¿Cómo se puede acelerar la salida de la recesión?
Sin política monetaria, y con límites a la presupuestaria y fiscal, los analistas piden intensificar las bajadas de precios y salarios que se están aplicando desde el inicio de la crisis. También consideran urgentes cambios en el mercado laboral y en las pensiones para poder garantizar el Estado de Bienestar futuro.
Diciembre de 1992. La economía española encadena dos trimestres con caídas intertrimestrales del PIB, por lo que entra técnicamente en recesión. En esa situación se mantuvo apenas medio año y a principios de 1994 empezó a crecer a tasas intertrimestrales del 0,8%. ¿Qué recetas se aplicaron para corregir esa situación? La más importante fue la política cambiaria, ya que se decretaron cuatro devaluaciones entre 1992 y 1995, que hicieron recuperar competitividad a los precios y a los salarios frente a otros países. Al mismo tiempo, se aprobaron sucesivas rebajas de impuestos para impulsar la actividad y se dispusieron nuevas partidas de gasto para garantizar el Estado de Bienestar.
Veinte años después, ninguna de esas tres recetas (monetaria, fiscal y presupuestaria) se pueden aplicar. Las decisiones sobre la moneda están en el BCE, la consolidación fiscal impide cualquier intento de rebaja impositiva (el PP lo llevaba en el programa electoral con el que ganó las elecciones de 2011 y no ha cumplido ninguna de sus promesas) y la presupuestaria está condicionada por la reducción del déficit. En este complejo escenario, ¿de qué herramientas dispone el Ejecutivo para acelerar la salida de la crisis? Todos los expertos consultados por CincoDías coinciden en que la de más fácil acceso y la que más crecimiento puede generar a corto plazo es el sector exterior. Aleix Pons, director de estudios del Instituto de la Empresa Familiar (IEF), remarca que históricamente la salida de los periodos de crisis en la economía española ha comenzado por el sector exterior. "Desde el inicio de la crisis económica, es decir, en tan solo 5 años, nuestra economía ha recuperado en torno al 85% de la competitividad-coste relativa a la zona euro, la misma que habíamos perdido desde nuestro ingreso en la moneda única. Las exportaciones de bienes y servicios han pasado de representar el 27% del PIB en 2007 al 32% del PIB en 2012", dice Pons. Toda esa recuperación se ha forjado a través de rebajas de precios y de salarios como la única receta para competir con otros países. Los expertos consideran necesario profundizar en esas dos vías.
El tejido industrial y el tamaño de las empresas también es muy diferente respecto al de hace veinte años. "La gran diferencia entre ambas épocas es que antes las empresas multinacionales eran públicas y solo trabajaban en España y ahora todas son privadas y tienen la mayor parte de su negocio en el exterior", apunta Rafael Pampillón, profesor del IE Business School. En un entorno en el que la demanda interna (consumo e inversión) amenazan con permanecer deprimidos durante bastante tiempo, todo apunta a que el sector exterior será el que tire del crecimiento. La principal incógnita se centra en saber cuándo crecerá el PIB al ritmo adecuado para generar empleo y así reducir la abultada tasa de paro, que en el cuarto trimestre de 2012 superó el 26% de la población activa. Las cifras son especialmente dramáticas en el caso de los menores de 25 años, en los que uno de cada dos está desempleado. El Gobierno prevé que el PIB volverá a tasas positivas en el último trimestre de este año, aunque todos los organismos internacionales prevén que el crecimiento será tan tímido que no se creará empleo al menos hasta 2014.
Los analistas valoran la reforma laboral en la medida en la que ha abaratado sustancialmente la salida del mercado de trabajo, pero creen que son necesarios cambios inmediatos para combatir el paro. José Luis Feito, presidente de la Comisión de Economía de CEOE, echa de menos un endurecimiento en la obtención y en el mantenimiento de la prestación por desempleo. "El subsidio de desempleo debería estimular la empleabilidad y penalizar a quienes pretenden vivir del paro", apunta Feito, quien obtuvo una gran resonancia a principios de 2012 cuando dijo que le parecía "inconcebible" que un parado siguiera cobrando la prestación pese a rechazar una oferta de empleo. "Hay que aceptar trabajos, aunque sea en Laponia", recalcó. Otra de sus críticas se refiere a la ausencia de políticas activas para estimular la colocación del parado, "que sí están haciendo otros países de Europa".
Contrato único y 'minijobs'
En este punto coincide Pampillón, quien cree que los fondos para las políticas activas están excesivamente atomizados en las comunidades autónomas y que sería necesario que tuvieran una gestión centralizada. Al igual que planteó la semana pasada el presidente de CEOE, Juan Rosell, el profesor del IE Business School aboga por eliminar la maraña de contratos existentes e introducir un único contrato, con indemnización por despido creciente en función de la antiguedad. Otra de las barreras que, a su juicio, impiden la creación de puestos de trabajo entre los menores de 25 años es el elevado nivel alcanzado por el salario mínimo interprofesional (SMI). Desde que se inició la crisis ha pasado de 570,60 euros al mes a 645,30, lo que supone un aumento del 14% en ese período. "Al menos debería congelarse", sugiere Pampillón. Muchos convenios establecen el suelo del SMI como mínimo para poder contratar personas menores de 25 años. Y eso, en su opinión, desincentiva a los empresarios, que no están dispuestos a pagar esa cantidad de dinero por un joven sin experiencia y en mucho casos con serias carencias de formación. Una buena solución pasaría por los minijobs de Alemania, trabajos a tiempo parcial ligados al salario mínimo.
A la espera de que se apliquen todas esas medidas, la caída de cotizantes, en cifras similares a las de 2003, y el incremento de pensionistas está poniendo contra las cuerdas a la Seguridad Social. En 2012 ha registrado un déficit de 10.500 millones y la tendencia, según los expertos, será similar en los próximos años. El Ejecutivo cuenta con la hucha de las pensiones, que tiene una dotación de 63.000 millones, pero que puede desaparecer en unos años, según los expertos, si no se hacen cambios. Feito reconoce que las políticas del Gobierno han ido por el buen camino, pero recomienda un aumento en el periodo de cálculo de la pensión en busca de una mayor proporcionalidad entre lo contribuido y lo percibido tras la jubilación: "Se ha pasado de 15 a 25 años, pero soy partidario de que se compute toda la vida laboral y que estas decisiones se incorporen rápidamente y no de forma gradual". Asimismo, cree que hay que elevar la edad de jubilación. "En Europa se están retirando a los 70 años. En España hemos pasado de 65 a 67 años, pero el ritmo de implantación es excesivamente lento".
El riesgo de una década perdida
En la crisis iniciada en 1993, el PIB se mantuvo en tasas negativas apenas doce meses y luego comenzó a crecer con fuerza. En la iniciada en 2008, la caída del PIB se vió acelerada por la coincidencia del estallido de la burbuja inmobiliaria y de una crisis financiera mundial. Con algunos altibajos, el descenso del PIB se ha prolongado durante cinco años y existen muchas dudas sobre la posibilidad de que se extienda al menos otros cinco ejercicios. El FMI y la Comisión Europea coinciden en que España saldrá de la recesión en 2014, pero que el crecimiento del PIB será muy débil y estará por debajo del 2% algunos años más.
Tantos cotizantes en 2012 como en 1994
El mercado laboral ha sido uno de los que más se ha visto beneficiado y perjudicado al mismo tiempo durante las dos décadas que han transcurrido entre ambas crisis. El boom inmobiliario y la llegada masiva de inmigrantes para cubrir la demanda de construcción de casas y de sus industrias auxiliares provocó un crecimiento brutal del empleo, que llegó a superar los 20 millones de ocupados, 3,2 millones más que en 1994. La crisis iniciada en 2008 provocó que todos esos ocupados pasaran a ser parados. A finales de 2012 había 5,9 millones de desempleados y 16,9 millones de afiliados, los mismos que en 1994.
El superávit corriente marca la recuperación
La balanza por cuenta corriente, que muestra el saldo entre los pagos y los cobros por comercio de bienes y servicios y de rentas y transferencias, es uno de los indicadores que utilizan los economistas para intuir como de cercana está la recuperación. Cuanto más déficit se acumule, mayor necesidad de financiación tendrá la economía del exterior y viceversa. En la de 1993, el superávit corriente se logró dos años después de que el PIB registrara tasas negativas. En la iniciada en 2008, el déficit corriente se ha corregido gracias al tirón del turismo y de las exportaciones, pero todavía no se ha logrado alcanzar el superávit.
Unos ingresos tributarios que nunca volverán
La burbuja inmobiliaria trajo consigo quince años de expansión económica, en los que se generaron empleo, actividad y riqueza con una repercusión directa en los ingresos públicos. En 2007 se tocaron máximos al alcanzar el 41,1% del PIB y a partir de ahí, en paralelo al inicio de la crisis, sufrió un desplome brutal. Solo en los dos años siguientes, los ingresos bajaron hasta el 35%_del PIB, lo que supuso una corrección de 68.000 millones de euros en apenas dos ejercicios. Unos ingresos que nunca volverán. Entre 1991 y 1997, los ingresos tributarios nunca cayeron, mientras que los gastos, en especial, los de personal, se dispararon.