Las costuras españolas de la industria cinematográfica
Óscar y Bafta para Anna Karenina, César para Los Adioses a la Reina, Goya y Gaudí para Blancanieves y Max para Follies. Seis premios cinematográficos otorgados al vestuario de cuatro películas en 2013. Todos en manos de una sastrería familiar española con más de 80 años de historia. Por los talleres de la Sastrería Cornejo han pasado los trajes de Gladiator, Los piratas del Caribe o Los miserables. Sus almacenes guardan vestidos llevados por Diane Kruger o Russel Crow. Vestimentas que guardarían en vitrinas muchos coleccionistas, pero que ellos ponen a disposición de sus clientes, los figurinistas.
Cornejo vive de alquilar vestuario, confeccionado, en ocasiones, expresamente para la producción. La difícil situación que atraviesa el cine español hace que prácticamente el 70% de su facturación provenga del extranjero: producciones francesas, italianas, inglesas e, incluso, proyectos americanos rodados en Europa.
Los mayores ingresos provienen de las películas cinematográficas, aunque las series televisivas también generan importantes beneficios. En este momento, por ejemplo, se encarga del vestuario de una serie que se rueda en Praga. El teatro nacional y la zarzuela también les encargaba vestimentas, pero en los últimos meses, los pedidos se han reducido drásticamente.
Casi un siglo cosiendo
El abuelo del actual propietario de Cornejo fundó en 1920 una empresa con una pequeña colección de trajes. Su escaso material le impedía trabajar para el cine, por lo que se dedicaba al alquiler de disfraces, hasta que la empresa se expandió, poco a poco, al mundo del teatro. El gran impulso a la compañía se produjo en la década de los sesenta, cuando el productor norteamericano Samuel Bronston vino a rodar a España cinco grandes producciones: El Cid, La caída del imperio romano, Rey de reyes, 55 días en Pekín y El fabuloso mundo del circo. Obligado por la coproducción a invertir una cantidad de dinero en el país, pese a las primeras reticencias, sus figurinistas tuvieron que trabajar con Cornejo y quedaron muy satisfechos. “El círculo nuestro es bastante cerrado”, por lo que en breve se dio a conocer la calidad del taller español y se multiplicaron los trabajos para producciones extranjeras.
Hoy, casi un siglo después, Cornejo ha incorporado ya a la tercera generación familiar, compuesta por los hijos y sobrinos de los actuales propietarios. Sus múltiples trabajos se almacenan en hasta cinco naves ubicadas en Azuqueca de Henares, a 40 kilómetros de la capital, aunque sus oficinas se encuentran en el distrito madrileño de San Blas. Hasta 2001 estaban instalados en un precioso edificio de Tirso de Molina, sin embargo, las comodidades necesarias para su labor, les obligaron a trasladarse a la calle Rufino González, donde cuentan con múltiples talleres y disponen de los medios necesarios para trasladar el material de un lugar a otro fácilmente.
En la empresa trabajan actualmente 50 personas, junto con los empleados de talleres externos que la compañía contrata para las grandes producciones. Sin embargo, el objetivo del actual director general, Humberto Cornejo, es reducir la plantilla hasta los 40 empleados, sin realizar nuevas incorporaciones tras futuras jubilaciones.
La crisis ha afectado al cine y 2012 fue un año difícil para Cornejo. “En el primer semestre realizamos una inversión de 600.000 euros para la confección de 500 trajes para Los Miserables y 800 uniformes para El libertador. El segundo fue catastrófico, dejó de venir el cine extranjero”, explica Humberto Cornejo.
Aunque 2013 ha comenzado un poco mejor, gracias a nuevos asuntos productivos extranjeros, la empresa sabe que tardarán en ver los beneficios de su gran inversión en Los Miserables. “Nosotros vivimos de alquilar, por lo que si queremos estar en primera línea tenemos que estar continuamente invirtiendo, aunque ello suponga no tener beneficios a corto plazo”, continua el director general de esta pequeña gran empresa.
Trajes únicos y a precios competitivos
Cornejo ha de competir con los bajos precios de la industria asiática, lo que le obliga a realizar grandes ofertas a los figurinistas. A diferencia de otras empresas, esta sastrería confecciona los trajes uno por uno, cada uno con una medida, una tela y un diseño diferente. El alquiler de las ropas ya confeccionadas en stock cuesta a los figurinistas entre 100 y 300 euros, dependiendo también del tiempo que se vaya a alquilar o el número de vestimentas que se contraten. Un vestuario confeccionado expresamente para la producción puede estar valorado entre 1.000 y 6.000 euros, aunque su precio de alquiler es del 50% de su valor en venta.