Del telescopio a la conquista del espacio
El ser humano siempre ha perseguido la ambición de poder contemplar el mundo que lo rodea desde lo más alto. Un espectáculo reservado para unos pocos privilegiados, que el resto hemos tenido que intentar compensar de otras maneras. Pocos han sido los niños y niñas que no han pedido en sus cartas a los Reyes Magos la última nave o estación espacial de juguete, aunque al final, más aún hace un par de generaciones, debajo del árbol acababa apareciendo un globo terráqueo, un mapamundi o, en el mejor de los casos, un telescopio.
La mayoría hemos cambiado el orden de nuestros sueños, pero el niño que sigue queriendo viajar al espacio puede volver a aparecer de un momento a otro. Porque se habrá enterado de que los viajes espaciales para turistas empiezan a dejar de ser una quimera, y durante el año que viene se esperan las primeras experiencias de este tipo. Y algunas, más cerca de lo que el resignado adulto puede creer.
La empresa aeroespacial suiza S3 presentaba este mes la que será su primera base de operaciones en Europa, en la isla de Gran Canaria. Allí desarrollará todo un sistema de lanzamientos de satélites de pequeño tamaño, pero también dos vías para aprovechar el flujo turístico canario y acercarlo un poco más a las estrellas. El primero lo pondrá en marcha el próximo año, por sus menores necesidades técnicas: una pista de aeropuerto y un Airbus A300 modificado capaz de anular la gravedad en su interior. “Serán los primeros vuelos de gravedad cero de Europa”, afirman desde la compañía. El avión asciende a gran velocidad hasta 8.500 metros para después caer súbitamente hasta 6.000. Anulada la gravedad, los turistas pasan a la zona central del avión para experimentar lo que viven los astronautas. Será la primera vía de S3 para comenzar a facturar, en trayectos de “unos pocos miles de euros”. Para 2020 calculan que estarán previstos los primeros vuelos orbitales, la verdadera experiencia espacial a unos precios, anticipan, competitivos, ya que el transportador va acoplado a un avión comercial.
Pero si hay que hablar de pioneros en este campo, uno de ellos es Richard Branson. El multimillonario propietario del gigante Virgin está más cerca de cumplir su sueño de ofrecer vuelos turísticos suborbitales. La semana pasada culminó con éxito uno de los exámenes clave para que el proyecto pase a ser una realidad. Su nave, la SpaceShipTwo, se elevará hasta 110 kilómetros de altura en su fase de máximo desarrollo y será capaz de superar la barrera del sonido. Cuenta con seis plazas, y el propio Branson y sus dos hijos serán los pasajeros del primer vuelo oficial, que será retransmitido para todo el mundo. El resto deberá sumarse a una lista de espera de 1.000 personas, que se han comprometido a pagar un precio de 190.000 euros.
La americana World View Enterprises ha sido la última en sumarse a esta oferta, tras presentar un sistema de elevación a través de un globo de helio gigante al que se acoplaría una cabina con capacidad para ocho personas, hasta 30.000 metros. No es el espacio, pero son un sistema y altura similares desde las que Felix Baumgartner, el deportista de riesgo que asombró al planeta el año pasado, se precipitó al vacío. Su precio rondará los 70.000 euros.
Aquel niño decepcionado con su mapamundi puede cumplir su sueño. Eso sí: ahora le tocará ahorrar.
El próximo sueño: Marte
Elon Musk ha sido uno de los nombres más destacados del año en el mundo empresarial estadounidense. Fundador de PayPal, también creó la marca de coches eléctricos Tesla, que ha revolucionado el mercado y la Bolsa, y la compañía espacial SpaceX, convertida en uno de los principales socios de la NASA. Musk, de perfil nada convencional, tiene como objetivo realizar vuelos espaciales a Marte y levantar allí toda una colonia de hasta 80.000 personas, basándose en una versión mejorada de su Dragon, que llevará astronautas a la estación espacial internacional. No bromea, y quiere hacerlo antes de que la generación actual no pueda verlo. Este año también presentó un proyecto de tren supersónico capaz de transportar pasajeros a 1.200 kilómetros por hora. ¿Loco o ambicioso? El tiempo lo dirá.