En beneficio de la sociedad
Son empresas que buscan responder a una necesidad social o medioambiental y mejorar la vida de su público objetivo. No son entidades sin ánimo de lucro. Quieren ganar dinero al tiempo que cumplen su misión social. Dos en uno. Unos objetivos que comparten algunos inversores, que cada vez se fijan más en ellas. Y es que, como suele decir el profesor de Harvard Business School e inversor, Michael Chu, cuanto más rentables sean las denominadas inversiones de impacto social más visibilidad tendrán, más capital atraerán y más se desarrollarán en todo el mundo, en beneficio de la colectividad.
Chu no es el único que participa de esa visión. De hecho, en los últimos años este tipo de proyectos están creciendo como la espuma y el dinero que levantan también. Actualmente las inversiones de impacto social mueven 46.000 millones de dólares en el mundo, según el último informe de JP Morgan, cifra que aumenta a ritmos anuales del 20%. Y que la entidad financiera estadounidense calcula que en el año 2020 se habrá convertido, como mínimo, en 400.000 millones de dólares, que generarán un beneficio de 183.000 millones.
Un futuro brillante para un sector que tiene su origen en los microcréditos destinados a familias pobres de los países en vías de desarrollo. Y es en ellos donde está más extendido. De hecho, los mercados emergentes acaparan el 70% de las inversiones. Aunque en los últimos 15 años Estados Unidos, y más recientemente Europa, se han sumado a este rápido desarrollo. En concreto, el Viejo Continente protagoniza un crecimiento del 132%, con más de 20.000 millones de euros invertidos.
ESPAÑA: 87 MILLONES
Pese a que España no es el país donde las inversiones de impacto social tienen mayor apogeo, se ha convertido en una de las grandes aceleradoras europeas. Así lo percibe Lisa Hehenberger, directora de investigación y políticas de la Asociación Europea de Inversión Filantrópica (EVPA por sus siglas en inglés), que este año celebrará su conferencia anual en Madrid, como consecuencia de este pujante interés. En el país se han invertido 87 millones de euros, que no son demasiados cuando se comparan con los 8.800 millones de euros que se manejan en los Países Bajos y que tienen mucho que ver con las inversiones de Triodos Bank, radicado allí, tal y como explica Luis Berruete, coordinador de Creas, entidad pionera en España en el uso del capital riesgo social, con dos fondos de inversión activos y otro de mucho mayor tamaño en camino.
Para Berruete, el despegue de las inversiones de impacto social está relacionado con el interés de los jóvenes por lanzar proyectos de este tipo. “Una de cada cuatro empresas creadas en Europa tiene fines sociales”, indica, “y la crisis económica ha ayudado al desarrollo del emprendimiento social, al que la inversión se ha sumado después”. Lisa Hehenberger cree que en los últimos cinco años están apareciendo empresas sociales donde antes había ONG porque éstas han visto cerrado el grifo de las subvenciones y, por tanto, deben cambiar su modelo de negocio. Al mismo tiempo, “la gente con dinero, que ha comprobado que la filantropía pura no ha dado los resultados esperados, está pensando cómo utilizar el capital de forma más eficiente y, los bancos, están desarrollando fondos sociales atractivos para sus clientes, que se los demandan”.
Todo ello ha servido para que se genere un ecosistema, en el que lo que más retrasado va es el aspecto legal, en opinión del coordinador de Creas, que asegura que “España carece de una normativa específica para las empresas sociales, al contrario que Europa, y de incentivos fiscales que apoyen su creación”.
FUTURO BRILLANTE
“Si los fondos empiezan a demostrar éxito en la consecución de los retos sociales y de los beneficios, el músculo financiero que podrá lograr el sector superará al de la filantropía anterior”, opina Rodrigo Aguirre de Cárcer, director de expansión de Ambar Capital y gestor de Vivergi, el mayor fondo europeo de inversiones de impacto social, dotado con 50 millones de euros, que serán destinados a 20 empresas al sector que ataquen tres de los retos fundamentales de España: el problema de la educación, el envejecimiento de la población y la inserción sociolaboral de colectivos con dificultades.
Por ahora, Vivergi se ha dedicado hasta ahora a definir la filosofía del vehículo de inversión, a levantar 27 de sus 50 millones de euros y a estudiar a 165 empresas susceptibles de formar parte de su cartera. “Realizaremos la primera inversión dentro de tres meses”, anticipa su responsable. El fondo tiene un horizonte de ocho años y espera ofrecer una rentabilidad de 10% o 12% anual en Europa. Aguirre de Cárcer sabe que en los países emergentes esos retornos son superiores, pueden superar el 25%.
Con bastante menos dinero en el bolsillo, pero con mucho más camino andado, el programa Momentum Project lanzado en 2011 por la escuela de negocios ESADE y BBVA, que lo financia, es otro de los actores más relevantes de este incipiente pero explosivo mercado social. Es un programa de apoyo al emprendimiento social, destinado a empresas con dos años de vida, que desde su nacimiento ha invertido seis de los ocho millones de euros que tiene disponibles en 22 empresas. Lidia del Pozo, su responsable, asegura que les cuesta encontrar proyectos lo suficientemente maduros y de demostrado impacto social, de ahí que no se haya invertido el total del capital con que cuenta BBVA, “porque el sector de emprendimiento social es todavía muy incipiente en España”.
El banco, como Creas, apoya a las empresas elegidas mediante créditos participativos, si bien ambos empiezan a entrar ahora directamente en el capital de las mismas. Es lo que acaba de hacer la entidad financiera con Batec Mobility y lo que hizo Creas con Bluemove. La rentabilidad que recoge BBVA es del 4% y la que espera obtener la organización coordinada por Luis Berruete en los siete proyectos que impulsa es del 2%. Los horizontes temporales que barajan oscilan entre cinco y ocho años.
Entre las empresas sociales apoyadas por BBVA a Lidia del Pozo, directora de programas y patrocinios sociales, le gusta destacar varias: Ropa Amiga, en la que trabajan 100 personas con discapacidad o en riesgo de exclusión produciendo tratamientos y reciclaje de ropa usada; Soulem, “donde dos mujeres coraje, madre e hija, hacen pantallas para lámparas, integrando a mujeres en riesgo de exclusión social, que venden a cadenas hoteleras como Meliá o Sercotel”, y la propia Batec.
ECONOMÍA COMPARTIDA
Por su parte, Creas ha puesto los 600.000 euros recogidos de fundaciones, inversores privados y family offices para sus dos fondos, Creas Inicia y Creas Desarrolla, en siete empresas. Entre ellas, Bluemove, que es una firma de carsharing que propugna la economía compartida; Impact Hub Madrid, un espacio de cowworking dirigido a emprendedores sociales o Social Innovation for Communities (SIC), que impulsa la implantación de innovaciones sociales probadas, tales como la que ofrece la danesa Specialisterne, que emplea a personas con autismo para pruebas de software, o la alemana Discovery Hands, donde mujeres ciegas detectan el cáncer de mama.
Premio para los buenos
CiviClub es un club cívico que promueve hábitos saludables entre sus participantes a través de premios. Tiene más de 31.000 usuarios. Su cofundador, Toni Tió, explica que surgió para poner en contacto a la ciudadanía con las instituciones para impulsar buenas acciones: donación de sangre, uso de transporte público, reciclado… y así hasta 75 prácticas que son recompensadas con puntos acumulables que se canjean en Amazon, por entradas de cine o conciertos, comida de Just-Eat… sus firmas colaboradoras. Empezó en 2013 con 18.000 euros, después llegó el apoyo de Creas e inversores particulares y este año espera recuperar lo invertido, dice Tió.
Por una vida casi normal
Pau Bach cuenta que va en silla de ruedas desde los 18 años. Hoy tiene 36. Y que cuando tuvo el accidente no había ninguna que le permitiese hacer una vida “casi normal”. Así es como ideó Batec, su pequeña moto eléctrica y su empresa, “que me cambió la vida tras siete sin salir casi a la calle”. En 2009 lanzaron el producto, pero no fue hasta 2012, con la entrada en Momentum Project cuando pudieron atender la alta demanda del producto. BBVA ha invertido 600.000 euros en la empresa que hoy factura dos millones de euros y exporta a 12 países. “El dinero es importante, pero el cambio más fuerte ha sido la formación que nos ha dado y el plan de negocio”, afirma.