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Tribuna
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Desigualdades del mercado laboral

En una semana se han producido dos noticias referentes al mercado laboral. Primeramente y de acuerdo con la información disponible por los servicios públicos de empleo, en el mes de abril, tras ocho meses consecutivos de aumento, el desempleo, aunque menos que el pasado ejercicio, disminuye en 6.632 personas (-0,14%), con un incremento interanual del 11,1%.

En segundo lugar, los datos de la encuesta de población activa (EPA), correspondientes al primer trimestre de 2012, indica un descenso en la tasa interanual del empleo del -3,9%. Esta evolución viene a reflejar un deterioro generalizado, en términos interanuales, por ramas de actividad, más acusado en construcción, que continúa siendo la rama con las mayores caídas de empleo (-20,5%), y en las ramas de servicios, en concreto comercio y hostelería, con una pérdida de más de 120.000 empleos entre ambas. Como resultado, la tasa de paro, en el primer trimestre de este año, alcanza la cifra del 24,4%.

Nuestro mercado laboral presenta grandes desigualdades. El primero de todos ellos es el de los jóvenes. A los problemas antiguos de inserción hay que añadir los nuevos problemas consecuencia de la crisis económica que los sitúa en peor posición que el resto de colectivos. Hay más jóvenes sin trabajo que trabajando. En concreto, su tasa de paro (52%) es la más elevada entre los países miembros de la OCDE. Y entre los jóvenes también existen desigualdades entre los que tienen estudios y los que no tienen estudios, ya que los datos demuestran que a mayor cualificación y preparación formativa, menor es la tasa de desempleo.

Por otra parte, las desigualdades entre hombres y mujeres en el mercado laboral no se traduce en términos de paro (las tasas de desempleo casi son semejantes), sino más bien en el empleo. La participación de las mujeres en el mercado laboral es muy inferior a la de los hombres. Así, la tasa de empleo de las mujeres (proporción de mujeres ocupando un puesto de trabajo) se sitúa en más de 10 puntos porcentuales por debajo de la tasa de los varones, lo que se traduce en que de cada diez mujeres en edad de trabajar solo cuatro están empleadas. Pero la mayor desigualdad se manifiesta en materia de remuneración: sus salarios son bastantes inferiores a los de los hombres. La discriminación salarial femenina no se explica solo por diferencias estructurales de cualificación, sector de actividad o de antigüedad, sino también por las características propias de los modelos sociales aplicados por cada país.

Por último, otro de los colectivos más afectados por la desigualdad se refiere al de los inmigrantes que acumulan las desventajas de una formación insuficiente y una integración inacabada en los países de acogida. De este modo, todos los países de la OCDE, incluso los países con fuerte tradición y más abiertos a las migraciones, presentan idénticas características. Así, en los países de la OCDE, la tasa del paro de los inmigrantes es el doble que la de los autóctonos. En el caso concreto de España, la tasa de desempleo de los nativos es del 22,2%, frente a cerca del 37% de la población extranjera.

Ante la amplitud de desafíos que presenta nuestra sociedad, se puede considerar que el mayor de todos ellos es el de los jóvenes: es el más castigado por la crisis en nuestro mercado laboral. La probabilidad para un joven de encontrar un empleo es muy escasa. Además, los jóvenes se encuentran mayoritariamente representados con contratos inestables y empleos de mala calidad.

Por su parte, el rigor presupuestario contribuye a amplificar esta lacra social, lo cual no es una sorpresa. La austeridad es necesaria, pero no suficiente. Un informe reciente de London School of Economics concluye que los costes son múltiples: financieros (prestaciones económicas por desempleo y pérdida de competitividad) y sociales para el conjunto de la sociedad.

Es urgente y necesario elevar sus tasas de empleo para reforzar el potencial de crecimiento económico, pero también para mejorar la cohesión social. Los jóvenes no pueden quedar excluidos del mercado laboral y, por ello, deben constituir la prioridad de las políticas de empleo. Si los jóvenes no encuentran trabajo nuestro país tiene un problema muy grave ya que las cicatrices producidas por el desempleo de los jóvenes no se curarán fácilmente.

Vicente Castelló Roselló. Profesor Universidad Jaume I de Castellón

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Cándido Pérez Serrano

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