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Discursos que han hecho historia

Adolfo Suárez: “Puedo prometer y prometo”

El 13 de junio de 1977, el presidente se dirige a los españoles para pedirles confianza El profesor de Esade Francisco Loscos analiza sus históricas palabras

El expresidente del Gobierno Adolfo Suárez.
El expresidente del Gobierno Adolfo Suárez.Efe

Buenas noches, señoras, señores. Vengo a hablarles de un nuevo horizonte para España. Vengo a solicitar su voto para hacerlo posible. Vengo, como candidato, a pedir su voto para la Unión de Centro Democrático.

No vengo con fáciles palabras a la conquista de votos fáciles. Sé muy bien –y lo demuestra la experiencia– que quienes alcanzan el poder con demagogia terminan haciéndolo pagar al país a un precio muy caro. Lo primero que quiero advertir es que las elecciones no resuelven por sí mismas los problemas, aunque es el paso previo y necesario para su solución. Durante esta campaña electoral ustedes han oído y oirán muchos programas políticos. Pienso que todos se parecen demasiado; que todos los partidos predican aparentemente lo mismo.

Quizá esto ha provocado la incredulidad y desconfianza de los ciudadanos, porque sabemos que todo no se puede hacer de la noche a la mañana. Tiene, sin embargo, una ventaja, que es la de saber con certeza cuáles son nuestros problemas. Efectivamente, ya nadie duda de que hay que eliminar muchas deficiencias y muchas injusticias. Desde la absurda discriminación de la mujer hasta la superación de todos los desequilibrios sociales, culturales y económicos. Creo, sin embargo, que todos estos problemas no se resuelven con palabras ni prometiendo a los ciudadanos que al día siguiente de las elecciones van a despertarse en el país de las delicias.

Creo modestamente que en esta nueva hora de España, y al pedirles su voto, no traigo mis papeles en blanco ni soy una incógnita. Prometimos normalizar nuestra vida política, gestionar la transición en paz, construir la democracia desde la legalidad, y creemos que, con las lógicas deficiencias, lo hemos conseguido. Prometimos que todas las familias políticas pudieran tener un lugar en las Cortes, y el miércoles pueden lograrlo. Pienso que ya está ordenado el mapa político español y se puede comenzar a construir sobre él. Esta España, que ya es políticamente de todos, debe comenzar a serlo también en lo social, en lo económico y en lo cultural.

Pero quiero insistir, señoras y señores, en que nada va a ser fácil. No puedo asegurarles soluciones inmediatas y milagrosas ni que de la noche a la mañana se satisfagan todas las reivindicaciones, incluso las de estricta justicia. No puedo asegurar que se arreglen rápidamente problemas que se vienen arrastrando desde hace muchos años, aunque la actual libertad de expresión los haga aparecer como nuevos. No puedo asegurarles nada de esto, porque somos un país con recursos limitados, con deficientes estructuras, con desigualdades irritantes y con una legislación que no se acomoda a la realidad de 1977.

Pero si ustedes nos dan su voto, puedo prometer, y prometo, que nuestros actos de gobierno constituirán un conjunto escalonado de medidas racionales y objetivas para la progresiva solución de nuestros problemas.

Puedo prometer, y prometo, intentar elaborar una Constitución en colaboración con todos los grupos representados en las Cortes, cualquiera que sea su número de escaños.

Puedo prometer, y prometo, porque después de las elecciones ya existirán los instrumentos necesarios, dedicar todos los esfuerzos a lograr un entendimiento social que permita fijar las nuevas líneas básicas que ha de seguir la economía española en los próximos años.

Puedo prometer, y prometo, que los hombres de Unión de Centro Democrático promoverán una forma fiscal que garantice, de una vez por todas, que pague más quien más tiene.

Puedo prometer, y prometo, un marco legal para institucionalizar cada región según sus propias características.

Puedo prometer, y prometo, que trabajaremos con honestidad, con limpieza y de tal forma que todos ustedes puedan controlar las acciones de gobierno.

Puedo, en fin, prometer, y prometo, que el logro de una España para todos no se pondrá en peligro por las ambiciones de algunos y los privilegios de unos cuantos.

Un compromiso astuto e impecable

Francisco Loscos, profesor del departamento de Dirección de Personas y Organización de Esade

 El 15 de junio de 1977 se celebraron en España las primeras elecciones democráticas tras la muerte del dictador Francisco Franco. El entorno sociopolítico era muy complicado. Juan Carlos I había sido nombrado rey de España el 22 de noviembre de 1975. Carlos Arias Navarro, presidente del primer Gobierno del nuevo Estado, fracasó en el proceso de transformación democrática. No supo, no pudo, o no le dejaron, gestionar dos variables clave: por un lado, el deseo no-reformista de la mayoría de las huestes franquistas, y por otro, el deseo de reformas aceleradas y radicales de los que llevaban décadas esperando el cambio.

En julio de 1976, el Rey nombró a Adolfo Suárez presidente del Gobierno. Pese a la desconfianza generalizada, Suárez logró impulsar las reformas necesarias para que el 15 de junio del 77 fuera no solo la puesta de largo de un Estado democrático, sino también que todas las fuerzas políticas de la izquierda pudieran participar.

Suárez crea un partido político a imagen y semejanza suya, la Unión de Centro Democrático (UCD), con la que se presenta a las elecciones. En vísperas de la jornada electoral Suárez pronuncia un discurso, emitido por TVE, en el que utiliza el famoso “puedo prometer y prometo”, sin ninguna duda la coletilla política más impactante de la reciente historia política de nuestro país. Si analizamos el discurso de Suárez desde el prisma situacional de aquel momento histórico, y desde una perspectiva más actual de liderazgo transformacional, podemos extraer algunas reflexiones muy interesantes.

En primer lugar, el objetivo del discurso fue la creación de una visión compartida de lo que debería configurar los valores esenciales del nuevo Estado de Derecho. Para ello, manejó impecablemente la audiencia, la filosofía y el compromiso. Una audiencia inmadura democráticamente, pero que deseaba y necesitaba comprar un proyecto político. Una filosofía que aunaba una dimensión más propia del largo plazo (visión estadista) con otra perteneciente a la esfera del corto plazo (visión política). Y un compromiso muy astuto que conectaba impecablemente las emociones del poder hacer (puedo prometer) con las del hacer (prometo)

En segundo lugar, el discurso tuvo la habilidad de convertir un escenario de inquietudes y temores en un espacio de confianza. El inicio del discurso estuvo focalizado en las tres grandes promesas que se habían cumplido. No eran promesas banales, además de vitales, eran propietarias de un extraordinario impacto emocional. Venían referidas a la devolución de la soberanía, a la transición en paz y a que todas las familias políticas tuvieran su espacio.

En tercer lugar, el liderazgo de Suárez salió reforzado tras el discurso. Por un lado, el contenido del mismo provocó una simbiosis entre Adolfo Suárez y su partido político que posibilitó el triunfo de la UCD frente al PSOE. Por otro lado, el lenguaje corporal ante la cámara estuvo absolutamente alineado tanto con las palabras (seguridad) como con el entorno (confianza). El liderazgo de Suárez fue un gran atrayente de votos porque mostró un extraordinario estado de atracción emocional positiva (PEA).

Y en cuarto lugar, el mensaje, estructurado alrededor del impactante “puedo prometer y prometo” generó un enorme efecto de contagio emocional. Fue un mensaje que tuvo la capacidad de lograr que el pueblo comprara y soñara con esa visión que Adolfo Suárez tenía y compartía, a la vez que la habilidad de resultar inolvidable.

 

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