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Editorial

Espaldarazo de Berlín y del BCE al euro

Poco tiempo ha necesitado la canciller alemana, Angela Merkel, para anunciar –o mejor, para recordar– que Berlín no va a modificar la política europea que ha practicado hasta el momento. Una política que, tras los resultados legislativos del domingo pasado, cuenta con la legitimación de una amplísima mayoría de los electores alemanes. Las palabras de la canciller, manifestadas ayer ante la prensa, no pueden ser más claras. “Nuestra política europea ha sido buena, no tenemos por qué cambiar”, señaló, para añadir que el respaldo obtenido por su partido en las urnas constituye “un voto a favor de Europa”. Merkel renovó también su compromiso con la austeridad como eje de la política económica europea al insistir en que sus socios en la moneda única deben acometer la misma tarea que Alemania realizó hace años. “Éramos el enfermo de Europa y ahora somos ancla de estabilidad”.

Curiosamente, el mismo día, y desde la capital europea de Bruselas, la autoridad monetaria europea confirmó también su compromiso financiero con el proyecto euro. El presidente del BCE, Mario Draghi, mostró plena disposición a reactivar las macrosubastas de liquidez de hace 20 meses para desatascar los flujos interbancarios y garantizar tipos de interés de corto plazo muy asequibles que aseguren la financiación bancaria. Continuidad, por tanto, en el control de la deuda, continuidad en las condiciones monetarias en tanto se cierra la brecha institucional que precisa el euro para dejar de ser vulnerable.

Alemania es un ancla de estabilidad para Europa y constituye el principal motor económico del continente y una pieza maestra para avanzar hacia una unión monetaria que no vuelva a tambalearse –institucional y políticamente– como consecuencia de un largo invierno económico. En los últimos meses la hoja de ruta de ese proyecto de plena integración europea ha permanecido congelado a la espera de las elecciones alemanas. Tras los resultados del domingo, las incertidumbres se han convertido en certezas. Con un respaldo que se ha quedado a cinco escaños de ser absoluto, Angela Merkel seguirá contando con el apoyo necesario para liderar el transatlántico europeo. Un buque cargado con pasajeros de primera, de segunda y hasta de tercera clase –el problema griego sigue sin resolver– pero unidos, todos ellos sin excepción, por un interés común: la necesidad de capear la tormenta y arribar a puerto.

La primera lectura que puede hacerse de los resultados electorales es que la construcción europea no solo sigue en marcha, sino que se llevará a cabo de acuerdo al modelo alemán. Un modelo que pasa por exigir el saneamiento presupuestario de los socios de la moneda única como fundamento para articular una Europa sólida y fuerte. La victoria de Merkel supone la victoria de las políticas de austeridad fiscal y reformas estructurales, así como el respaldo a una agenda que incluye asignaturas tan urgentes como la unión bancaria, la recuperación de Grecia o la culminación plena de la reestructuración del sector financiero en España. Pese a que la mayoría obtenida en las urnas obligará a la canciller a buscar alianzas –ya sea con los socialistas del SPD o con Los Verdes– los resultados de las elecciones traslucen el castigo del electorado alemán a las posiciones euroescépticas.

Desde Bruselas se interpretan los resultados del domingo como una señal de que el diálogo Berlín-Bruselas puede resultar más fluido este tercer mandato, tanto por la necesidad de pactar de Merkel como por el descalabro de los partidos antieuropeístas. Más allá de que se confirmen esas expectativas, esta nueva victoria de la canciller alemana constituye una garantía de que las asignaturas pendientes de la agenda europea –comenzando por una unión bancaria que garantice, entre otras cosas, que el sector financiero español sea examinado y calificado en condiciones de equidad con el resto de la banca europea– se acometerán con firmeza, eficacia y pragmatismo. Se trata de tareas que resultan tanto más imprescindibles cuando la recuperación económica en Europa se prevé larga. Ayer mismo, Mario Draghi recalcaba que la “lenta” recuperación en que está inmersa la Unión Monetaria se mantendrá durante meses. Una razón más para agilizar la puesta en marcha de un proyecto de moneda única con cimientos institucionales, políticos y financieros más sólidos.

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