Los días contados del tándem Merkel-Sarkozy
Gane quien gane las elecciones en Francia, el inspirado acrónimo Merkozy parece tener los días contados, porque el futuro inquilino del Elíseo difícilmente podrá seguir montado en un tándem en el que Berlín controla el manillar y París se limita a pedalear.
Tanto el presidente saliente, el conservador Nicolas Sarkozy, como el máximo aspirante a sustituirle, el socialista François Hollande, ya han realizado propuestas durante la campaña para las presidenciales (el domingo, primera vuelta, y el 6 de mayo, segunda y definitiva) que demuestran su intención de cambiar de plato y piñón mal que le pese a Angela Merkel.
Sarkozy no solo ha prescindido de la canciller durante la campaña (cuya presencia en algún mitin podría haber mermado sus posibilidades de reelección) sino que se ha atrevido a invocar la reforma del Banco Central Europeo, el tabú más intocable de los muchos que venera Berlín.
Hollande también es partidario de convertir al BCE en un verdadero instrumento de política económica. Y, además, promete renegociar el recién concluido Tratado de Estabilidad que obliga a los países firmantes (España entre ellos) a incorporar en su legislación un schuldembremse, ese freno cuasiconstitucional a la deuda que Alemania inventó en 2009.
Nadie duda de que ni Sarkozy ni Hollande podrán romper completamente con la disciplina fiscal imperante porque su país acumula una deuda pública equivalente al 86% del PIB y la reciente pérdida de una triple A puede encarecer peligrosamente la emisión de bonos franceses. Pero el equilibrio de fuerzas en el eje franco-alemán a partir de mayo favorecerá con toda probabilidad al ganador de las novenas elecciones presidenciales de la V República francesa.
Si las legislativas francesas de junio no imponen al presidente la cohabitación con un Gobierno de distinto signo, Sarkozy o Hollande dispondrán durante casi un año de mayor margen de maniobra que su pareja alemana. La prioridad de Merkel hasta 2013 será su propia reelección y evitar que se derrumbe antes de tiempo su frágil coalición con los liberales.
Se abre, por tanto, la posibilidad de que París y Berlín rueden temporalmente a distinta velocidad, lo cual mantiene expectante al resto de Europa.
Bruselas, en particular, ha puesto al ralentí su actividad a la espera de que Francia elija presidente. El impasse parece afectar incluso a la renovación de cargos importantes, como la presidencia del Eurogrupo o el directorio del BCE.
Del desenlace electoral también dependerá la futura estrategia europea en áreas como el impuesto a las transacciones financieras, la limitación de los bonos bancarios o el grado de proteccionismo de la política comercial comunitaria.
Y, por supuesto, el futuro presidente francés también intentará dejar su huella en la revisión, en junio, de os la evaluación a finales de junio de los actuales programas de estabilidad, que imponen a la mayoría de los países una senda de consolidación fiscal que incluso el FMI considera excesiva.