia, las elecciones en Argentina y las celebradas el domingo pasado en México son hechos relevantes que, de una u otra forma, estarán presentes en la Cumbre de Bruselas.

Ante este contexto, ¿cuáles podrían ser los avances concretos, tangibles que podría producir la Cumbre de Bruselas?

En el ámbito bilateral, se podría dar un impulso a toda una serie de proyectos: de una parte, se ha completado el acuerdo de asociación entre la Unión Europea y América Central. Al mismo tiempo, se ha incorporado Ecuador al acuerdo multipartes Perú-Colombia. Urge ahora exonerar del régimen de visados a los ciudadanos de estos países.

La UE ha iniciado conversaciones, en el marco de la posición común del Consejo, con vistas a la conclusión de un acuerdo de diálogo político y cooperación con Cuba.

Es importante proceder, en el plazo más breve posible, a la renovación, modernización y puesta al día de los acuerdos de asociación con Chile y México. La negociación con los EE UU no debería ser una excusa para que la UE llegara tarde a beneficiarse de las ventajas que comportarían para el sector empresarial las reformas constitucionales que están produciéndose en ambos países. Ambos procesos son compatibles y complementarios.

Y es evidente también que una de las asignaturas pendientes es la conclusión de un equilibrado y ambicioso acuerdo entre la UE y el Mercosur, que pudiera mejorar por ambas partes la oferta negociadora de 2004.

Otros aspectos donde se deberían producir avances son los ámbitos de investigación e innovación y de cooperación académica con los proyectos Erasmus Plus y Curie.

Hoy, la UE, a pesar de la crisis, sigue siendo el mayor mercado del mundo en términos de poder adquisitivo, exportaciones e importaciones de bienes y servicios, así como en volumen de emisión y recepción de inversión extranjera directa.

El comercio con la región se ha duplicado en la última década, habiendo conseguido mantener la UE su participación en el mercado global de exportaciones en torno al 20%, a pesar del auge de China y de que los EE UU y Japón han visto disminuir la suya. Y todo esto no se ha conseguido porque importemos menos, sino porque exportamos más.

Por otro lado, es importante ir transitando de una agenda bilateral a una agenda global para hacer frente a los grandes retos que se plantean a escala planetaria: la lucha contra el terrorismo, el crimen organizado y el narcotráfico, en línea con el debate que tendrá la Asamblea General de Naciones Unidas en 2016; la preservación del medio ambiente, los recursos naturales y el cambio climático, en el ámbito de la Conferencia de París; la seguridad cibernética; la lucha contra la pobreza siguiendo la agenda para el desarrollo post 2015; las pandemias; los conflictos regionales; los estados fallidos, etcétera.

Sería interesante constatar también que las relaciones transatlánticas no deberían ser solamente cosa de dos, la UE y los EE UU, sino cosa de tres, asociando a América Latina. Si nos fijamos, vemos que en la Alianza del Pacífico (todos sus miembros tienen acuerdos de libre comercio con los EE UU y con la UE), el NAFTA, el TTIP, el CETA (Acuerdo de Libre Comercio UE-Canadá), los acuerdos de asociación y libre comercio de la UE y los EE UU con Centroamérica, todos ellos representan una red de relaciones comerciales en el área atlántica que podrían dar lugar a un enorme Espacio Económico Transatlántico (TAFTA).

América Latina está centrada en la consolidación y preservación de sus logros económicos, que van a depender, en gran medida, de la mejora de la cohesión social y del éxito de sus proyectos de integración regional.

Hoy, con el desplazamiento del eje económico mundial del Océano Atlántico al Pacífico y al Indico, América Latina ya no es periférica, sino central. Ya no es un subcontinente emergente sino emergido. Europa, que es una sociedad cronófaga, que vive en una hipertrofia de lo inmediato, del presente, tiene que salir de su ensimismamiento y dar un paso decidido en la buena dirección. La Cumbre de Bruselas llega en un momento muy oportuno del calendario, tras la reciente reunión del G7 y supone una excelente ocasión para jalonar, con hechos concretos, el camino de la asociación estratégica birregional.

José Ignacio Salafranca es Patrono de la Fundación Euroamérica y Eurodiputado (1994-2014)

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