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Sus previsiones fijan el destino de los países

¿Son fiables el FMI, Bruselas y la OCDE?

Sus vaticinios condicionan la evolución de los mercados. Con sus proyecciones se desarrollan políticas nacionales y se fijan exigencias que afectan a millones de personas. El problema se produce cuando no aciertan y condicionan erróneamente la evolución de un país. Y cada vez pasa más.

Christine Lagarde, presidenta del FMI
Christine Lagarde, presidenta del FMIReuters

Que la Economía no es una ciencia exacta le ha quedado claro a cualquiera que haya vivido en este planeta en los últimos años. Pocos analistas supieron predecir la crisis que se avecinaba y la realidad ha superado casi todas las expectativas, incluso las más apocalípticas. Pero el error no ha pasado desapercibido; el castigo ha sido una pérdida generalizada de credibilidad. De hecho, los pocos que se vanaglorian de haber anticipado el desastre (el economista Nouriel Roubini es el mejor ejemplo) siguen viviendo de esa renta.

Contrasentidos de la crisis, lo que unos han perdido, otros lo han ganado con creces. Los vaticinios que antes pasaban prácticamente desapercibidos del Fondo Monetario Internacional, la Comisión Europea o la OCDE se estudian ahora casi como oráculos del porvenir. "De alguna manera, existen procesos de retroalimentación de su reputación que son muy difíciles romper. Quizás por inercia. Existe la idea de que las previsiones del FMI o de la OCDE son las mejores (o las menos malas), y casi todo el mundo las puede usar sin ninguna justificación, por argumento de autoridad", explica Ángel Martín Oro, director del Observatorio de Coyuntura Económica del Instituto Juan de Mariana.

El problema es que las previsiones de estas instituciones han demostrado ser más incorrectas que las de la mayoría de los expertos y casas de análisis. Esade se ha preocupado de medir el grado de acierto de las estimaciones del PIB para España entre 2009 y 2011 de los principales centros de análisis. ¿Cuáles son los dos que más erraron? La OCDE y el FMI. La Comisión Europea no figuraba en el estudio.

El tercero que menos acertó fue el Gobierno de España, pero un exceso de optimismo en esa institución puede incluso comprenderse en un intento de animar el consumo al no ponerse en lo peor, aunque, claro, con ello hará unos Presupuestos imposibles de cumplir. La diferencia es que las previsiones de Bruselas y del FMI se usan para condicionar políticas económicas de países. "Estos organismos tienen mayor responsabilidad y más delito, en parte también porque emiten recomendaciones o guías a los países que pueden ser equivocadas", añade Martín Oro. Si alguien necesita algún ejemplo concreto, ahí está lo sucedido en Letonia, que entre 2008 y 2009 recibió fuertes presiones del FMI para realizar todo tipo de ajustes sobre la base de unas estimaciones de déficit mucho más pesimistas que las del Gobierno letón y que resultaron totalmente erróneas, recuerda este economista.

Tampoco los expertos de la Comisión Europea se lucen demasiado. Entre las equivocaciones mas recientes está la previsión de crecimiento del PIB de Alemania en el primer trimestre de este año. Bruselas hizo su informe de primavera con datos hasta finales de abril (es decir, casi dos meses después de cerrarse el trimestre en cuestión) e incluso así predijo un estancamiento de la economía alemana cuando en realidad (según se confirmó solo unos días después de que la CE presentara su documento) creció un 0,5%. "Eso es grave porque con esas previsiones juzgan a los países. Si de entrada están mal hechas, es imposible que luego cuadren los números", señala un experto en política comunitaria que prefiere no ser citado.

Los tan denostados analistas de a pie (algunos, al menos) manejan cierto convencimiento de que las previsiones de las grandes instituciones carecen del rigor que tienen las suyas y que pese a ello son más respetadas. Sea por falta de medios o por errores de partida en sus modelos, la realidad es que en España cualquier casa de análisis ha acertado más que los grandes en los últimos dos años.

Y no se trata de que no actualicen sus cálculos (el FMI lo hace hasta cuatro veces al año) y entonces se queden desfasados. Es más, ninguna de ellas tiene demasiado empacho en dar fuertes bandazos en sus actualizaciones. La OCDE, por ejemplo, ha pasado de vaticinar en noviembre una mejora del 0,3% en la economía española para este año a decir en mayo que lo que habrá será una contracción y que alcanzará el 1,6%. Peor ha sido el FMI, que ha pasado de un 0,8% de crecimiento en septiembre a la caída del 1,8% que sostiene ahora. Bruselas estaba en el 0,7% al alza, pasó al 1% cuando el Gobierno nacional ya hablaba de un retroceso del 1,7% por los planes de ajuste, y ahora se ha ido al otro extremo, al 1,8% de caída.

De datos como estos también parte otra de las acusaciones a las grandes instituciones: son procíclicas y jamás han anticipado un cambio de tendencia. "Tienden a no destacarse demasiado sobre lo que ya hay o sobre los convencimientos generales, así que se apuntan a la media", opina un experto. "En estos momentos se pueden leer perspectivas de futuro realmente negras. No sé qué pasará, y personalmente no soy optimista, pero quizá ahora se cometa error de exceso de pesimismo en algunos analistas, cuando en la época expansiva y en los comienzos de la crisis ocurrió lo contrario", señala Martín Oro.

Es verdad que de dudar de las grandes instituciones internacional a hacerlo sobre la capacidad predictiva de la Economía solo hay un paso. Pero es que no son pocos los economistas que reconocen que se ha dado a esta disciplina un poder de previsión que no tiene. "Con los datos disponibles se da una probabilidad, pero nunca estarán todos los datos de la variable", apunta un analista nacional. "Se han desarrollado sofisticadas técnicas de predicción y se piensa que se ha avanzado mucho en este sentido. Sin embargo, ahí tenemos los graves errores de previsión por parte de organismos que utilizan a economistas con grandes conocimientos técnicos y reputación en la disciplina", añade el director del Observatorio de Coyuntura Económica del Instituto Juan de Mariana.

La pregunta que queda en el aire es cómo se puede seguir confiando ciegamente en unos organismos con un historial de errores como los del FMI, la CE o la OCDE. Nadie parece tener la respuesta.

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