Las eléctricas juegan a cerrar nucleares
El domingo a las 11 de la noche, Nuclenor, sociedad controlada por Endesa e Iberdrola y propietaria de la central nuclear de Garoña, apagó el interruptor de la planta burgalesa con la intención de sacar del reactor las barras de combustible (aún sin gastar) e introducirlas en su piscina antes del 31 de diciembre. Se trata de una parada no programada que ambas eléctricas han acordado para no pagar el nuevo tributo sobre residuos radiactivos que entrará en vigor el 1 de enero. Y, claramente, como una medida de presión contra este impuesto y el que gravará con un 7% los ingresos a la generación, que establece el proyecto de ley de medidas fiscales al sector energético, aún en el Congreso.
El nuevo impuesto nuclear gravará el material irradiado durante todo el tiempo que haya permanecido en el reactor y se pagará después de su extracción. Inicialmente, el proyecto de ley establecía (o así lo interpretaron las empresas) que el periodo impositivo comenzaría el 1 de enero, al margen del tiempo que llevase previamente el combustible en el reactor (las recargas de las barras de uranio se suelen hacer cada 18 meses o más). Pero una enmienda del Grupo Popular en el Senado ha dejado claro que hay que pagar los 2.190 euros por kilo de metal pesado (uranio y plutonio) que establece la norma, desde que las barras de combustible se introdujeron en los reactores.
Nuclenor ha justificado la parada de Garoña en que la incertidumbre que pesa sobre esta central, que podría ser clausurada en julio si sus propietarias no solicitan la prórroga que les ha ofrecido el Gobierno de Mariano Rajoy, no compensa el pago de este impuesto para seguir funcionando unos meses. En todo caso, tanto si se despeja su futuro (esto es, si el Gobierno admite las peticiones de las eléctricas para que se retiren o suavicen las citadas medidas fiscales), como si no, Garoña podría recargar su reactor con las mismas barras a partir de enero y pagaría el nuevo impuesto desde el día en que se hiciese la nueva recarga. De ahí la confusión generada este fin de semana con el paradójico anuncio de Nuclenor, según el cual, se trataba de "un cese definitivo" y, a la par, "reversible".
Este "juego" de sacar y meter el combustible radiactivo está siendo criticado en el propio sector por considerarlo, "en cierto modoun fraude yun peligro para la seguridad". Por otro lado, nada impide que el resto de las centrales nucleares haga lo mismo. La de Almaraz sería una excepción pues, casualmente, se encuentra en plena recarga programada, por lo que, "de una manera legal", se librará de la retroactividad del impuesto.
Endesa e Iberdrola están aprovechando la posición pronuclear del Gobierno de Rajoy (el propio ministro de Industria, José Manuel Soria, les ha rogado que mantengan Garoña en funcionamiento más allá de 2013) para forzar sus reivindicaciones. Y utilizan como cebo a la vieja central burgalesa argumentando razones económicas que bien pueden hacerse extensivas al resto del parque español.
Tanto esta central (cuya clausura en julio de 2013 fue decretada hace tres años por el Gobierno de Rodríguez Zapatero), como el resto de instalaciones atómicas, están obligadas a realizar las nuevas inversiones impuestas por Bruselas tras el resultado de los test de estrés realizados por los organismos de seguridad nuclear de los países de la UE tras el accidente de Fukushima. Y, aunque la de Garoña ha de afrontar además las inversiones que le ha exigido el Consejo de Serguridad Nuclear (CSN) para que pueda seguir funcionando hasta 2019, también el resto de centrales se someten periódicamente al escrutinio y la inspección del CSN para renovar sus licencias.
Estas exigencias, unidas a los nuevos impuestos en marcha, son ciertamente una rémora para el parque nuclear, pero no solo para Garoña. Sería un problema exclusivo de esta planta si sobre ella pesara aún el decreto de cierre aprobado por el Gobierno socialista, pero la central de Nuclenor tiene la puerta abierta (se la abrió el Ejecutivo de Rajoy hace ahora un año) para seguir activa hasta 2019. También al resto se les termina su vida útil a partir de los primeros años 20. Y, al fin y al cabo, Garoña es la más amortizada de todas por ser la más antigua. Amortizada contablemente, se entiende, porque la inversión en todas y cada una de ellas fue recuperada por las eléctricas hace muchos, muchos años.