Galicia se convierte en el imán para el sector financiero
Es un día decisivo para el Gobier no de Alberto Núñez Feijóo. Hoy las entidades financieras y fondos de inversión interesados en ofertar por Novagalicia (NCG) deberán presentar sus propuestas vinculantes. Y solo si el proyecto ganador decide mantener la firma gallega independiente se considerará un triunfo para la Xunta, que podrá así seguir ondeando la bandera de ser una de las ya pocas comunidades autónomas con un banco con sede regional.
Gran parte de las firmas que han apostado por NCG creen que el FROB realizará una segunda vuelta ante la similitud de las ofertas, aunque no a todos les conviene este sistema de elección. Una diferencia más elevada de los 200 millones de euros o que una oferta sea mayor en un 50% a la segunda evitaría que se hiciera una segunda ronda. De producirse esta eventualidad, el FROB elegiría las tres primeras ofertas y les pediría que presentaran una propuesta definitiva.
Esta subasta presenta muchas novedades sobre el resto de las que se han celebrado hasta ahora en España con motivo de la crisis financiera. Pero una de las que llama más la atención es que ha sido en Galicia donde se ha escenificado la mayor batalla por la compra de una entidad financiera en el país.
Al toque de corneta del Gobierno para subastar Novagalicia, la gran banca, salvo Banco Popular y Banco Sabadell, que están ahora en otras guerras, ha demostrado su ferviente interés por el mercado gallego, con un gran nivel de ahorro y de fidelidad a sus entidades.
BBVA, Santander y CaixaBank no han escatimado en equipos para analizar NCG. Su escasa cuota de mercado en Galicia es el principal detonante que les ha llevado a estudiar con detenimiento la firma que preside José María Castellano.
Pero al interés de los grandes se le une el de un banco extranjero, más concretamente venezolano, Banesco. Podría representar la reclamada inversión internacional para salvar un banco español. Se da la circunstancia de que Banesco ya adquirió hace justo un año, también en Galicia, Banco Etcheverría, hasta esas fechas filial de Novagalicia. Igualmente compró 66 oficinas de NCG y se presentó a la subasta por Banco Gallego, que finalmente se llevó Sabadell por una diferencia de 60 millones de euros sobre la oferta del grupo de Venezuela.
Pero entre medias de estas operaciones se han producido entradas de capital latinoamericano en dos bancos, Sabadell y Popular. Este último también interesado en el mercado gallego, don de adquirió hace dos años Banco Pastor, que des de la semana pasada mantiene su independencia pese a ser del grupo que preside Ángel Ron. Banesco, además, está interesado en la cartera de créditos fallidos de 4.000 millones de euros de Novagalicia, que se subastará en paralelo a la entidad.
Una de las razones, que no la única pero sí importante, que ha provocado una cierta sorpresa positiva en los interesados por Novagalicia es su cartera de clientes españoles o descendientes de españoles residentes en América Latina. Más de 200.000 usuarios que se encuentran inscritos en las oficinas de representación de NCG y cuyos ahorros representan el 12% del balance de la firma gallega. Además, es un pasivo muy barato, sin remuneración histórica. Banco Popular se encontró con una sorpresa parecida en Pastor, también con un número muy similar de clientes gallegos del banco que viven en Latinoamérica.
A los cuatro bancos interesados en NCG hay que añadir otro número igual de fondos de inversión. Es la primera vez que estos inversores internacio nales apuestan por pujar por una institución financiera española. Hay un precedente, el fondo estadounidense Apollo, que ha comprado Evo Banco, también una novedosa filial de Novagalicia creada sin ficha bancaria (ahora ya la tiene) y solo para ope rar fuera de Galicia, Asturias y León. Apollo no ha ofertado por NCG, pero sí por su cartera de créditos fallidos.
El problema para la Xunta es que solo Banesco o un fondo de inversión como Guggenheim (hasta hace pocas semanas una de las apuestas favoritas, pero que se ha ido desinflando poco a poco) permitirían a Novagalicia mantener su independencia. De lo contrario, sería absorbida y Feijóo tendría que hacer frente a las críticas de sus votantes, que defienden una entidad gallega, que mantenga su sede allí y no destruya más empleo ni cierre más oficinas.