Kuala Lumpur, cóctel de épocas y culturas
Cuando alguien llega por primera vez a Kuala Lumpur tiene la necesidad casi imperiosa de plantarse a los pies de las famosas Torres Petronas. Atraen como un imán. Porque si ya impresionan desde la lejanía, brillando a kilómetros de distancia, de cerca impacta su poderosa verticalidad, erigiéndose como dos agujas gemelas de acero y vidrio que bien parecen una nave espacial a punto de atravesar el cielo de la capital de Malasia. Y aún son más espectaculares iluminadas cuando cae la noche, capaces de mantenerte hipnotizado con la mirada hacia arriba un buen rato, lo que regala momentos fugaces en los que la neblina difumina hermosamente su cumbre.
Con sus 452 metros de altura, el edificio de 88 plantas conservó el honor de ser el más alto del mundo durante seis años, hasta 2003. Los visitantes pueden subir hasta el piso 86, a 370 metros de altura, pasando antes por la pasarela flexible que une las torres, a 170 metros del suelo. Las vistas panorámicas dan buena idea de los contrastes que esconde esta ciudad multiétnica del sudeste asiático, con rascacielos ultramodernos y futuristas en la zona del Triángulo de Oro que dan sombra a las adyacentes casas tradicionales del barrio de Kampung Baru.
No faltan los grandes espacios verdes, los Lake Gardens en pleno centro, y las colinas en el horizonte que han nutrido de recursos naturales como el estaño a esta joven metrópolis –apenas tiene 150 años de desarrollo– surgida de la selva y levantada sobre un difícil terreno fangoso, que todavía hoy da problemas cuando llueve más de dos horas seguidas. Con razón, el nombre de Kuala Lumpur significa en malayo “confluencia del fango".
Pasear por cualquiera de sus calles es mezclarse con una diversa población de malayos, chinos e indios, sintiendo el legado de sus culturas, lenguas y religiones. La mayoría son musulmanes, conviviendo en perfecta armonía con budistas, hinduistas, cristianos y taoístas. Un auténtico mix que allí es absoluta normalidad.
Un punto de interés turístico es la Plaza de la Independencia, símbolo nacional por ser el origen de la ciudad, donde se celebró el fin de la colonización. Está rodeada de varias construcciones históricas, como el llamativo edificio del sultán Adbul Samad, construido por los británicos, actual Ministerio de Cultura, o la iglesia anglicana de Santa María.
Y, no sin ingeniárselas para sortear el abrumador tráfico de la ciudad, es obligado hacer una parada en el Central Market, repleto de artesanía local, y perderse por la contigua Chinatown, donde un interminable desfile de tenderetes ofrecen artículos de todo tipo y comida, impregnando al lugar de una singular mezcla de olores. El bullicio forma parte del paisaje de estas calles, decoradas en el techo con guirnaldas.
Merece la pena acercarse a las Batu Caves, a unos 13 kilómetros al norte de la ciudad. Son unas cuevas naturales dominadas por una imponente estatua de 40 metros de color dorado del dios Muruga, a cuyo templo, uno de los más importantes de Malasia, se accede subiendo 272 escalones. La agotadora subida representa para los malasios la culminación del dolor de dar a luz a un hijo, y es el final del camino de una peregrinación que cada año hacen más de un millón de personas. A los turistas se les recomienda no llevar comestibles para evitar posibles abordajes de los macacos que allí viven en libertad. Solo quieren comer, pero pueden dar un buen susto.
Ya algo más alejada, a 25 kilómetros, se encuentra la nueva ciudad de Putrajaya, capital administrativa de Kuala Lumpur, con tan solo 12 años de vida. Allí se decidió ubicar la oficina del primer ministro y la mayoría de los ministerios, así como viviendas para los funcionarios, con el objetivo de trasladar la residencia de unos 10.000 habitantes de Kuala Lumpur y aligerar el tráfico de la urbe.
La enorme mezquita, que tiene capacidad para 15.000 personas, y el diseño de los edificios, cada uno de un estilo de la cultura malaya, son todo un atractivo visual para los amantes de la arquitectura.
Guía para el viajero
Cómo ir. No hay vuelos directos desde España a Kuala Lumpur, pero se puede llegar con Turkish Airlines haciendo escala en Estambul. La aerolínea ofrece un completo servicio a bordo, con un chef en los vuelos intercontinentales que prepara menús de comida turca e internacional personalizados para los pasajeros de primera clase. Los productos son de primera calidad, dignos de un restaurante de lujo, con un catering que ha sido premiado.
Precio del billete. En la clase business oscila entre los 2.500 y los 3.200 euros, y en turista va desde los 600 a los 1.000 euros. Turkish Airlines, con una flota de 249 aviones, llega a 106 países del mundo con rutas regulares a 248 destinos.
Dónde dormir. A diez minutos andando de las Petronas, el Istana Hotel Kuala Lumpur pone al servicio del cliente confortables habitaciones con vistas a las torres, bufé libre y música en directo en la cafetería para relajarse y coger fuerzas de noche.
Dónde comer. En el Central Market, el restaurante Precious Old China sirve comida fusión malaya-china, aderezada con especias. La base de los platos es un arroz azul que toma ese color al estar cocinado con una flor.