El secreto está en la táctica
Y dos. Quien hubiera dudado de que Leopoldo Fernández Pujals tarde o temprano hubiera vuelto a ser noticia, está servido. La primera vez fue la cesión de su criatura de mayor éxito, Telepizza, a Pedro Ballvé, los hermanos Olcese, Lehman Brothers y una veintena de fondos españoles y extranjeros, en 1999. Ahora, la oferta pública de venta a Orange de la teleco de la que es presidente, Jazztel, le coloca una vez más bajo el foco de las crónicas empresariales. Otra victoria para él, pues su cuota en el capital de Jazztel está valorada en más de 482 millones.
El hombre que con esta operación se convierte en la vigésima cuarta fortuna del planeta, según Forbes, nació en La Habana (Cuba) en 1947 y se crió en una familia acomodada, de antepasados catalanes, canarios, asturianos y andaluces. A los 13 años se trasladó con sus padres a Miami (EE UU), tras la llegada de Fidel Castro al Gobierno de la isla caribeña y, unos años después, se graduó con honores en la Escuela de Oficiales del Ejército de Tierra de Fort Belvoir (Virginia). Su biografía oficial subraya –¿señal premonitoria del que será su destino?– que en aquella ocasión obtuvo el primer premio en liderazgo.
En 1971, con el rango de capitán, fue a la guerra de Vietnam y, por ello, fue condecorado con la medalla de bronce del Congreso estadounidense. Dejó el Ejército y retomó sus estudios, hasta conseguir la licenciatura de Economía, Contabilidad y Finanzas de la Universidad de Stetson (Florida), en 1973. Aunque su primer empleo fue el de auditor para el Estado de Florida, comenzó su trayectoria profesional en el área de las ventas como comercial en la multinacional Procter and Gamble. Bajo su gestión, las ventas de los jabones Camay aumentaron “vertiginosamente”.
Sin embargo, cuando se dio cuenta de que los buenos resultados conllevaban un incremento de su salario de tan solo 1.000 dólares anuales, este hombre, que se ha considerado siempre independiente y muy ambicioso, pasó a trabajar para la competencia. La marca que eligió, y cuyas ventas se duplicaron en el primer semestre tras su llegada, fue Johnson & Johnson. Pujals fue ascendido a director de la división de productos para hospitales de Centroamérica y Panamá, puesto que ocupó desde 1977 hasta 1981.
Maverick: literalmente inconformista, pero también persona que actúa con iniciativa e independencia. Acompañado por este apodo, desembarcó en nuestro país en 1982, cuando fue nombrado director general de la división española de cuidados intensivos de la compañía americana.
Deseoso de pasar a otra etapa de su vida, cuatro años después, Leo –como le llama su círculo más cercano– dejó Johnson & Johnson y decidió trabajar por su cuenta. En El Pilar, un barrio del noroeste madrileño, Pujals abrió Pizzaphone, un restaurante cuya novedosa peculiaridad era el reparto de pizzas a domicilio. Cuenta la leyenda que el éxito no llegó hasta que tres chicos del barrio, a los que invitaba a diario a probar diferentes pizzas, coincidieron en la misma. De allí lo de el secreto está en la masa, eslogan con el que introdujo a los españoles en el mundo de la comida rápida, por aquel entonces todavía muy verde.
La epopeya de Pujals en Telepizza empezó con dos restaurantes en 1988 y terminó en 1999, último año en el que estuvo al frente de su empresa como presidente, con el control del 64% del mercado de restauración de pizzas y 800 tiendas en una decena de países. Entre las dos fechas, un desarrollo espectacular –en 1993, en plena recesión, esta compañía crecía un 60%–; una estruendosa salida a Bolsa en 1996 –en los primeros dos años la cotización se incrementó un 600%–, y afortunadas adquisiciones –Pizza World, Luxtor y Transportes Gutiérrez–, hasta convertir Telepizza en la primera compañía del Ibex 35 por crecimiento, en 1998.
Como la mitológica fénix, Pujals consigue siempre recuperarse tras un revés, por muy arrollador que sea. Así ocurrió cuando, en 1995, su hermano y los socios minoritarios de Telepizza lograron expulsarlo de la presidencia mediante una acción que el veterano calificó de “golpe de Estado”. “El rey de la pizza pierde el trono”, declaraba entonces la prensa. Pujals estuvo callado un largo rato, hasta que logró volver a su antiguo cargo un año después, aumentando asimismo su participación hasta un 45%.
Sus declaraciones a la prensa en aquel entonces desprenden decisión y un cierto aire militar, tajante. “Todo el dinero que invierten es para perder el doble”, afirmaba, refiriéndose a sus competidores. Y para expresar su repulsa hacia el inmovilismo: “La gente gasta la mayor parte de su creatividad en buscar excusas y justificaciones” en lugar de “definir sus metas y planificar el modo de alcanzarlas”.
Acérrimo enemigo del Gobierno castrista, en 1997 apoyó a un grupo de trabajo de cinco expresos políticos cubanos y ayudó económicamente a 300 familias de disidentes. Cuando abandonó Telepizza en 1999, tras haberse embolsado casi 60.000 millones de las antiguas pesetas, declaró en un comunicado que lo hacía para “poder dedicarse con plena libertad a la causa de la defensa de los derechos humanos”.
Después de haber pasado unos años guardando otra vez silencio y dedicándose a su afición más conocida, la Yeguada Centurión, que creó en 1995, en Segovia, para la cría y doma del caballo de pura raza española, Pujals volvió a la primera plana en 2004, al tomar el 24,9% de Jazztel por 48 millones de euros y asumir la presidencia. Su carácter orgulloso no había cambiado lo más mínimo: “Hay gente que dice que las pizzas no son telecos. Es obvio, pero el que pide pizza y el que pide telefonía pide lo mismo: servicio. Nadie mejor que mi gente tiene mentalidad de dar servicio, porque vienen de servir pizzas en 30 minutos”, explicaba.
“Me quedaré en Jazztel por lo menos ocho años”, prometió. Y al final han sido casi diez. Leopoldo Fernández Pujals vuelve a salir del escenario. A la espera del tercer acto.