Pilotos y mujeres
Saben vivir al límite, saben jugar al límite y saben amar al límite... pero la "potencia" sin adherencia es peligrosa. Mujeres, velocidad y dinero se pueden juntar al final de recta. Esta es su historia.
Como decía Enzo Ferrari, "ojalá mis pilotos fuesen homosexuales, así no llegarían tarde a las carreras...". En diciembre pasado nuestro piloto de F1 más exitoso, Fernando Alonso, anunciaba en el periódico AS su divorcio de la que fue su esposa desde 2006, la cantante del "Sueño de Morfeo", Raquel del Rosario. Días después aparecían en Internet fotos de Alonso junto a una impactante joven rubia. Se trataba de la modelo suiza de origen ruso, Xenia Tchoumitcheva, de 24 años.
Comienza, bien acompañado por cierto, su segunda etapa de soltería. Bicampeón mundial, figura muy popular en España e Italia, cada paso de su vida privada, que siempre ha intentado mantener oculta, será ahora más vigilada. Deportista de élite millonario, joven con una forma física extraordinaria, ¿se convertirá en un codiciado playboy? ¿Transitará Alonso por el mismo camino que numerosos pilotos de F1 del pasado? Un camino lleno de lujos extravagantes y conquistas amorosas.
Alonso, pese a que ha vencido parte de su timidez innata, ha sido siempre un tipo callado, responsable, más bien adusto y poco dado a una forma de vida estridente. Difícilmente cambiará. Es diferente a los grandes pilotos-playboy de épocas pasadas. Ningún piloto de F1 actual se puede permitir semejantes alegrías. Cualquier distracción del objetivo, ser el mejor preparado, el más rápido y el más eficaz en las pistas, puede arruinar una carrera. Si no, que se lo pregunten al británico Lewis Hamilton.
En 2011, Lewis, fue superado en el campeonato ampliamente por su compañero de equipo en McLaren -a priori más lento-, Jenson Button, debido a que se volcó en los platós de televisión, en fiestas y en divertirse junto a estrellas de la jet set inglesa en compañía de su novia, la cantante del grupo pop Pussy Cat Dolls, Nicole Scherzinger, con la que mantuvo una relación de cuatro años. Tras romper con Scherzinger, a los 26 años, Hamilton busca llenar un hueco en su corazón con alguien que no le distraiga demasiado.
Button, campeón en 2009 con Brawn, mantiene una relación estable con la modelo británica, hija de padre japonés y madre argentina, Jessyca Michibata. En la actual parrilla de la F1 no hay nadie que, sin pagarlo muy caro, pueda jugar a ser playboy antes que piloto. Incluso el bicampeón de moda, Sebastian Vettel, lleva una vida casi monacal en Suiza junto con su novia de la escuela secundaria, la germana Hanna Prater. Pocos saben que Hanna le acompaña en la vida y se mantiene alejada de las cámaras. Button, Vettel e incluso el rebelde y juerguista Kimi Räikkönen son prototipos de los pilotos atletas clónicos del siglo XXI, dedicados al entrenamiento físico, a la representación comercial, a ganar carreras y muy poco más.
Fuera de las pistas, Räikkönen solo ha destacado por su desenfrenado comportamiento en las fiestas y su ligereza con el alcohol, aunque no con el personal femenino. El bien parecido y rebelde Räikkönen vive en Suiza con su esposa, la exmodelo, Miss Escandinavia, Jenni Dahlman. En 2007, días antes de comenzar la temporada, disputó una carrera de moto de nieve con un pseudónimo, el de alguien al que admira por su estilo de vida. Bastante opuesto al suyo en el aspecto sexual: James Hunt.
Si se considera divertido desmadrarse con los del sexo opuesto, nadie se ha divertido tanto como James Hunt o Eddie Irvine, capaces ambos de tomar las curvas con más habilidad fuera de las pistas que dentro de ellas...
Irvine, que ganó 4 GP y fue piloto Ferrari cuatro temporadas, nunca ocultó que daba prioridad a sus relaciones ocasionales y múltiples con mujeres y a los negocios fuera de la F1. Hunt no iba ni de playboy ni de caballero, era simpático, cautivador pero rebelde y bastante tosco.
Las proezas amorosas de Hunt en los años setenta eran vox populi en la F1: antes del Gran Premio de Japón de 1976, que le iba a dar su único título mundial, pasó una semana en una verdadera maratón de sexo, alcohol y drogas con azafatas de vuelo alojadas en el Hilton de Tokio junto al no menos "fiestero" y campeón de motociclismo Barry Sheene. Ocasionalmente, Hunt tenía de ad latere a un amigo mayor que él, al que respetaba mucho, Stirling Moss. A finales de 1976 Hunt salía con Jane Birbeck después de haberse divorciado de la modelo Susan Miller, con la que había contraído matrimonio en 1974.
Aunque parezca raro, Hunt contaba a sus amigos que había sido un alivio que su amigo Richard Burton se hubiese quedado con Susan y además, "Richard me pagó un millón de dólares para llevársela", añadía. Se sentía aliviado por desprenderse de una atadura, de una responsabilidad. Más de una vez encontraron a Hunt en plena faena en los boxes minutos antes de una carrera -el que fuera director técnico de Williams, Patrick Head, puede dar fe de ello-. Eso no le impedía ganar y dar batallas. En total ganó 10 grandes premios, seis con McLaren, y se retiró en 1979. Un 15 de junio de 1993, cuando tenía 45 años, desgastado por el alcohol y la depresión, un infarto masivo acabó con su vida. Hunt hizo suya la frase de George Best, balón de oro del Manchester United: "derroché mi dinero en coches, mujeres y alcohol, el resto lo malgasté".
En algunas de sus andanzas, Hunt tuvo de compañero al suizo Clay Regazzoni, piloto de Ferrari, una celebridad en Italia, apreciado por su don de gentes, su buen humor y savoir faire. Regazzoni era un seductor cuyas habilidades para vivir despreocupadamente se remontan a los años sesenta, donde compartió agradables momentos con otro codiciado soltero, aunque bastante más formal que él, el bicampeón Jim Clark, fallecido en Hockenheim en 1968.
Por otro lado, Irvine sí daba el perfil de un verdadero playboy, no solo por las conquistas femeninas sino, también, por su forma de vida de alto nivel. Irvine, que llegó a la F1 de la mano de Eddie Jordan, se desdobló de Ayrton Senna en su primera carrera (GP de Japón de 1993). Casi se tocaron y Senna fue al box de Jordan a increpar al recién llegado. Este, con su ácido humor, le hizo montar en cólera y el brasileño le tiró un puñetazo. Por entonces Irvine ya era un tipo con varios millones de dólares en su cuenta: había corrido en la F3000 japonesa y multiplicó su fortuna con inversiones en la bolsa inmobiliaria. Podía ser simpático o abrasivo, según se lo propusiera, y no ocultaba que le gustaba la buena vida y las mujeres. Gastaba en coches de lujo, tenía un Ferrari 288 GTO, un helicóptero y un barco de 30 metros anclado al sur de Londres. Todavía hoy disfruta de casa en Las Bahamas, Miami, París, Nueva York y de una fortuna estimada en 100 millones de euros.
Criticado por, supuestamente, dejar que su vida fuera de las pistas afectara su rendimiento en ellas, Irvine siempre tenía un argumento indiscutible. "En toda mi carrera el único compañero de equipo que me superó fue Schumacher. Todos, tanto en Jaguar como en Jordan, fueron más lentos que yo. Siempre les gané. Compartir equipo con Schumi era como recibir una paliza con un bate cada dos semanas". Irvine pudo ser campeón en 1999 cuando, al quebrarse una pierna Michael Schumacher en el GP de Inglaterra, en Ferrari le erigieron como número uno. Hakkinen le superó en la última carrera. Después de probar durante cuatro temporadas el caldo amargo de Schumacher decidió irse de Ferrari. Firmó por tres años con Ford (Jaguar) por 37 millones de dólares. De ese equipo se retiró en 2003 para no volver a la F1 jamás. Mantuvo un corto romance con la actriz Pamela Anderson, con la modelo Kate Moss y con Olga Pavolova. Hoy, todavía sigue en la brecha.
Seguir las andanzas de los campeones de los años cincuenta y sesenta no resultaba tan fácil. Las féminas eran más discretas. A nadie se le ocurría pagarles para que contaran quiénes tenían sus favores o con quién compartían algo más que mesa y mantel.
Aún así, las andanzas de otro verdadero asaltacamas pero también deportista de alto nivel no pasaban desapercibidas. Si existiese un retrato tipo del playboy, este sería el del noble español nacido en Londres, Alfonso Francisco de Borja Cabeza de Vaca y Leighton, conocido como el Marqués de Portago. Exitoso en las peligrosas carreras de trineos, jockey ocasional y educado en los mejores colegios, el ahijado de Alfonso XIII sentía una atracción especial por el peligro. Conducía rápido, como vivía, aunque lo hacia con estilo.
Se había casado a los 20 años con una bailarina estadounidense, Carroll McDaniel. Distanciado de esta se casó en México con la top model Dorian Leigh. En 1957, De Portago salía con la actriz americana Linda Christian, exesposa del actor Tyrone Power. Quienes lo conocieron hablaban de su magnetismo, atribuyéndolo por la forma en que se paraba, sus gestos, sus breves movimientos de cabeza, sus manos, su estatura (1,83 m) y su amplia sonrisa. El 12 de mayo de 1957, durante la disputa de la que sería la última edición de las Mille Miglia, De Portago se detuvo en una parte del recorrido para dar un beso a Linda Christian, acaso, una despedida. Momentos después, cerca de Brescia su coche, a 240 km/h, se salía de carretera al pincharse un neumático. De Portago y su amigo y copiloto Edmund Nelson fallecían en el acto.
Stirling Moss, compañero de equipo de Fangio en Mercedes, era también un codiciado soltero en los años cincuenta. Y aunque gustaba de vivir bien y tener amistades de largas cabelleras nunca llegó a gozar de la fama de conquistador de De Portago. En una entrevista para la revista británica F1 Racing, en 2011, contaba: "Ninguno de mis compañeros de pista bebía. Sólo Mike Hawthorn tomaba alguna cerveza. Lo que hacíamos era salir e intentar ligar. Y el hecho de ser más o menos conocidos nos ayudaba". En 1962, después de haber firmado para Ferrari, en una carrera previa al certamen que disputó en Goodwood a los mandos de un Lotus sufrió un grave accidente que lo puso al borde de la muerte. No pudo volver a correr en F1.
Fangio, un soltero empedernido, firmó por Alfa Romeo a los 39 años, edad en la que hoy se retiran los veteranos de la F1. No era un playboy, solo un caballero, discreto conquistador. Cuando llegó a Europa en 1947 tenía una relación, no formalizada, con Andrea Beba Barruet, madre de su único hijo, durante muchos años no reconocido, Oscar Cacho Espinoza Fangio, que también llegó a correr Fórmula Junior en Europa. Una vez separado de Beba, Fangio compartió con Moss muchas veladas bien arropados. Nadie lo veía en las pistas en compañía de amistades femeninas ocasionales ni se enteraban de sus actividades privadas. No bebía alcohol, ni gustaba de fiestas. Cuando alcanzó la fama en Europa ya llevaba más de 20 años corriendo y ganando carreras y mucho dinero en Argentina, como piloto y empresario.
Alonso ha comenzado una nueva etapa y tiene dos papeletas que solucionar. Una, quizá la más fácil, ganar un campeonato con Ferrari, la restante, reconducir su vida en el plano personal. ¿Será un Fangio o un Hunt?, el tiempo lo dirá.