El esplendor vuelve al Marbella Club
Alfonso de Hohenlohe lo fundó en 1954 y sigue siendo parada y fonda de gente guapa Siempre se distinguió de sus rivales de la Costa Azul por una ausencia de ceremonia
Entrar al Marbella Club es respirar otro aire. Ubicado entre el mar y las montañas de La Concha, el hotel está rodeado por 42.000 metros cuadrados de jardines subtropicales diseñados por Alfonso Hohenlohe, el noble germano-español que fundó el establecimiento en 1954. El príncipe Alfonso no solo es responsable de las fragancias florales que embriagan a los huéspedes en cuanto ponen un pie en el local. Fue este emprendedor quien dio al Marbella Club su fama mundial al convertirlo en los años sesenta en un refugio de aristócratas, estrellas de Hollywood o jefes de Estado destronados.
Siempre se distinguió de sus rivales de la Costa Azul por una ausencia de ceremonia. La anécdota de una visita del duque de Windsor en los años sesenta es reveladora. En el hotel cuentan que los invitados a una cena en su honor se vistieron de traje oscuro y corbata para esta ocasión tan especial, pero el ex rey Eduardo VIII de Inglaterra, que se convertiría en un habitual del hotel, los sorprendió con una camisa hawaiana roja y blanca.
Aunque esa belle époque es historia, el hotel mantiene el espíritu tranquilo e informal, al igual que la vocación por ofrecer un elevado servicio. Por ello, todavía es frecuente descubrir entre sus huéspedes, por ejemplo, al presidente del Congo y todo su séquito, disfrutando de unas vacaciones y de una cena en el restaurante Grill, donde se ofrece un gran repertorio de platos, sobre todo de carne. Sus mesas del patio, alumbradas con luz de vela, le dan un toque muy romántico.
Dormir en el Marbella Club es una experiencia diferente a la de un hotel tradicional. Los huéspedes se alojan en villas de arquitectura andaluza, que se distribuyen a lo largo y a lo ancho de los jardines. Aunque comparten el confort, la amplitud de salas, dormitorios, baños y terrazas, y la cercanía con la naturaleza, cada villa es única y tiene su nombre escrito a mano en los tradicionales azulejos andaluces, azules y blancos. La sensación es la de estar en una casa cercana al mar, pero con todos los servicios de un hotel de primer nivel (los precios oscilan entre los 350 euros para una habitación doble en baja temporada hasta los 6.000 para una villa de cinco dormitorios en temporada alta).
Aunque dan ganas de quedarse a disfrutar de la villa, las actividades del hotel invitan a salir. Para conocer estas opciones y hacer reservas no es necesario moverse ni llamar a la recepción. En cada habitación hay un iPad con una aplicación especial que lo facilita.
Además de un campo de golf, con un recorrido de 6.247 metros, y un centro hípico, donde realizar excursiones o entrenamientos, uno de los mayores reclamos del Marbella Club es su spa Club Thalasso. Situado en primera línea de playa, cuenta con una piscina cubierta con diferentes chorros para masajes, que permite a los huéspedes relajarse en agua de mar mientras contemplan el Mediterráneo.
El baño se completa con una visita a las saunas y baños turcos o con alguno de los tratamientos de belleza, relajantes o de adelgazamiento. Durante el día, las alternativas culinarias se amplían y se acercan al mar. El Beach Club del hotel destaca por un surtido bufé con todo tipo de comida (libanesa, italiana, asiática...), pero también por su piscina climatizada a pocos metros de la arena. Yquien prefiera tomarse algo a pie de playa tiene un chiringuito, MC Beach, en los tonos marítimos blanco y azul, con una amplia oferta de pescados y ensaladas.