_
_
_
_
El Foco
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Los escasos mimbres de las propuestas de Rajoy

El autor cree que a Mariano Rajoy le falta modestia al atribuirse ciertos acuerdos a nivel europeo y está convencido de que tiene escaso margen para poner en marcha algunas de las propuestas de su discurso

Tres aspectos del discurso del presidente en el inicio del debate sobre el estado de la nación merecen un comentario especial. Primero, el objetivo reconocimiento de la dureza de la situación actual; segundo, la injusta atribución de la aportación de España a la irreversibilidad del euro; y tercero, el escaso peso de las medidas que ofrece a la población para este difícil 2013.

El primer aspecto es mucho más relevante de lo que se podría suponer a priori. Escuchar al Sr. Rajoy hablar de que ‘nada de brotes verdes’, o que ‘la realidad económica y social de nuestro país es terriblemente dura’ es, si más no para mí, una bocanada de aire fresco. Y ello porque fue su incapacidad para aceptar la dureza que afrontaba España hace ahora un año la que nos condujo al precipicio que fue el verano de 2012. Y del que tanto esfuerzo y sinsabores nos ha costado salir. Bien por este reconocimiento. Bien, finalmente, por este ejercicio de realismo. Aunque sea impuesto por la crudeza de los datos del mercado de trabajo, del crédito o de la actividad.

El segundo elemento es más chocante, y reduce la credibilidad del gobierno. No es serio atribuirse, como hizo el presidente, que el problema fundamental que tuvo que afrontar España era dar una respuesta política a la crisis del euro, que otros países parecían incapaces de suministrar. Ni lo es tampoco considerar como un éxito de la diplomacia española los resultados del Consejo Europeo del 28/29 de junio pasado, sobre la reforma bancaria y la extensión de competencias del MEDE. Y no lo es porque la realidad es tozuda e iba, justamente, en la dirección contraria. Es decir, las dudas sobre la continuidad del euro que había hace un año derivaban, directamente, de nuestra incapacidad para efectuar las reformas precisas, como mostraba la sangría de capitales que salía de España. Nada menos que unos 350.000 millones entre julio de 2011 y septiembre de 2012. Fuimos nosotros, por mal que nos sepa, los que pusimos a los pies de los caballos el futuro del euro. Nosotros con la inestimable ayuda de Berlusconi. Y sólo se recondujo la situación cuando el gobierno de España pidió, a su pesar y presionado por Alemania, el rescate bancario en julio de 2012 y rehizo, de arriba abajo, su política presupuestaria. Por tanto, de poco podemos presumir de los avances en el diseño del futuro del área del euro y en la consolidación de su irreversibilidad. Más modestia.

Finalmente, ¿y mirando hacia el futuro? ¿Cómo hay que calificar las propuestas de política económica de Rajoy? Pues miren, no hay más cera que la que arde. A pesar de la retórica sobre la necesidad de combinar austeridad y crecimiento, que parece fue Rajoy quien la impuso a la UE, la verdad es que, tras espigar en el conjunto de las medidas propuestas, uno acaba tan convencido como antes del escaso margen de que dispone su gobierno. Sutura fina y remiendos sutiles es lo que nos propone Rajoy, y poca cosa más, si más no en el ámbito de la política económica. Quizás en el de la corrupción política sus propuestas tengan mayor alcance, pero en el de la economía y mercado de trabajo no. Y ello aún reconociendo que probablemente no puede hacer mucho más. Pero muchas de las propuestas formuladas tienen un aire de brindis al sol, por otra parte tan característico de estos debates. Veámoslas.

Primero, medidas fiscales. El posponer hasta el 1 de enero de 2014 la no obligación de ingreso del IVA a pymes mientras no se haya cobrado la factura ilustra, a la perfección, el nulo margen de maniobra de Rajoy. Está bien la medida. Pero estaría mejor, aunque probablemente no es posible, desde ya. También es correcta la idea de devolución del crédito fiscal por inversión en I+D+i cuando no se haya podido compensar, aunque su efecto sobre las decisiones de innovación será modesto.

Segundo, medidas de impulso del crédito. Más de lo mismo que se ha venido haciendo. Probablemente, también, no hay mayor capacidad: el desapalancamiento de nuestro sector privado, las dificultades del financiero y los problemas de déficit público no dan mucho juego. Pero las medidas sobre reducción de la morosidad, ampliación de sistemas de avales, nuevas líneas ICO, y otras suenan a dejà-vu…

Tercero, el impulso de la actividad emprendedora, la competitividad y la empleabilidad. En este grupo de propuestas, la verdad es que se riza un tanto el rizo. Hablar, con lo que llueve, de incorporar asignaturas en la educación para el desarrollo de la actividad emprendedora, postular hoy la agilización de trámites municipales, reivindicar la creación de portales para reducir la carga burocrática o sugerir ayudas para obtener el título de ESO a jóvenes parados, no es serio.

Si lo es en cambio, y de ello hay que congratularse, la propuesta de tarifa plana a la seguridad social o de la compatibilidad de la prestación de desempleo y el inicio de una actividad por cuenta propia para los menores de 30 años, así como las bonificaciones a la SS para la contratación a tiempo parcial o la mejora de la intermediación con la entrada de las ETT en algunas actividades nuevas. Por ahí vamos mejor.

Finalmente, continuación de algunas reformas estructurales. Ahí el presidente pasó de puntillas, anunciando algunas mediadas ya debatidas con anterioridad sobre el sector energético, las estructuras ferroviarias, el transporte o la vivienda.

¿Qué balance final? Pues lo dicho, no hay más cera que la que arde. Y si estos mimbres son escasos es porque no pueden ser más tupidos.

Josep Oliver Alonso es catedrático de Economía Aplicada de la UAB

Archivado En

_
_