Iberia o el mundo por única bandera
Conquistó América, pero no quiso darse cuenta de que otros asaltaban España
El tiempo transcurrido desde la década de los setenta del siglo pasado es mucho en cualquier actividad, pero se convierte casi en infinito cuando nos referimos a un sector tan dinámico como el de la aviación comercial. Si en 1978 hubiésemos pedido a los pasajeros o directivos de Iberia que se embarcaban o gestionaban aviones de la flota Caravelle, DC-9 o B747-Jumbo que se imaginaran el futuro, apenas habrían vislumbrado los acontecimientos que han llevado a la compañía a competir en el concierto internacional como la primera operadora en Latinoamérica y convertirse en socio de uno de los tres grandes grupos aeronáuticos mundiales, mientras que, al mismo tiempo, se encuentra en una encrucijada por la supervivencia en el mercado doméstico español. La disyuntiva es adaptarse a las condiciones de explotación que han impuesto al mercado de corto y medio radio las compañías de bajo coste, o sucumbir.
Hace tres décadas Iberia era la compañía española de bandera y gozaba de una cómoda posición con la protección de una actividad en monopolio. La España de entonces movía en avión, tanto para el tráfico doméstico como para el internacional, un total de 48 millones de pasajeros, con una flota que no excedía de 150 aviones. En 2011, el número de viajeros se ha disparado a 205 millones y el parque nacional de aeronaves supera los 400 aparatos. Y ello teniendo en cuenta que en la última década han desaparecido 20 aerolíneas nacionales y que más del 70% de los viajeros de nuestros aeropuertos se desplazan en los aviones de compañías extranjeras, desde Lufthansa hasta Qatar Airways. Una vez que Iberia dejó de vivir en un entorno de monopolio, la gran amenaza parecía llegar desde sus competidores nacionales, Spanair o Air Europa. En muy pocos años el negocio de la aviación ha demostrado que es la avanzadilla de la globalización. Atrás quedó el concepto de la compañía de bandera y hoy el mundo es la única enseña.