Una España volcada en el negocio exterior
El Gobierno de España se enfrenta hoy a un cambio sin precedentes en el comercio exterior: el crecimiento exponencial del número de empresas españolas que realizan comercio internacional. Si hace muy pocos años las ventas en el extranjero estaban reservadas a unas pocas empresas pioneras –la mayoría de ellas grandes–, hoy resulta claro que se está ampliando la base exportadora del país a gran velocidad, incorporándose de manera continuada nuevas empresas a este proceso, muchas de ellas pymes. En los dos últimos años, el número de empresas exportadoras crece por encima de los dos dígitos, según datos del Icex.
Esta nueva realidad está llevando a reflexionar, en círculos académicos y en el propio Gobierno, sobre la mayor o menor adecuación de los instrumentos de apoyo al comercio exterior con los que hoy cuenta nuestro país, partiendo de la comparación de estos con los que vienen utilizando otros países con una amplia base de empresas exportadoras. Qué duda cabe que no es lo mismo diseñar y ejecutar políticas de apoyo a un pequeño colectivo que políticas que fortalezcan las posiciones de un grupo mucho más amplio. Tampoco es lo mismo desarrollar políticas para formar y convencer de las ventajas de exportar, que políticas de apoyo a las empresas –que ya son exportadoras– para que sean más competitivas allí donde se baten con empresas de otros países.
Entre los muy diversos instrumentos que pueden emplearse, y que vienen utilizando de manera habitual y recurrente los países que son un referente mundial en comercio exterior, destaca el que se conoce como “cooperación técnica”. Alemanes, americanos, británicos, pero también chinos, brasileños, coreanos, etc., utilizan este instrumento a medio camino entre la cooperación al desarrollo y las políticas de comercio exterior para potenciar el desarrollo global de aquellos sectores en los que sus empresas son más competitivas.
Según la OCDE, la cooperación técnica mueve del orden del 25.000 millones de dólares al año en el mundo. Mediante la cooperación técnica, un país pone a disposición de otro sus expertos en una determinada materia. El razonamiento es puramente lógico: si las empresas de construcción y gestión de infraestructuras, pongamos por ejemplo, de un determinado país son especialmente competitivas a nivel global, a dicho país le interesa favorecer el desarrollo de este sector en otros lugares, contribuyendo así a crear mercados internacionales con alta probabilidad de ser exitosos para sus empresas exportadoras. Abogados, ingenieros, consultores, funcionarios colaboran con los gestores de otro país transfiriéndoles el conocimiento acumulado y ayudándoles a desarrollar de la mejor manera posible sus políticas y programas a través de asistencias técnicas, formación o viajes de estudio. Pues bien, eso es la cooperación técnica.
Debe resaltarse que, además de ser un instrumento de suma importancia para el país de origen –pues, como se ha dicho, facilita el éxito de sus empresas y, con ello, la creación de empleo y riqueza–, la cooperación técnica es también un instrumento muy valorado por los países receptores: la capacitación de sus técnicos y la importación de las prácticas que han sido exitosas en otros lugares son hoy dos de las más importantes necesidades que tienen los países en vías de desarrollo. Es este marco de interés mutuo el que ha provocado que la cooperación técnica se haya extendido rápidamente y no haya nación hoy que no cuente, como donante o receptor, con proyectos de este tipo.
El Gobierno está estudiando hoy como desarrollar este instrumento en el caso español y las decisiones que se tomen al respecto serán clave para el crecimiento a corto plazo de nuestro país. España tiene una alta capacidad para transmitir buenas prácticas en sectores como son el tratamiento de aguas, las infraestructuras, las energías renovables o la gestión del transporte. Transmitirlas es, además de bueno para la creación de empleo en nuestro país, una obligación moral como forma de apoyar a otros países en el difícil reto de acabar con la pobreza. Energía limpia, agua y transporte son prioridades que están hoy en la agenda de todos los países en vías de desarrollo, y de la ONU.
En definitiva, la cooperación técnica española –una vez se extienda como instrumento– servirá para fortalecer la imagen que sobre el conocimiento técnico y la calidad de los productos de nuestro país se tiene en los estamentos decisores de terceros países, a la vez que dotará a estos de capacidades de diseño y gestión con los que abordar mejor sus grandes retos en materia de infraestructuras, energía, aguas, etc. Hoy parece claro que España puede y debe convertirse en un referente internacional de la cooperación técnica.
José I. Cases Comyn, director general de Novadays