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Análisis

Un aeropuerto abandonado también es un residuo

El colectivo Basurama recorre España en busca de cadáveres de proyectos urbanísticos.

El pasado 13 de abril echó el cierre el único aeropuerto privado que ha existido en España hasta la fecha. Es el aeródromo de Ciudad Real, en concurso de acreedores y que tiene en marcha un expediente de regulación de empleo (ERE). En realidad, este inmenso espacio no recibía pasajeros desde diciembre de 2011, tras la prohibición de operar vuelos comerciales.

Entre los curiosos visitantes que ha recibido esta macroobra fruto de los años del ansia de suelo público de los promotores para las más descabelladas ideas, como este aeropuerto fantasma, se encuentra el colectivo Basurama. Este grupo de arquitectos nació precisamente en pleno boom del sector de la construcción con un punto de vista crítico sobre la expansión del ladrillo por todo el territorio nacional.

"Eran tiempos en los que no costaba que se aprobase un proyecto, había trabajo de sobra", apunta Rubén Lorenzo, miembro del colectivo, que celebra 10 años de existencia. Basurama se pasó por allí poco antes de diciembre de 2008, cuando el aeródromo de Ciudad Real empezó a operar vuelos internacionales, dentro del marco de su proyecto Kilómetro 6.000, una vuelta por España que visita regularmente espacios abandonados para "cartografiar, documentar y fotografiar el consumo del territorio". Con este objetivo, sus ocho miembros recorren el país en busca de cadáveres de proyectos públicos y privados.

En un post publicado en su blog tras su visita al aeropuerto, Basurama relató su paseo por la única terminal que se había levantado. Pese a que la obra no tenía aún licencia para operar, ya se habían vendido billetes. "Lo único que faltaban eran pasajeros y aviones. El panel de llegadas, el bar y las azafatas en facturación ya estaban funcionando". Y adjuntan una fotografía de un pírrico panel de llegadas, que llamaba a unos imaginarios familiares o amigos a acudir a recoger a los viajeros procedentes de Tenerife, Lanzarote y Alicante.

El de Ciudad Real, que ahora emplea a los responsables de sus instalaciones en mantener la señalización de la pista para advertir a los pilotos que sobrevuelan la zona que no deben aterrizar, es una más de las decenas de construcciones abandonadas en España que Basurama se ha dedicado a cartografiar estos años.

En su crítica del sector del ladrillo también apuntan con bastante sorna a la emulación de mitos urbanísticos en otras ciudades en versión burbuja española. Es el caso de su proyecto Sanchinarro-París, en el que se compara la majestuosa plaza de la Estrella de la capital gala y las 12 avenidas que salen de ella con la "superrotonda de Sanchinarro, de tamaño similar pero con cuatro grandes calles".

Una urbanización abandonada en Estepona; la estación del AVE en la isla de La Cartuja construida para la Expo del 92 o el barrio de 9.500 viviendas de Valdeluz levantado al calor de una estación del AVE a ocho kilómetros de Guadalajara son otros ejemplos apuntalados por este colectivo.

Basurama también empuja a la ocupación de espacios públicos para crear actividades lúdicas a partir de basura. La plaza de la Cebada en Madrid ha creado así un espacio de juegos.

Retazos de la burbuja

Una urbanización abandonada en Estepona; el apeadero del AVE en la isla sevillana de La Cartuja, construida para la Expo del 92, o el barrio de 9.500 viviendas de Valdeluz, a ocho kilómetros de Guadalajara, son algunas de las denunciadas de Basurama.

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