El genuino sabor americano
Las leyes se adaptan a las demandas y necesidades de los casinos
Capital del juego y el entretenimiento, parque de atracciones para adultos, ciudad del pecado, la prostitución y el exceso, la horterada elevada a su máxima expresión, un paraíso para las compras, la ciudad permisiva que deja fumar en sus casinos y consumir alcohol en la vía pública… ¿En los Estados Unidos? Sí. Las Vegas, situada en el Estado de Nevada, puede ser todo eso y mucho más. Depende de la mirada del visitante y de sus expectativas, pero esta ciudad, construida en pleno desierto de Mojave, con un clima extremadamente caluroso en verano, no suele dejar impasible a nadie.
Emulando por un día a ricos y personajes famosos, los turistas se desplazan en kilométricas limusinas o se suben a bordo de helicópteros y avionetas para hacer un tour sobrevolando la ciudad o visitar el Gran Cañón del Colorado, esa maravilla de la naturaleza, situado a unos 80 kilómetros en línea recta.
“Lo que pasa en Las Vegas, se queda en Las Vegas”, es una frase recurrente muy utilizada por el Gobierno local y los promotores turísticos de la ciudad. Las leyes se adaptan a las demandas y necesidades de los casinos, verdaderas fábricas de hacer dinero. Porque a Las Vegas, una ciudad donde todo es imitación, además de a casarse en alguna de sus numerosas capillas ad hoc o en los propios hoteles, presenciar espectáculos únicos, cometer excesos de todo tipo o comprar de manera compulsiva en sus innumerables centros comerciales, se va fundamentalmente a jugar. Una experiencia que la mayoría de los visitantes solo tiene en esta ciudad. Pocos son jugadores profesionales, apuestan porque es a lo que se va y a lo que incitan, no solo los propios casinos, sino también las máquinas tragaperras, presentes por doquier. Esta ciudad es un gran parque temático, con pirámides, coliseos y torre Eiffel incluidos.
En un país completamente permisivo con las armas, en Las Vegas tampoco podían faltar las ofertas para practicar el tiro con alguno de los últimos modelos de pistolas o metralletas. Es un atractivo más que se anuncia en periódicos y revistas o en cualquiera de sus grandes avenidas de neón.
Hoy es, sin duda, una atracción turística muy importante en Estados Unidos. Recibe más de 37 millones de turistas anualmente y es una de las ciudades que ha experimentado un mayor crecimiento en los últimos años.
Los tiempos en los que era frecuente ver en sus casinos y hoteles temáticos las actuaciones de artistas de la categoría de Frank Sinatra o Elvis Presley han quedado atrás, pero el espectáculo sigue y hoy es posible asistir a un show de magia de David Copperfield, disfrutar de las canciones de Cher o Céline Dion, compartir la música favorita de Paris Hilton, haciendo las veces de DJ ocasional durante un fin de semana, o ver la última puesta en escena del Cirque du Soleil.
Escasamente habitada por indios paiutes, los primeros blancos en asentarse en estas tierras inhóspitas fueron, paradójicamente, fundamentalistas religiosos, un grupo de mormones que llegó hacia 1855. Como es evidente, tuvieron poco éxito en su misión.
Un museo sorprendente
Escenario de películas míticas y meca mundial del boxeo, mucho se ha hablado y escrito del control que ejerció la mafia sobre la ciudad entre los años sesenta y ochenta del siglo pasado. Pocas empresas se reparten hoy los beneficios que generan los millones de visitantes. Un inusual museo de la mafia, también conocido como el Museo Nacional del Crimen Organizado y el Orden Público, que abrió sus puertas en febrero de 2012, da a conocer la vida de famosos delincuentes, como Al Capone, Bugsy Siegel o John Gotti, y su papel en la transformación de un pequeño pueblo perdido en el desierto y convertido en la capital mundial del juego. Hoy, la extraordinaria infraestructura hotelera y de restauración permite a la ciudad acoger todo tipo de eventos: ferias sectoriales, congresos, reuniones de empresa, bodas...
El lugar recibió su nombre del explorador y comerciante español Antonio Armijo. Desde Santa Fe (Nuevo México), siguiendo un afluente del río Colorado, su expedición llegó en 1829 a la zona, entonces plagada de manantiales y áreas verdes, en contraste con el desierto que las rodeaba;de ahí su nombre.