Luz sobre la formación de las tarifas
Si nadie lo remedia, la factura que pagan religiosamente los hogares por el consumo de energía eléctrica subirá un 13% el primero de enero, tras el vertiginoso y desconocido tirón del precio de la energía en la subasta realizada ayer: casi un 30%, que marca un nuevo récord en un cruce de oferta y demanda en una operación con limitada presencia de operadores, y que consolida la comercializada en España como la energía más cara de Europa, con la anecdótica excepción de Malta o Estonia. La subida es tan escandalosa en un periodo de desplome continuado de la demanda, doméstica e industrial, que suena a artificiosa. Tanto, que el Ministerio de Industria ha ordenado una investigación urgente a la CNMC para auditar el proceso y anularlo si se detectara manipulación.
En todo caso, dado que el resultado de las subastas no responde al comportamiento normal de un mercado libre, y ante la sospecha de que no recoge solo los costes reales de generación y transporte, puesto que no soportan la comparación con mercados más maduros y con demanda más pujante, el Gobierno debe rectificar el mecanismo de formación de precios. Sin un formato que recoja los costes reales, y por tanto competitivos, no puede tomarse en consideración como definitiva la reforma eléctrica que pretendía terminar con el déficit tarifario.
El sistema eléctrico acumula ya tal deuda titulizada que no es admisible computar ni un euro más, puesto que tiene un coste en el recibo que prolonga su sombra por décadas. La reforma del Gobierno ha limado algunos márgenes de la generación y la distribución, con severos recortes a las desmadradas subvenciones a las energías renovables, y ha endosado al recibo otra parte importante del déficit de oficio, amén del que por arte de la mala política ha sobrevenido después al advertir el Gobierno que no podía financiar con el presupuesto los 3.600 millones de euros comprometidos para este año, salvo poniendo en riesgo el objetivo sagrado del déficit. Pero sigue dando la impresión de que en este ejercicio de ajuste los esfuerzos no han sido equilibrados, puesto que mientras el recibo sube casi un 70% en los últimos cinco años con la demanda contrayéndose, el déficit tarifario crece en paralelo a los números negros en las cuentas de resultados de las compañías.
Hay que revisar la reforma eléctrica poniendo a cada actor en su sitio en el escenario. Una generación equilibrada que busque la mayor eficiencia. Un mecanismo de determinación de precios justo, que permita la provisión de energía a tarifas similares al resto de Europa, que sea competitivo para la industria, que proporcione un justo retorno a las compañías y que pueda permitir que el mercado funcione solo, sin que tenga que ser auxiliado por el Presupuesto público. Y todo ello debe hacerse con fuerte consenso político, para que el sistema sea durable e incontestable.